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La bibliothèque de 14 000 livres de Carlos Fuentes : ce qu’en dit sa veuve, Silvia Lemus

07juil

Dans El Pais du 4 juillet dernier,

un très intéressant article intitulé La biblioteca superviviente de Carlos Fuentes,

par David Marcial Perez,

et qui donne la parole à la veuve de l’écrivain (Panama, 11 novembre 1928 – Mexico, 15 mai 2012),

Silvia Lemus (née en 1945) ;

dont j’avais remarqué la vidéo d’un remarquable entretien, en 1998,

avec mon cousin l’écrivain argentin Adolfo Bioy Casares

(Buenos Aires, 15 septembre 1914 – Buenos Aires, 8 mars 1999).

….

Voici donc cet article,

qui, au passage, évoque aussi Bioy et Silvina Ocampo.

La biblioteca superviviente de Carlos Fuentes

 

EL PAÍS entra en la casa del escritor mexicano, donde aún permanece su colección personal : 14.000 libros. Es uno de sus pocos archivos que no tendrá como destino la Universidad de Princeton

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La periodista Silvia Lemus, en la biblioteca del escritor Carlos Fuentes.MÓNICA GONZÁLEZ 
DAVID MARCIAL PÉREZ

México – 05 JUL 2020 – 00:30 CEST

Pocos días antes de morir _ le 15 mai 2012 _, Carlos Fuentes escribió el esqueleto de lo que podría haberse convertido en su próxima novela. En una hoja de papel con fecha de mayo de 2012 fue apuntando a mano, con bolígrafo negro, una lista de 28 escenas y personajes: “el baile del centenario”, “Madero”, “la madrugada”, “madre-hijo”. Al terminar, grapó la cuartilla a la pared de su escritorio. Aquella hoja sigue en el mismo lugar ocho años después. En el hueco de la estantería, detrás de la silla de trabajo. Encima del fax, sobre los dos retratos enmarcados de sus padres y al lado de unas viñetas gráficas del New Yorker. Uno de los estilizados chistes recortados del semanario en el que un hombre entra a una peluquería a cortarse el cabello y cuando termina sale de la tienda sin cabeza.

En los cajones también están sus plumas, rotuladores, marcadores de hojas y hasta un hatillo de antifaces para dormir. Una pila de libros, algunos en doble y triple fila, cubren la mesa de madera en forma de ele. “Siempre trabajaba en un huequito a pesar de la mesa grande que le compré. Quién sabe por qué. Manías de escritor”, explica sentada en la silla de trabajo de su marido Silvia Lemus, su esposa durante los últimos 40 años _ depuis 1973 _ y albacea de su legado. Mientras nos explica más anécdotas, Lemus intenta echar el respaldo de la silla para atrás sin conseguirlo: “Al no usarla nadie desde hace ocho años, está tiesa”.

Como si el tiempo se hubiera detenido aquel 15 de mayo de 2012, todo está prácticamente igual en el escritorio de uno los grandes nombres del boom latinoamericano. Incluida la extensa biblioteca _ qui m’évoque tout aussitôt l’extraordinaire bibliothèque de Bioy en son célèbre appartement de la Calle Posadas, dans le quartier de la Recoleta, à Buenos Aires _ que se abre a la izquierda colonizando la pared de la habitación del estudio. Ocho filas de estanterías que van del suelo al techo. Es la zona de ensayos: filosofía, antropología, historia. Otras dos hileras ocupan el espacio de la esquina con traducciones al indio, al polaco o al chino de sus propias obras La muerte de Artemio CruzAuraTerra Nostra _ un sidérant chef d’œuvre !  Solo queda libre una pared con diplomas, la puerta y el ventanal que da paso a la azotea de la vivienda. Más de 14.000 títulos repartidos por toda la casa. Una elegante y ascética construcción de Luis Barragán, el único premio Pritzker mexicano, en un barrio residencial del sur de la Ciudad de México, donde se asentó la pareja tras los diferentes destinos del escritor como diplomático mexicano : París, Washington o Londres. En el apartamento que Lemus aún conserva en la capital inglesa hay otros 8.000 volúmenes.

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Diferentes traducciones de la novela de Fuentes, ‘Aura’.MÓNICA GONZÁLEZ

Dos veces a la semana, una bibliotecaria viene a la casa de los Fuentes a poner orden en el caudal de libros. La colección es uno de los pocos supervivientes del acervo del premio Cervantes mexicano. Casi todo el archivo está ya a resguardo en la Universidad de Princeton por deseo expreso del propio autor. De hecho, los envíos a la universidad estadounidense, donde fue profesor durante la década de los ochenta, aún no han finalizado. Los otras dos habitaciones del estudio guardan cajas y cajas de material. En uno de los archivadores se lee : “Correspondencia 1943-2012. Revisar y enviar a Princeton”.

Silvia Lemus tiene, sin embargo, otros planes para la biblioteca. “Vamos a donarla a la Universidad Veracruzana. Su familia paterna viene de allí”. La decisión también la dejó encargada en vida el autor. El nuevo fondo universitario llevará por nombre Biblioteca Carlos Fuentes Lemus. Su bisabuelo fue un migrante alemán que en el siglo XIX fundó una hacienda cafetalera en el lago de Catemaco. Su padre, ya veracruzano, fue también diplomático. En una de sus primeras paradas internacionales, en Panamá, nacería el escritor en 1928 _ le 11 novembre 1928. En Brasil, mientras su padre trabaja como secretario del embajador, ensayista, narrador y poeta Alfonso Reyes ; el hijo, como él mismo solía contar, aprendió “a ser novelista sentado en las rodillas” del prototipo de intelectual liberal mexicano.

De la larga tradición de escritores-diplomáticos también formó parte Octavio Paz. Ambos se conocieron en París, en 1950, cuando Fuentes tenía 21 años y el futuro Nobel mexicano 35. “Nos hicimos amigos inmediatamente”, cuenta el propio Fuentes en A viva voz, un compendio de conferencias y otros textos sobre literatura publicado por Alfaguara a finales del año pasado. Junto a Elena Garro, Bioy Casares o Silvina Ocampo _ et voici mon cousin et son épouse _, los dos amigos salían de fiesta por los cabarets de Saint-Germain-des-Prés, “donde Albert Camus demostraba ser un gran bailarín de boogie y donde Luis Buñuel regresaba al triunfo de Los olvidados en Cannes”. Cinco años después, ya en México, continuaron las correrías : “organizábamos fiestas toga parties con muchachas muy guapas”. Eran los días de vino y togas, antes del giro conservador de Paz, que lo alejó de Fuentes y tantos otros escritores latinoamericanos. “Aun así —recuerda hoy Lemus— fue un amigo a quien siempre quiso. Lo quiso de verdad”.

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La máquina de escribir Olivetti Lettera 30 de Carlos Fuentes. MÓNICA GONZÁLEZ

En uno de los pocos huecos sin libros en las paredes del estudio hay cinco fotografías enmarcadas de algunos de sus escritores fetiche : Balzac, Kafka, Faulkner, Poe y Melville. A casi todos dedicó el autor mexicano reflexiones y alabanzas. En su libro de conferencias, se centra en una de las primeras novelas de la serie La Comedia Humana, de Honoré de Balzac. El protagonista _ de La Peau de chagrin _ es un joven que recibe de un viejo anticuario una extraña piel con poderes mágicos. Un vehículo para abordar la ambición, la miseria, el ascenso social, o la corrupción como ingredientes del naciente capitalismo. Temas centrales en la novela naturalista y que, de alguna manera, Fuentes integró también en su narrativa. A modo de lección, reflexiona en su ensayo : “Acaso el protagonista balzaciano sea el primer héroe del absurdo moderno”.

De Herman Melville, dice que “la loca cacería de la ballena blanca por el capitán Ahab _ de Moby Dick _ revela el desastre al que puede conducirel orgullo fatal” de un hombre y un país que se despiden de su inocencia”. Una alegoría universal, pero que resuena con fuerza al analizar el México posrevolucionario y la vileza de sus caudillos, núcleo central de La muerte de Artemio Cruz. Sobre Faulkner, del que tanto bebieron los exponentes del boom, destaca la importancia del territorio mítico de sus novelas, el condado de Yoknapatawpha, perdido en algún lugar del sur profundo de EE UU. Y subraya: “Como en los casos de la Comala de Rulfo y el Macondo de García Márquez, a mayor intensidad local corresponde mayor significancia universal”.

Las notas sobre sus lecturas solía apuntarlas a mano, sobre las mismas hojas de los libros o en cuadernos. “Vivíamos siempre rodeados de libros. Los subrayaba, escribía en el margen y utilizaba códigos. Algún día se descifrarán sus garabatillos”, apunta Lemus con una sonrisa. Luego, sale del estudio a la terraza y por unos escalones a la derecha baja directamente al dormitorio. También aquí hay libros. En las dos mesillas de noche. En la del lado derecho de la cama, el lado de Fuentes, todo sigue también intacto desde hace ocho años. La lámpara y los cinco libros : Un ensayo de Orson Wells, otro sobre Faulkner, una antología de poemas de León Felipe, otra de poesía Latinoamericana y una novela policíaca. “La novela negra —explica Lemus— le ayudaba a dormir”.

 

Voilà.

Ce mardi 7 juillet 2020, Titus Curiosus – Francis Lippa

Les exercices spirituels de Jean Clair : la piété envers la Terre Natale ; et la figure de Marcel Arland…

28juil

Si j’ai commencé à éclairer _ un peu _ ce que signifie le concept d' »exercice (spirituel) de piété » pour Jean Clair

en ses « Écrits intimes« 

en mon article d’hier ,

il me faut bien sûr préciser ce concept sien de « piété » ;

ainsi que le choix de l’expression de « Terre Natale » pour le titre de ce nouveau volume de la série de ses écrits intimes,

ainsi que pour celui, aussi, d’un chapitre, le chapitre V, aux pages 77 à 113.

Piété : le sentiment qui fait reconnaître et accomplir tous les devoirs _ de reconnaissance et gratitude, actions de grâce… _ envers les dieux, les parents, la patrie, etc, auxquels nous sommes redevables de soins _ et d’abord de la vie _, avec tendresse et respect.

L’expression de « Terre Natale« , elle, est directement empruntée à Marcel Arland (Varennes-sur-Amance, Haute-Marne, 5 juillet 1899 – Saint-Sauveur-sur-École, Seine-et-Marne, 12 janvier 1986), qui en fit le titre d’un récit autobiographique, Terre natale, en 1938 _ on notera au passage que la réunion de communes à laquelle participa Varennes-sur-Amance, prit ce même nom de Terre Natale entre le 1er juillet 1972 et le 31 décembre 2011 ; de même que prit aussi ce nom le canton, disparu en tant qu’entité administrative en 2015 : c’était pour honorer Marcel Arland, enfant de ce pays. On remarquera aussi que le terme de « Terre«  fait partie du titre de plusieurs autres œuvres de Marcel Arland : Terres étrangères (en 1923), Sur une terre menacée (en 1941) et Terres de France (posthume) ; sans compter un Zélie dans le désert (en 1944).

Sur l’œuvre _ peu courue ces derniers temps, et c’est un euphémisme… _ de Marcel Arland, ceci :

cet article de Michel Crépu : « Et Marcel Arland, au fait ? » (1-10-2015) ;

Et de cet article je me permets de retenir ceci :  » Nous sommes penchés sur le livre _ ici le roman d’Arland (en 1929) L’Ordre _ comme le personnage à sa fenêtre : « Le soir était calme. Au bas du jardin brûlaient des rameaux d’asperge desséchés ». Cela n’a l’air de rien et c’est merveilleux : le jardin, les flammes, les rameaux d’asperge, le soir calme – et l’on pourrait en citer beaucoup d’autres. Même Chardonne, maître incontesté du moment lumineux semble un bouseux à côté d’une telle douceur _ une qualité singulière de douceur : voilà ce qui caractérise l’art d’écrire de Marcel Arland, pour Jean Clair aussi.

C’est peut-être ce qui coûte aujourd’hui si cher à Arland, d’avoir su écrire les ténèbres de l’intimité humaine _ oui  _ sans se départir du calme où les choses se déposent en profondeur. On réclame aujourd’hui du message à corps et à cri. Chez Arland, musique, finesse, art consommé de faire monter la tension jusqu’au terme ultime où les choses se redéchirent à nouveau selon la vieille loi humaine« … ;

à compléter par cela, toujours de Michel Crépu, sur son blog, la semaine qui suivait :

« Arland ou Céline » (le 8-10-2015)…

Dont je retiens ceci :

« Tout est silencieuses _ musicales _ tensions, montée en puissance de l’impossible, déchirement, apaisement, recommencement à nouveau de la tension. On en sort rincé, comme du dedans d’une fournaise provinciale, sans bruit mais non sans parole. (…) Tout est silencieuses tensions, montée en puissance de l’impossible, déchirement, apaisement, recommencement à nouveau de la tension. On en sort rincé _ c’est dire ! _, comme du dedans d’une fournaise provinciale, sans bruit mais non sans parole« …

Et encore cela :

cet article de Victoire Diethelm : « Présence du biographique chez Marcel Arland _ lecture croisée de Il faut de tout pour faire un monde et de Terre natale » : « Mais qui est Marcel Arland ? » (août 2018)


Outre le titre même du chapitre V, donné à la page 77

_ un chapitre terrible sur le déracinement de ses parents (de leur campagne à la banlieue parisienne, à la fin des années trente) _,

l’expression _ arlandienne _ de « Terre natale« 

me semble n’apparaître que quatre fois,

la première fois à la page 108 (du chapitre V, « Terre natale« ) :

« La terre et ceux qui l’habitent, produits pareils d’une histoire qui faisait que j’étais chez moi _ en la maison où avaient vécu ses parents, en Mayenne, avant sa naissance (le 20 octobre 1940, probablement à Pantin). Terre natale, maison natale » ;

et les trois autres fois à la page 398 (du chapitre XXIV, « La Terre vaine« ), à propos des expressions « Terres vaines et vagues« , « Terre gaste« , « Paese Guasto« , « The Waste Land » présentes dès le second verset de la Genèse, dans le récit des aventures de Perceval le Gallois de Chrétien de Troyes (1130 – 1191), L’Enfer de Dante (1265 – 1321) _ au chapitre XIV, vers 94 à 96 _, Le Médecin de campagne de Balzac (1799 – 1850), ou The Waste Land de T. S. Eliot (1888 – 1965), qu’a relevées et reliées entre elles la magnifique érudition de Jean Clair :

« Je rêve, je divague autour de ces terres mythiques, qui vont de la Genèse à la Comédie de Dante, et du pays du Roi Méhaigné décrit par Chrétien de Troyes au gros bourg florissant du médecin de Balzac. Mais c’est toujours une même vérité _ voilà ! et terrible… _ qui se dit : en ignorant son nom, si l’on oublie son identité _ son lignage, ses racines, son histoire _, on perd aussi la terre natale qui est inscrite dans les frontières _ celle où peut reprendre force le géant Atlas en son combat à mort avec Héraklès. Ou bien est-ce la perte de la terre natale, avec ses règles et ses lois, ses limites et ses enclos, qui provoque la venue de la terre dévastée, stérile, solitaire.

Si je ne peux plus _ c’est là la conséquence _ m’offrir l’ _ indispensable _ hospitalité _ à rattacher à la toute première ligne, capitale, du récit, page 15 : « J’ai fini par me refuser l’hospitalité. Personne n’est là où je suis« , au chapitre I, « L’Intrus« … C’est là la situation d’état d’apesanteur (au sortir d’un coma) du puissant livre L’État d’apesanteur d’Andrzej Kusniewicz (paru en traduction française en 1979) _, me reconnaître, me souvenir de ma présence en moi, et m’y réconforter, me souvenir de mon nom paternel _ Régnier _, devenu étranger à moi-même, c’est _ voici la cause _  que je ne peux plus habiter la terre natale dont ne me restent _ épars, perdus _ que des souvenirs informes, ni reconnaître miens les paysages et les humains que j’ai ensuite aimés _ un fil impérativement à renouer…

L’errance ou _ telle est la dure alternative _ l’orance

_ cf l’expression quasi similaire à la page 387 : « L’errance contre l’orance« .

Cette dernière expression à la suite des phrases : « On a rempli les musées à mesure qu’on vidait les églises _ lieux de l’orance. Mais le sanctuaire est un lieu qui a un sens, ordonné qu’il est à l’horizontale comme à la verticale, par des objets, statues ou peintures, disposés selon leur destination, chacun ayant sa valeur et son sens, du portail où sont les saints à l’autel où sont les dieux, du niveau où sont célébrés les Évangiles à celui où l’on remémore les Épîtres : un espace plein où rien n’est interchangeable _ voilà _, ne se soustrait ni ne s’ajoute, un parcours qui a son début et sa fin.

Le musée et la collection, eux _ lieux de l’errance _, ne nous livrent jamais que des matériaux errants, indifférents _ interchangeables et chaotiques _ qui ont perdu leur destination, leur pouvoir et leur sens _ soit le constat rétrospectif assez terrible d’une vie passée comme Conservateur du Patrimoine. Sans attache et sans fin _ parce que sans fil conducteur de sens. L’errance contre l’orance« 

La dénomination ou _ alternative parente _ la disparition » 

cf l’expression quasi similaire à la page 106, parce que la disparition (d’un vrai sujet) est bien la conséquence de la dénumération (des matricules) : « La dénumération substituée à la dénomination« .

À la suite des phrases : « Tout aussi silencieusement et doucement qu’ils avaient quitté leur village, ils _ les paysans de Mayenne ou du Morvan (cf La Tourterelle et le Chat-huant _ Journal 2007-2008), déracinés de l’exode rural, que furent les parents de Jean Clair _ quittèrent _ à nouveau _ ces nouveaux quartiers _ de la banlieue parisienne, tels Le-Pré-Saint-Gervais ou Pantin _ presque neufs encore, devenus bientôt des « zones de non-droit ». « La Seine », le nom du département, était entretemps devenue « le 9.3″, un matricule. La dénumération substituée à la dénomination, une habitude des camps » _ du contrôle bureaucratique (chiffré) du nazisme, avec son obsession (comptable) criminelle des chiffres à réaliser, mois par mois, d’annihilation-exterminationation.

Quant au nom et à la personne même de Marcel Arland, ils apparaissent _ nommément _ deux fois :

à la page 93 (au chapitre V, Terre Natale) :

« Est-ce tout à fait le hasard qui fit que ce sont deux fils de paysans qui m’accueillirent _ en 1962, pour son récit Les Chemins détournés _ chez mon éditeur _ Gallimard _ et m’en ouvrirent grandes les portes ? C’était Brice Parain _ 1897 – 1971 _, fils de paysans briards, et Marcel Arland _ 1899 – 1986 _, descendu de son plateau de Langres. Tous deux avaient été des premiers à connaître cette mutation de leurs origines. Parain, premier petit Français à être nommé Conseiller culturel dans la jeune Union soviétique _ en 1925 _, y apporterait sa curiosité, mais aussi une lucidité _ oui _ que les descendants des bourgeois, de Sartre à Aragon, n’auraient pas » ;

et à la page 384 (au chapitre XXIII, La Débâcle) :

« Un jour que j’évoquais devant lui le Francinet écrit par Mme Fouillée, la Lavalloise _ 1833 – 1923 _, qui avait précédé son Tour de la France, et dans lequel mon père avait aussi appris à lire, Arland se mit soudain, à voix basse, à réciter la chanson que chante le jeune ouvrier en faisant tourner dans la nuit son moulin à broyer l’indigo :

Je suis l’enfant de la misère

Et le dur travail est ma loi

Je suis seul, ma tâche est austère,

Triste est mon cœur, lourd mon effroi…

Il s’était arrêté, cherchant ses mots et, après un instant, c’est tous deux que nous reprîmes d’une même voix :

… Le riche, dit-on, est mon frère ;

Mon frère pense-t-il à moi ?

On cite encore un peu Le Tour de la France par deux enfants _ publié en 1877, sous le pseudonyme de G. Bruno (en hommage au philosophe brûlé vif sur le Campo dei Fiori, le 17 février 1600). Mais qui a jamais lu Francinet ? _ publié en 1869. (…) Le second, plus pénétrant, trame un récit autour de ce qui semble déjà la lutte des classes, entre le petit pauvre en blouse d’ouvrier qui s’épuise la nuit à tourner son moulin et Aimée, la riche petite fille du patron, vêtue de robes blanches.


Tout un continent disparu, comme s’était englouti quarante ans plus tôt le monde paysan »…


De Marcel Arland,

les critiques les mieux avisés, tel Michel Crépu, mettent l’accent sur sa singulière douceur, voire tendresse.

Je veux retenir ici quelques occurrences de cela, dans le texte de Jean Clair :

Page 27, au chapitre I, L’Intrus :

« Quelle autre religion a montré _ dans les « plus belles Maternités peintes au Quattrocento«  _ plus de tendresse que cette religion où l’Enfant, dans le même geste, se présente comme la victime et le sauveur ? »…

Page 62, au chapitre III, Les Nocturnes :

« La peinture figurative est une peinture croyante. Je ne me console pas de sa disparition, pas plus que je ne console de la disparition d’une religion qui, pendant quelques siècles, avait su par sa tendresse colorer notre vie« …

Puis page 65 :

« Le rêve est revenance et révélation _ pour Jean Clair, comme pour Hélène Cixous ou René de Ceccatty ; cf mes entretiens chez Mollat : avec Jean Clair, le 20 mai 2011 ; avec René de Ceccatty, le 27 octobre 2017  ; avec Hélène Cixous, le 23 mai 2019… Moins je souhaite, par paresse ou par inaction, rencontrer mes contemporains dans la suite des jours, et plus mes rêves se remplissent de figures et deviennent des salons où l’on s’entretient _ voilà _ avec douceur. Ce dont le quotidien m’a privé, la nuit me le redonne« …

Pages 253-254-255, au chapitre XV, La Coquille d’or :

« Au fil des siècles, à mesure que l’imagerie cruelle du Très-Haut et de son Trône de Grâce reculait dans l’imagination des fidèles qui n’y comprenaient rien, c’est l’imagerie de deux corps ployés l’un sur l’autre, une jeune victime et sa mère douloureuse et penchée sur lui, qui s’était peu à peu imposée, souvent dressée au milieu des autels _ comme on le voit sur la photo de l’autel de Notre-Dame postérieure à l’incendie, qui sert de bandeau au livre… _, dans la nef des églises, une image de l’espérance et de son infinie compassion, la Pietà  _ et non pas celle du Père anthropophage _, qui avait fait du christianisme une religion remplie d’une tendresse que nulle autre religion n’a jamais possédée.

(…) Pourquoi son élection ? C’est que l’image de la pietà, née dans les cercles mystiques rhénans, et particulièrement dans les couvents de femmes, à la fin du XIVe siècle, le Christ une fois déposé de la croix et allongé, tétanisé par la mort, sur le giron de sa Mère, est l’une des plus troublantes et des plus bouleversantes que cet art de la visibilité que l’art d’Occident a été, ait produite. C’est dans l’épaisseur du temps, l’image de l’enfant nouveau-né, que la mère tenait de la même façon, et qui voyait en lui déjà le destin s’accomplir. Mélancolique ou douloureuse, elle triomphe de la douleur et de la mort. Mais c’est l’art qui la représente qui a ce pouvoir _ effectif, sensible _ de consoler _ voilà _, l’art qui peut sauver le monde disait Dostoïevski. Dans la mesure où il peut rendre sensible _ physiquement ressenti _ ce sentiment de la pietà, qui veut dire à la fois pitié et piété, douleur partagée et compassion, respect de l’autre jusque dans la mort.

Le monde actuel semble ignorer la pitié _ et tout autant la piété. Et l’art contemporain _ adepte du trash _ est plutôt un art de la dérision, du sarcasme et de la laideur _ diabolique. La compassion, forme de la Pietà, cette capacité à souffrir avec l’autre, mais aussi à trouver une rédemption dans l’expression artistique, n’est plus guère de ce monde. Ou bien ? « …

Pages 329-330-331, au chapitre XIX, Athènes et Jérusalem :

« Le Céramique, à la périphérie d’Athènes. De chaque côté du chemin des colonnes, des cippes s’élèvent, les fûts d’une nécropole. En marbre blanc, les stèles, par des formes et des inscriptions, rappellent la vie de ceux qu’on a enterrés là. (…)

Ampharète, Kadymaque, Zosime, Sybiris, Plotis, Eutikos… Des noms aux sonorités étranges, pleines de voyelles, de labiales, d’occlusives, des souffles comme pour mieux rappeler d’entre les morts celle ou celui qui n’est plus. A-t-on jamais, avec une telle tendresse dans le navrement, célébré la présence de la personne, la naissance et la célébration de la figure humaine que bientôt, une religion nouvelle, le christianisme, va se donner pour idéal de célébrer et de sauver ?

(…) Rien de triste à se promener dans ce chemin fait de tombeaux. Il ne s’agit plus de la mort mais, avant le christianisme, d’une Dormition, où les disparus reposent. Le Céramique est comme un grand dortoir « …

Pages 335-336-337, au chapitre XX, Le Banquet :

« Une part de ma vie, effacée, me revenait avec un sentiment étrange de vérité _ de présence. La maladie _ puisque telle est, même si c’est extrêmement discrètement, la situation de base de cet entier récit _, en me délivrant du poids de mon corps, m’avait donné accès à des régions _ autrefois, il y a longtempss, vécues _ depuis longtemps désertes mais qui restaient aussi dessinées, aussi distinctes que si je les avais habitées la veille. L’immobilité forcée du corps et l’effet subtil des drogues me faisaient regagner _ en pensée _ une vie _ de sensualité _ à laquelle j’avais tourné le dos, et qui se rappelait à moi _ ainsi confiné et peut-être même alité _ avec une insistance et une douceur confondantes.

(…) C’est des positions successives et sans arrêt modifiées de mon corps endolori que renaissaient ici l’une après l’autre, nées du même privilège dont avait joui le premier homme, la forme et la pression des êtres que j’avais _ sensuellement _ aimés. Non pas une Ève unique, mais plusieurs, et finalement toute une compagnie, un ballet, une ronde _ un platonicien banquet…

(…) C’était des êtres, des personnes, des femmes.

(…) Des figures infiniment chères, beaucoup que j’avais sans doute injustement oubliées ou reléguées dans des recoins, et que le rêve me poussait à convier _ présentement _ pour revivre avec elles des moments perdus« …


Et page 339 :

« Parmi ces femmes, l’une m’était revenue en dernier, et ce par quoi elle reprenait possession de mes sens, ce n’était pas son visage, son allure, ni son corps, c’était, immatérielle, sa voix.

Elle avait toujours eu pour moi, à tout moment du jour et de la nuit, des mots presque enfantins, des refrains, qui étaient aussi des bonheurs d’expression, inattendus, surprenants, et ceux qui me rêvenaient, de quelle profondeur venaient-ils où ils auraient dû depuis longtemps s’abîmer, avec une infinie douceur, résonnant dans le vide, maintenant que, morte, elle n’était plus là pour les prononcer.

Alors que je peine à retrouver son visage, c’est dans ces adresses un peu naïves que je découvre la part durable de ce qu’elle fut. Personne avant elle n’avait eu pour moi cette invention des mots et des adjectifs, cette aisance à confier sa tendresse. Pied-noir italienne, elle parlait pataouète, un patois algérois appelant immédiatement au geste, au baiser ou à la caresse.

Sa voix, c’était donc là la qualité la plus précieuse de son être, des inflexions sonores« …


Et aussi pages 363-364, au chapitre XXII, L’Assassin :

« Entendu à la radio, pour définir l’identité française (…). La France est « un art de vivre ».

Tant d’efforts, tant de morts et de guerres, de fatigues, pour finir sur un traité d’esthétique… L’hédonisme _ auto-complaisant, narcissique _nous a conduits à l’opposé des vieux artes moriendi, les arts du bien mourir d’autrefois, du Sterbenkunst, de toutes les ressources d’une religion infiniment tendre, l’expression de sa valeur la plus haute, qu’on appelait la piété. Elle a donné naissance à des chefs d’œuvre que nous ne regardons plus guère dans les églises et dans les musées sinon avec indifférence ou stupéfaction, pas trop sûrs pourtant qu’il ne s’agit là que d’un « art de vivre ».

Les musées ne sont guère que des conservatoires des espèces disparues, qu’il s’agisse d’insectes, d’animaux, de plantes ou d’œuvres d’art.

D’ailleurs, ils sont aujourd’hui’hui pleins, comme des décharges, ils débordent, ils ne peuvent plus rien recueillir _ et sans recueillement. On ne sait plus trop comment ordonner, ni disposer les objets. On invente de nouveaux classements, à vocation dite « universelle », qui relèvent plutôt de la confusion des antiquailles.

Et pour leur succéder, les villes elles-mêmes, comme si elles avaient oublié pourquoi elles avaient été autrefois bâties, et ne sachant plus trop pourquoi elles existent, ici et là perdues sur la planète, ont commencé à se transformer sinon en musées, du moins en monuments nationaux d’un passé ignoré. Venise, Barcelone, Paris, Prague, Amsterdam… des parcs à thème que viennent parcourir à petits pas des foules distraites _ sans assise : peu aptes à regarder vraiment _, les mêmes qui parcouraient autrefois le Louvre, les Offices, le Prado, sans trop savoir _ mortelle ignorance _ à quoi ces pierres dressées ont pu jadis servir.

Dégradation des lieux, du génie des lieux, comme on a dégradé Dreyfus sur la place publique… » _ dégradation (mercantile) d’humanité vraie des personnes…

Ce dimanche 28 juillet 2019, Titus Curiosus – Francis Lippa

« Dark », d’Edgardo Cozarinsky, ou comment l’irruption d’un « Hollywood sauvage et sans sous-titres » dans la vie d’un adolescent argentin accouchera d’un écrivain et cinéaste

12août

Poursuivant ma lecture des récits d’Edgardo Cozarinsky,

après Loin d’où

_ cf mon article du 8 août dernier : Admirable Loin d’où d’Edgardo Cozarinsky  _,

je viens de lire Dark (publié en 2016 ; et chez Grasset en traduction française, le 11 janvier 2017) ;

et commenterai ici la très juste critique qu’en a donné l’excellent Mathieu Lindon

dans le Libération du 20 janvier 2017:

Edgardo Cozarinsky, mineur de bas-fonds

EDGARDO COZARINSKY, MINEUR DE BAS-FONDS

Dark est un roman d’aventure et d’apprentissage _ oui, mais qui n’est pas vraiment ni une éducation sentimentale, ni sexuelle : seulement une importante ponctuation, durablement marquante en ses impacts à long terme, de la prime jeunesse _ auquel, indépendamment des faits précis, on _ c’est-à-dire nous, lecteurs _ accorde un caractère si autobiographique _ pour ce qui concerne le lien de l’auteur même à son personnage principal, qui s’auto-prénomme fictivement Victor en la fiction, et qui sera devenu un auteur « soixante ans plus tard« , au présent même du récit, en 2015 ou 16… _ qu’on le lit comme une vaste réponse _ de l’auteur à soi-même, d’abord : mais qui demeure ouverte, béante ; encore non classée… _ à la fameuse question : «Pourquoi écrivez-vous ?» _ oui. L’intrigue _ du passé de jeunesse rapporté _ se déroule dans les plus ou moins bas-fonds de Buenos Aires dans les années 50 _ oui ; un certain nombre de lieux (bars, bouis-bouis, bordels, cinémas, etc.) sont évoqués (et ainsi visités), en divers quartiers et faubourgs de la ville. Il y a deux personnages principaux. L’un apparaît sous deux avatars : âgé, il est dénommé «le vieil écrivain» ; adolescent, «poussé par un désir de fiction» _ l’expression, en effet très significative, se trouve à la page 28 _, il dit s’appeler Victor à l’autre héros, un inconnu _ inquiétant autant que fascinant du début à la fin _ quadra ou quinquagénaire, Andrés _ qu’un autre personnage, Franca (une croate), nommera plus loin, à la page 68, « Fredi«  _, qui lui adresse la parole dans un bar _ « l’Union Bar, aujourd’hui démoli, au coin de la rue Balcarce et de l’avenue Independencia« , à Buenos Aires (page 23, pour être précis dans la localisation)… «L’écrivain ne sait pas _ et ne s’en soucie guère ! _ si la chronologie de ce qu’il essaye _ c’est important : la tentative demeure toujours fragmentaire et partielle, grandement lacunaire _ de raconter _ rétrospectivement _ respecte celle des faits rappelés» _ page 65 ; « En revanche, il sait que la mémoire efface plus qu’elle ne garde. L’imagination, rusée, récupère tout ce que la mémoire a effacé et l’attrape _ très heureusement _ dans les filets de la fiction«  : ce que personnellement je nomme, en lisant bien Marie-José Mondzain, « l’imageance« . Et tel est bien le point (de ce récit) qui me paraît crucial !.. Pour le principal, il n’y a pas trop de doute, s’il s’agit _ pour l’auteur, suggère fortement le critique _ de faire comprendre _ tout en délicatesse, et sans la moindre lourdeur ; avec beaucoup de raccourcis ! et toujours fragmentairement _ comment l’adolescent est devenu _ voilà ! _ l’écrivain. Victor a aussi une cousine _ Cecilia, de trois ans plus âgée que lui. «Et avec ça, comment tu te débrouilles ?» demande-t-elle après quelques regards sur la braguette de son cousin _ page 47. C’est elle qui l’aidera «à atteindre _ in concreto _ la prestance _ purement technique _ nécessaire» _ page 48 _, lui indiquera «les mouvements qu’il trouverait très vite spontanément», et il se souviendra du «parfum de sa cousine, qui imprégnait draps et oreiller, et que de toute sa vie il ne retrouverait en aucun autre» _ pages 48-49. Andrés est au courant, car l’adolescent et l’homme mûr acquièrent vite une intimité _ entre eux deux _ reposant sur la vie _ passablement _ aventureuse _ et c’est peu dire ! _ de celui-ci, sur les découvertes _ à connotations érotiques, bien qu’indirectes, tout particulièrement _ qu’il propose à son jeune ami. Andrés est un homme à femmes, apparemment _ selon ses dires et ce qu’en laissent paraître aussi ses actes _, qui ne déteste rien tant que les hommes à hommes, mais un mystère, quand même _ c’est sûr ! _, pèse sur l’intensité de sa relation _ complexe à qualifier frontalement _ avec l’adolescent _ ce qui pose aussi, forcément, question : que cherche-t-il à ménager, et pour quelles raisons, en le jeune homme ?

Edgardo Cozarinsky est né en 1939 à Buenos Aires _ de parents et grands-parents émigrés d’Europe de l’Est _ qu’il quitta en 1974 pour Paris. Enrique Vila-Matas le présente ainsi en 2003 dans Paris ne finit jamais _ page 164 _, après avoir écrit le rencontrer souvent au cinéma : «Cozarinsky, un borgésien tardif selon Susan Sontag _ ?!? _ , était un exilé argentin qui semblait avoir fini par se sentir à l’aise dans son rôle _ un rôle ? ce n’est guère juste !… _ de personne déplacée _ ?!? Cf plutôt, outre les pages qu’il lui consacre en son indispensable Mes Argentins de Paris, l’article de René de Ceccatty Edgardo Cozarinsky, le voyageur sans terre cité en mon article du 8 août dernier : Admirable Loin d’où d’Edgardo Cozarinsky. Ecrivain et cinéaste _ c’est très important ! l’imageance et le fictionnel ne sont pas que littéraires ou romanesques, mais aussi cinématographiques !!! _, il vivait entre Londres et Paris, j’ignore où il vit maintenant, je crois qu’il ne vit plus qu’à Paris _ écrivait alors Vila-Matas, en 2003. Je me souviens que je l’admirais parce qu’il savait concilier _ voilà _ deux villes et deux activités artistiques […], je me souviens aussi que j’avais vu certains de ses films et lu son essai sur Borges et le cinéma, ainsi que son étude sur le ragot comme procédé narratif et d’autres textes, tous très captivants. Dix ans après avoir quitté Paris, j’ai admiré tout particulièrement son livre Vaudou urbain [traduit chez Bourgois, ndlr], un livre d’exilé, un livre transnational dans lequel il utilise une structure hybride […] A noter aussi cet étonnant dialogue entre l’auteur et un supposé interwiever, au chapitre 3 (pages 20 à 22 de Dark) : Dialogue sur le «kintsugi» dans Dark, avant qu’on en vienne à l’histoire de Victor et Andrés : «C’est l’art japonais qui consiste à remplir les fissures d’un objet brisé, de porcelaine par exemple, avec de la résine où on a dilué de la poudre d’or. Au lieu de dissimuler la fente, on la souligne avec une substance lumineuse, qui a parfois plus de valeur que l’objet même. C’est ainsi qu’on ennoblit l’objet : au lieu de cacher les cicatrices de sa vie _ expression à relever ! _, on les exhibe. – N’est-ce pas ce que fait _ rabouter-repriser et embellir-ennoblir… _ tout romancier avec sa propre vie ? – C’est ce qu’il tente de faire» _ page 22. L’expression « exhiber les cicatrices de sa vie«  est bien sûr à mettre en rapport avec l’expression ultime du texte, page 142 : « surnagent les restes d’un naufrage« 

Sexe, politique, exotisme, il s’en passe, dans Dark, et sous diverses perspectives _ plus ou moins intriquées, mais toujours très sobrement traitées. C’est cette multiplicité des points de vue qui fait aussi l’écrivain, qui en fait un privilégié, comme Andrés _ ou Fredi _ le dit à l’adolescent _ pages 98-99. «Ce pays _ l’Argentine des années cinquante _ est un cas désespéré. […] Mais ne te gâche pas la vie avec la politique, toi tu t’en sortiras, tu fais des études, tu auras une profession, qui sait, si ça se trouve tu deviendras un écrivain célèbre, respecté. Moi, en revanche, je suis un type qui n’est que de passage _ à jamais un migrant _, je l’ai toujours été et le serai toujours. Va savoir où je me retrouverai demain. Toi, si l’ordure t’éclabousse, tu t’en débarrasseras rien qu’en secouant les épaules. Moi, elle se colle à moi, elle me marque, si je ne fais pas attention elle m’écrase.» Alors, pour que «surnagent les restes d’un naufrage» _ c’est sur cette expression-ci que se termine justement le livre, page 142 _, il faudra que l’adolescent devienne écrivain _ et s’essaie, à sa façon singulière, tâtonnante, à « retrouver » à raviver-rédimer, tel le Proust de la Recherche, son propre « temps perdu«  _ cet écrivain qui, dans les premières pages du texte, victime d’une crise de panique, résiste à s’en remettre à un psy de quelque obédience que ce soit, «comment confier son âme à quelqu’un qui n’a pas lu Dostoïevski ni saint Augustin» _ page 8 _, prêtant à certains une inculture exagérée. On prétend que chacun se souvient de la première fois où il a dit «je t’aime». Mais la tâche de l’écrivain est à la fois plus simple et compliquée : il s’agit ici de remettre en scène la première fois où il a entendu _ entendu se dire à lui, jeune homme _ ces mots _ ici : « Je t’aime, morveux !« , page 139 _, dans quelles circonstances, avec quelle oreille, et quel autre mot _ « morveux« , donc… _ accompagnait cette très étrange déclaration _ in extremis : Andrès et Victor ne se reverront jamais plus de leur vie.

Mathieu Lindon 

Edgardo Cozarinsky
Traduit de l’espagnol (Argentine) par Jean-Marie Saint-Lu. Grasset, 142 pp.

Mathieu Lindon, je remarque, n’évoque ni le Vautrin, ni le Lucien de Rubempré, ni le Rastignac, de Balzac

dans cette genèse de cet écrivain _ et de sa sexualité, aussi… _ qu’est Edgardo Cozarinsky.

Il faudrait lire ou relire ici aussi Edmund White, qui lui aussi, a croisé notre auteur,

et en parle _ un peu…

Ce dimanche 12 août 2018, Titus Curiosus – Francis Lippa

Pour aborder le continent Cixous III _ lecture de « Gare d’Osnabrück à Jérusalem »

14mai

Pour continuer et poursuivre, approfondir, mon approche du continent Cixous,

après mes articles des 24 avril et 9 mai derniers :  et 

et cette fois rompant avec ma remontée de l’ordre chronologique de publication des livres que j’ai choisis _ soient pour les dates de publication : 2014, 2009, 2007, 2006, 2004, pour les livres de mes lectures successives, en remontant le temps de leur réalisation, respectivement : Homère est morte…, Eve s’évade _ la Ruine et la Vie, Si près, Hyperrêve et Tours promises _,

j’ai élu maintenant une œuvre publiée postérieurement à Homère est morte (en 2014) Eve Cixous, la mère de l’auteur, étant décédée le 1er juillet 2013, à Paris _ :

Gare d’Osnabrück à Jérusalem, paru le 14 janvier 2016.

C’est un chef d’œuvre !

Renversant de puissance

et de beauté…

Même si ma lecture _ entée pourtant sur la lecture de René de Ceccatty _ risque d’être un peu personnelle

du fait de quelques points communs marquants entre ma propre démarche _ et histoire _ de chercheur _ de traces _

et celle _ démarche, comme histoire _ d’Hélène Cixous,

eu égard à quelques uns des secrets de (sa) famille qu’elle finit par découvrir _ par sérendipité _ sans seulement les rechercher, ceux-ci _ elle les rencontre sur son chemin, et ils lui tombent dessus : du moins semble-t-il cela au lecteur,

qui n’est lui-même pas tout à fait clairement à même de démarquer ce qui ressort indubitablement du réel historiquement advenu, de ce qui sourd de l’imageance fictionnelle musante (et amusée) de l’auteur, jouant (se jouant, et nous jouant, avec elle) à brouiller un peu ses propres cartes… ; et c’est d’ailleurs là un des charmes profonds, à la fois léger comme une gaze, et ironique, et néanmoins intense et vibrant, en son flottement vaporeux, de la lecture par nous de cette part de l’œuvre Cixous à laquelle ses (ces) livres successifs nous donnent, uns à uns et séparément, à approcher, et peut-être arriver à accéder…

Cf ceci :

« Tout ce que j’écris ici est

peut-être vrai, peut-être plus vrai

que je ne m’autorise

à l’espérer

Dès que je vêts les faits et lieux

de chairs et de passions,

la vérité augmente,

prend de la profondeur,

mais au même pas que l’erreur« , lisons-nous à la page 64 de Gare d’Osnabrück à Jérusalem _ ;

je continue ici de procéder à ma méthode de commentaire-farcissure (en vert),

qui est de commenter le commentaire de lecture _ déjà ; mais, tous, nous nous entrelisons… _ de notre ami commun, René de Ceccatty, expert s’il en est _ et profondément amicalen lectures…

C’est donc 

à partir de ma lecture de Gare d’Osnabrück à Jérusalem, paru aux Éditions Galilée le 14 janvier 2016,

que je place ce jour à mon dossier d’approche de tout l’œuvre Cixous

cet article

Entre les mâchoires des ténèbres

de notre ami René de Ceccatty,

publié dans Les Lettres françaises, le 17 janvier 2016

_ article au sein duquel j’intercale, au passage, ainsi que j’aime tout particulièrement le faire (en forme de triple dialogue, donc), quelques menues farcissures de commentaire (ou précisions factuelles) de mon cru, en vert.

Si ces farcissures dérangent, le lecteur a, bien sûr, et toujours, à tout moment, parfait loisir de les shunter.

Entre les mâchoires des ténèbres

Hélène Cixous (…) se tourne _ ici _ vers le nazisme dont elle dénonce _ sur cas très précis (et très proches d’elle : familiaux pour la plupart) _ la monstrueuse machinerie. Hélène Cixous, née à Oran en 1937 _ le 5 juin _, revient _ mais y est-elle déjà allée (avec sa grand-mère Omi, quand elle avait quatorze ans, en 1951, page 93) ?.. Elle n’en est pas du tout sûre, tant elle finit par faire vraiment corps (et chair) avec certains récits (et aussi, bien sûr, certains non-dits !) de sa mère Eve et de sa grand-mère (Omi) Rosie… _ à Osnabrück, la ville _ d’enfance (avant son départ, en 1929, pour Paris, puis Londres, et retour à Paris) de sa mère, Eve Klein, elle-même fille de Rosie Jonas, épouse (et veuve, depuis 1916) Klein, et native, elle, d’Osnabrück, le 23 avril 1882 ; car c’est à Strasbourg, alors allemande depuis la guerre de 1870, que le 14 octobre 1910 est née la petite Eve Klein, future épouse (le 15 avril 1936, à Oran) Cixous ; à Strasbourg où s’étaient installés ses parents, Michaël Klein (mort à la guerre, en Pologne alors russe, et aujourd’hui en Biélorussie, le 27 juillet 1916) et Rosie Jonas, immédiatement après leur mariage à Osnabrück, en 1910 _ de sa mère, Eve Klein, dont une partie _ environ la moitié pour ce qui concerne déjà les Jonas : « si un nombre important a disparu dans plusieurs camps de concentration _ ou extermination ! _ différents _ Auschwitz, Theresienstadt, Sobibor, etc. _, un nombre égal a survécu au naufrage« , page 159 _ de la famille maternelle _ les Klein et les Jonas, et parents _ a été exterminée _ à Theresensienstadt, Auschwitz, Sobibor, etc. Elle y « revient » _ littérairement _ parce que, à la fin du siècle dernier _ le 12 février 1999 _, elle avait déjà consacré à cette ville et à tout ce qu’elle représentait un livre important _ en effet : Osnabrück, aux Éditions Des Femmes _ qui allait, avec Or _ paru le 3 mars 1997, lui aussi aux Éditions Des Femmes _, donner une autre orientation _ plus intime (et charnelle) _ à son œuvre _ et c’est là un regard important et très avisé de René de Ceccatty sur la genèse et le parcours de tout l’œuvre Cixous _, l’ancrant dans un contexte familial _ oui _ très déterminant _ très concret et même, j’insiste, charnel ; et qui personnellement me touche beaucoup ; contexte probablement lié aussi à la grande vieillesse de sa mère (née le 14 octobre 1910), et sa  proximité profonde et intense avec sa personne… Eve devenait une protagoniste littéraire _ voilà _ et prenait une place centrale parmi d’autres figures mythiques _ elles _ et pourtant incarnées _ elles aussi, via le verbe et la formidable vertu d’imageance de l’écrivain. Eve devenait une interlocutrice _ elles ne vont plus cesser de converser-dialoguer dans les livres qui viennent _ plus que privilégiée _ centrale ! Et c’est ce dialogue-conversation-là qui va se poursuive en ce nouvel opus, post-mortem (de sa mère, décédée le 1er juillet 2013), cette fois, qu’est ce Gare d’Osnabrück à Jérusalem ; de même que le dialogue-conversation avec l’ami décédé (le 9 octobre 2004), Jacques Derrida, se poursuivait dans Hyperrêve, dont il constituait, selon moi, le principal (mais pas unique) centre de focalisation : exemplaire.

Dotée d’une autre langue (l’allemand) et d’un autre langage (un parler plus populaire, un humour, un bon sens _ oui ! _ dont l’écrivain jouerait non dans un esprit de dérision, mais comme d’une arme d’autocritique _ mais oui ! : dans un registre d’humour (appliqué à soi-même : pardon du pléonasme) très quotidien, en effet, et non métaphysique _), elle _ Eve donc _ dialoguait _ mais oui : et Hélène Cixous, sa fille, se déploie toute dans leur mutuelle permanente interlocution : comme Montaigne ! _ dans les livres _ qui sont et deviennent les tours promises d’Hélène Cixous… _, comme elle n’avait cessé de le faire _ au quotidien des jours ainsi que des nuits _ dans la vie de sa fille. Eve, sa sœur Eri _ Erika, réfugiée en Palestine – Eretz Israël en 1936 _, leur mère Omi _ qui avait pu gagner Oran en novembre 1938 grâce à son passeport français (de strasbourgeoise) _, ont échappé au massacre _ nazi ; à la différence de la moitié Jonas de leur famille, pour ne rien dire du nombre des Klein engloutis eux aussi. Ce ne fut pas le cas _ tout particulièrement ici, en cet opus-ci _ de l’Onkel Andreas Jonas _ mort, ainsi que son épouse Else, à Theresienstadt ; lui en 1942, elle en 1944 _, qui apparaît ici comme le protagoniste secret _ voilà _, puis explicite _ en effet _ de l’enquête _ lui dont des secrets amers (ayant trait à ses rapports à leur fille Irmgard), aussi, vont être bientôt approchés et révélés. Et qui n’a rien, nul échec, nul sentiment de culpabilité, à cacher ?


Pour raconter son retour _ physique, si elle y avait accompagné sa grand-mère en 1951 : Hélène ne parvient pas à s’en souvenir… ; littéraire sinon… _ à Osnabrück, retour officiel _ et en grandes pompes _ qui sera célébré _ à l’hôtel de ville d’Osnabrück _ le jour anniversaire de la naissance de Hitler _ un 20 avril ; le 20 avril 2015, page 100 _, coïncidence qu’Anne, la fille de l’auteur, trouve plutôt malvenue — mais cela fait partie des plaisanteries _ oui ! il joue aux dés et s’amuse… _ du hasard —, Hélène  Cixous procède comme elle a coutume de le faire : en entremêlant _ et c’est là l’essence même du réel, et de sa richesse, merveilleusement explorés par elle en son écriture polyvocale _ des réflexions sur les maîtres de la littérature, qui sont comme des guides mythologiques _ oui, remontant profond _  permettant de sonder l’inconscient _ voilà _  (Homère, Shakespeare, Balzac, Proust, Joyce), à un dépouillement d’archives familiales ou historiques, et _ aussi _ à des souvenirs personnels parfois évoqués dans d’autres livres _ et il faut à cela tout un art (virtuose, mais sans nulle gratuité, forcément ! ) des liaisons de la part de l’auteur. Comme il faut aussi un art du suivi chez le lecteur…

Qu’a-t-il fallu pour que l’entreprise nazie _ de persécution, puis d’extermination, pour reprendre les mots de Saul Friedländer en les deux volumes (1933-1939 et 1939_1945) de son chef d’œuvre L’Allemagne nazie et les Juifs… ; sur Friedländer, cf mes deux articles des 16 et 29 septembre 2016, à l’occasion de la publication de son Où mène le souvenir ? ma vie :  et  _ se réalise _ passant du stade de fantasme paranoïaque d’un groupuscule de fanatiques ravagés à celui de catastrophe mondiale historique _ dans la petite ville _ fonctionnant ici comme une nasse sans la moindre échappatoire pour les traqués _ d’Osnabrück ? Quelle équipe, quelle topographie, quels moyens matériels, quel « esprit du temps » _ zeitgeist _ ? Des photos, des coupures de journaux, des circulaires, des papiers administratifs, des formulaires, des affiches _ scrupuleusement donnés dans le livre : le cahier de ces documents est inséré entre les pages 160 et 161 du livre ; et la plupart issus du « remarquable » (page 168) recueil de documents intitulé Stationnen aud den Weg nach Auschwitz. Entrechtung, Vertreibung, Vernichtung. Juden in Osnabrück 1900-1945, de Peter Junk et Martina Sellmeyer, Stadt Osnabrück/Rasch Verlag, 1988… : « qui de nous , lorsqu’on apprenait la belle langue allemande à l’école, aurait pu imaginer que cet amical et honorable suffixe -ung, dont la vocation consiste à transformer un verbe en substantif, un agent dévoué, le petit génie du désir d’agir, de continuer, de poursuivre, tout ce qu’il y a de plus souhaitable, donc, deviendrait, dans les années de feu, l’auxiliaire inquiétant de toutes les inventions persécutoires. Vertreibung, Vernichtung, Entrechtung« , lisons-nous, page 69  _ rappellent _ opportunément et à leur manière brute _ un certain nombre de faits incontestables. Ce retour _ en quelque sorte familial et mémoriel de l’auteur en la ville des parents Jonas de sa mère _ est une traversée de l’Histoire, et d’une histoire familiale que la géographie rend _ d’autant plus _ complexe. Comme presque toutes les familles juives, celle d’Eve Klein s’est répandue dans le monde, en Palestine, au Chili, en Angleterre, en France _ et ailleurs : Afrique du Sud, Brésil, Uruguay, Australie, Nouvelle-Zélande, Canada, Etats-Unis, Irlande, Israël, et même, pour un, en Chine, à Shangaï, page 159 _ ; et Hélène communique avec ses cousines et tantes éparpillées _ dont Inès et Marga _, pour comprendre _ plus spécialement _ le destin tragique d’Andreas Jonas _ Onkel André, le frère aîné de sa grand-mère (Omi) Rosie ; mort, lui, à Theresienstadt le 6 septembre 1942 : page 107 ; et la photo, page 157 _, et d’autres comme lui. Car Hitler et son administration n’auraient _ en effet _ pas suffi. Il fallait _ en Allemagne comme ailleurs, par exemple dans la France de Vichy _ d’autres mains _ complices et actives _, volontaires ou pas _ et bien des esprits, aussi, peu à peu gagnés et conquis _, pour parfaire _ matériellement, en mettant la main à la pâte ! _ le crime. Un enfant de trop, une _ simple _ antipathie ou un égoïsme familial _ et les exemples viennent : ainsi celui de l’horloger (et Ortsgruppenleiter) Erwin Kolkmeyer, ou ceux de « ses doubles Gauinspektor Wehmeyer et Kreisleiter Münzer« , page 49 _, et la tragédie se boucle _ factuellement.

En rapprochant du Roi Lear _  « Onkel André, c’est le roi Lear à Osnabrück« , page 59 ; ou « Ce n’est pas que Cordelia est devenue Regan, a pensé Onkel André, c’est qu’elle l’a toujours été« , page 63 _ ou de la Comédie Humaine _ et son « arbre généalogique« , page 123 _ le destin des victimes de l’extermination raciale, Hélène Cixous propose une vision intérieure _ et intime, voilà _ de l’Histoire : le travail d’historien est trop mécanique et trop simpliste _ dans les causalités générales retenues à des fins de résumé surligné ! _ pour permettre de comprendre _ vraiment _ certains événements _ issus de misérables ruisselets de vieilles haines personnelles recuites. La littérature, de tous temps, a dû intervenir _ pour sa part, et très impérativement (il s’agit là de la culture profonde des humanités…) _, parce qu’elle fait converger _ voilà : confluer _ l’intime et le collectif, et introduit la dimension imaginaire _ ce que je nomme, d’après mon amie Marie-José Mondzain, l' »imageance » visionnaire et lucidissime de l’artiste… _ et donc mythique dans _ et en plein dans _ le réel _ même ; et il n’existe probablement pas d’accès personnel vrai au réel sans ce travail visionnaire-là. Elle n’est pas là pour se substituer _ certes pas ! _ au réel (en l’occurrence la destruction _ effective _ d’un peuple), mais pour le placer _ et contribuer à donner à le ressentir _ sous une autre lumière _ avec une focale archi-supérieure en visibilité et intensité de lucidité _ et l’approfondir _ absolument.


Aussi, les anticipations (la vie algérienne, les rapports familiaux qui ont suivi, l’œuvre même de l’auteur) ne sont-elles pas des anachronismes _ mais des visions à dimension d’éternité lucides _, mais au contraire donnent tout son sens au regard rétrospectif, ici essentiel _ voilà, lequel regard est devenu, écriture de livre après écriture de livre, de mieux en mieux apte à l’intelligence fine de ces liens au travers de l’épaisseur de chair des divers temps vécus _ pour éclairer des événements certes mondialement connus _ c’est-à-dire grossièrement repérés _ et déjà analysés _ décomposés _ dans leur généralité visible _ et un peu trop commodément résumée _, mais demeurés _ in fine _ indicibles et obscurs dans la réalité individuelle _ vraiment vécue par les sujets : voilà _ de chaque déportation _ en sa singularité ; et c’est ce regard lucidissime-là, de l’intérieur de ce qui est ressenti, ou même pas consciemment ressenti, mais qui nous est ici néanmoins aidé à approcher par quelques menus signes-indices physiques à peine manifestes, à peine perceptibles, mais bien réels, et à l’efficace terrible surtout dans le réel de ce qui est advenu, et qui n’ont pas échappé au regard de l’écrivain, qui se (et nous) les représente, presque mine de rien (je veux dire sans didactisme pesant, surtout), qu’offre la vraie et belle et profonde littérature. « Fin 1938, Omi _ la mère d’Eve, sortant d’Allemagne avec un passeport français, et parvenant en Algérie, à Oran, chez sa fille Eve et son gendre Georges Cixous : Hélène était née le 5 juin 1937, et son frère Pierre le 11 novembre 1938 _ était seulement sauvée. Frères et sœurs _ plusieurs _ deportiert. Ensuite ermodiert ? Mais cela se passait dans le livre qui s’écrivait en allemand _ en actes dans le Reich, et ses dépendances. Dans le livre d’Osnabrück à Oran, ma grand-mère se mettait un peu vite _ au français, son gendre (mon père) se jetait à l’allemand, on tentait le trilingue avec l’espagnol, on riait _ Georges Cixous avait en effet un remarquable don pour ce genre d’humour (ou cette forme verbale virtuose de « versatilité » ; cf la remarque de la page 199 de Photos de racines…). Le mot nazi sonne dans mes premiers cauchemars, mais comme je n’en ai jamais vu aucun _ de nazi, en Algérie vichyste _, le rêve peint « les-nazis » comme une forêt de dents dense et noire, les nazis devenus invisibles et sans corps, entre la double rangée desquelles nous cherchons à nous glisser _ échapper. Ma grand-mère et moi nous nous tenons par la main et nous courons à toutes jambes entre les mâchoires des ténèbres_ soit l’expression que retient René de Ceccatty pour le titre Entre les mâchoires des ténèbres de son article à propos de ce splendide Gare d’Osnabrück à Jérusalem. Comme deux petites filles » _ lisons-nous page 32 ; et nous prenons bien ici la mesure du génie verbal de l’auteur magnifique qu’est Hélène Cixous.


Hélène Cixous va à Osnabrück _ le 20 avril 2015 _ « comme si maman _ décédée depuis le 1er juillet 2013 _ était devenue _ désormais _ Osnabrück _ toute la ville ! _, voilà comment j’y vais, comme si elle m’y attendait, comme si je m’attendais à la voir venir vers moi au coin de la Grande-Rue ». Eve Klein, morte il y a _ presque _ deux ans, vit _ donc _ encore _ voilà ; de même que Jacques Derrida, dans d’autres livres, dont Hyperrêve, continue de converser vigoureusement avec Hélène Cixous… _ dans ce livre, puisque les morts ne cessent _ voilà ! _ de nous parler, de nous chercher _ et cela, de leur initiative ; et de s’entretenir ainsi encore et toujours, toujours, avec nous, tant que nous vivons et sommes en capacité de nous souvenir, ou d’user de notre capacité d’imageance, pour ceux qui, tels Homère, Virgile et Dante visitant le pays des morts, en ont (ou avons) le courage.

(…) 

Le livre d’Hélène Cixous aurait dû, par un concours de circonstances de sa vie professionnelle qui la conduisait à être _ peu après _ invitée _ en une université _ à Jérusalem, se poursuivre en Israël, ce qui explique son titre. Mais elle a préféré _ à très juste titre : Jérusalem va demeurer ici en pointillés pour Hélène Cixous la voyageuse ; et n’oublions pas qu’Oncle Andreas et Tante Else s’y étaient rendus, eux, à Jérusalem ; mais en étaient revenus : ils étaient retournés à Osnabrück _ s’en tenir _ pour ce récit-ci _ à son séjour _ d’avril 2015 _ à Osnabrück. Son grand-oncle était _ en effet _ allé en Israël, mais en fut renvoyé _ par le choc très amer d’un échec douloureux _, pour vivre _ le 6 septembre 1942 _ sa mort tragique à Terezin _ Theresienstadt : le camp en trompe-l’œil des Nazis, en Bohème. Les documents fournis en annexe _ voilà ! _ sont, dans leur cynisme _ innocemment _ assumé (affiches ou petites annonces) _ de leurs producteurs de l’époque _, porteurs des marques _ indélébiles, pour nous qui les avons ici maintenant sous notre nez ; et peut-être pour quelques uns de leurs innocents descendants ; mais les vents de l’Histoire tournent ; et pas forcément dans le meilleur des sens… _ de cette même chiennerie _ voilà _ dont profita Værnet _ un médecin nazi : Carl Vaernet (28 avril 1893 – 25 novembre 1965) est un médecin danois arrivé en Allemagne en 1942. Il se livra à des expériences hormonales (!) sur des détenus du camp de Buchenwald afin de trouver un traitement permettant de « soigner » l’homosexualité, nous apprend wikipedia… _ et qui était la complice nécessaire _ voilà _ à la machine nazie.

(…) Hélène Cixous conduit _ à nouveau ici, dans ce Gare d’Osnabrück à Jérusalem paru en 2016 _ le lecteur dans le labyrinthe _ somptueusement riche _ de la mémoire familiale, arrachant la tragédie

_ « Il y a une tragédie cachée dans la Tragédie dont personne _ dans la famille _ n’a la force de parler. C’est une tragédie naine entrelacée de péchés et d’innocence où tous les personnages ont des reproches à faire à tous les personnages, la rage souffle, à l’idée de dieu, à l’idée d’amour, des reproches à se faire, il n’y a aucun pardon, seulement des chagrins et de cruelles surprises. Qu’il y ait une tragédie cachée _ celle d’Irmgard _ dans un plan noirci de la Tragédie _ de l’Histoire _, c’est cela le tragique. Si je n’écrivais pas, dit le livre _ s’écrivant _, personne ne saurait rien de la véritable Passion d’Andreas« , lit-on, page 68. « Tout le monde l’enterrerait sous les décombres de la mémoire. Omi était sous un parasol à Paradis plage. Elle redoutait le coup de soleil«  : un passage-clé… _

à la _ froide ; et l’enfer, nous le savons, est glacé _ scène objective des archives, pour la replacer sur la _ brûlante _ scène intime, où les mystères _ certes en partie _ demeurent, se nichant _ offrant dans ces menus détails-là une chance, pour nous, de repérage, d’abord, puis, et surtout, d’exploration _ dans un appel téléphonique, dans une lettre retrouvée, dans une réminiscence, dans un rêve _ aussi : l’Inconscient insiste, en ignorant, qu’il est, des variables de la temporalité, nous apprend Freud _, sur une photographie, dans une notule _ marginale _, dans un fragment _ tronqué _ de dialogue _ auxquels nous rend si bien sensibles l’attention intense et sans la moindre lourdeur, jamais, d’Hélène Cixous. Comme chez Marivaux, ce sont les (très brefs) silences (voire rires) entre deux mots qui parlent le plus. Et quiconque cherche si peu que ce soit avec obstination et patience, finit par trouver un minimum de pépites livrées au jeu en partie aléatoire de la sérendipité… Là-dessus, cf mon article du 3 mars 2014 :

René de Ceccatty

Gare d’Osnabrück à Jérusalem :

un livre très important. Merveilleux. Et magnifique !

Ce lundi 14 mai 2018, Titus Curiosus – Francis Lippa

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