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La bibliothèque de 14 000 livres de Carlos Fuentes : ce qu’en dit sa veuve, Silvia Lemus

07juil

Dans El Pais du 4 juillet dernier,

un très intéressant article intitulé La biblioteca superviviente de Carlos Fuentes,

par David Marcial Perez,

et qui donne la parole à la veuve de l’écrivain (Panama, 11 novembre 1928 – Mexico, 15 mai 2012),

Silvia Lemus (née en 1945) ;

dont j’avais remarqué la vidéo d’un remarquable entretien, en 1998,

avec mon cousin l’écrivain argentin Adolfo Bioy Casares

(Buenos Aires, 15 septembre 1914 – Buenos Aires, 8 mars 1999).

….

Voici donc cet article,

qui, au passage, évoque aussi Bioy et Silvina Ocampo.

La biblioteca superviviente de Carlos Fuentes

 

EL PAÍS entra en la casa del escritor mexicano, donde aún permanece su colección personal : 14.000 libros. Es uno de sus pocos archivos que no tendrá como destino la Universidad de Princeton

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La periodista Silvia Lemus, en la biblioteca del escritor Carlos Fuentes.MÓNICA GONZÁLEZ 
DAVID MARCIAL PÉREZ

México – 05 JUL 2020 – 00:30 CEST

Pocos días antes de morir _ le 15 mai 2012 _, Carlos Fuentes escribió el esqueleto de lo que podría haberse convertido en su próxima novela. En una hoja de papel con fecha de mayo de 2012 fue apuntando a mano, con bolígrafo negro, una lista de 28 escenas y personajes: “el baile del centenario”, “Madero”, “la madrugada”, “madre-hijo”. Al terminar, grapó la cuartilla a la pared de su escritorio. Aquella hoja sigue en el mismo lugar ocho años después. En el hueco de la estantería, detrás de la silla de trabajo. Encima del fax, sobre los dos retratos enmarcados de sus padres y al lado de unas viñetas gráficas del New Yorker. Uno de los estilizados chistes recortados del semanario en el que un hombre entra a una peluquería a cortarse el cabello y cuando termina sale de la tienda sin cabeza.

En los cajones también están sus plumas, rotuladores, marcadores de hojas y hasta un hatillo de antifaces para dormir. Una pila de libros, algunos en doble y triple fila, cubren la mesa de madera en forma de ele. “Siempre trabajaba en un huequito a pesar de la mesa grande que le compré. Quién sabe por qué. Manías de escritor”, explica sentada en la silla de trabajo de su marido Silvia Lemus, su esposa durante los últimos 40 años _ depuis 1973 _ y albacea de su legado. Mientras nos explica más anécdotas, Lemus intenta echar el respaldo de la silla para atrás sin conseguirlo: “Al no usarla nadie desde hace ocho años, está tiesa”.

Como si el tiempo se hubiera detenido aquel 15 de mayo de 2012, todo está prácticamente igual en el escritorio de uno los grandes nombres del boom latinoamericano. Incluida la extensa biblioteca _ qui m’évoque tout aussitôt l’extraordinaire bibliothèque de Bioy en son célèbre appartement de la Calle Posadas, dans le quartier de la Recoleta, à Buenos Aires _ que se abre a la izquierda colonizando la pared de la habitación del estudio. Ocho filas de estanterías que van del suelo al techo. Es la zona de ensayos: filosofía, antropología, historia. Otras dos hileras ocupan el espacio de la esquina con traducciones al indio, al polaco o al chino de sus propias obras La muerte de Artemio CruzAuraTerra Nostra _ un sidérant chef d’œuvre !  Solo queda libre una pared con diplomas, la puerta y el ventanal que da paso a la azotea de la vivienda. Más de 14.000 títulos repartidos por toda la casa. Una elegante y ascética construcción de Luis Barragán, el único premio Pritzker mexicano, en un barrio residencial del sur de la Ciudad de México, donde se asentó la pareja tras los diferentes destinos del escritor como diplomático mexicano : París, Washington o Londres. En el apartamento que Lemus aún conserva en la capital inglesa hay otros 8.000 volúmenes.

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Diferentes traducciones de la novela de Fuentes, ‘Aura’.MÓNICA GONZÁLEZ

Dos veces a la semana, una bibliotecaria viene a la casa de los Fuentes a poner orden en el caudal de libros. La colección es uno de los pocos supervivientes del acervo del premio Cervantes mexicano. Casi todo el archivo está ya a resguardo en la Universidad de Princeton por deseo expreso del propio autor. De hecho, los envíos a la universidad estadounidense, donde fue profesor durante la década de los ochenta, aún no han finalizado. Los otras dos habitaciones del estudio guardan cajas y cajas de material. En uno de los archivadores se lee : “Correspondencia 1943-2012. Revisar y enviar a Princeton”.

Silvia Lemus tiene, sin embargo, otros planes para la biblioteca. “Vamos a donarla a la Universidad Veracruzana. Su familia paterna viene de allí”. La decisión también la dejó encargada en vida el autor. El nuevo fondo universitario llevará por nombre Biblioteca Carlos Fuentes Lemus. Su bisabuelo fue un migrante alemán que en el siglo XIX fundó una hacienda cafetalera en el lago de Catemaco. Su padre, ya veracruzano, fue también diplomático. En una de sus primeras paradas internacionales, en Panamá, nacería el escritor en 1928 _ le 11 novembre 1928. En Brasil, mientras su padre trabaja como secretario del embajador, ensayista, narrador y poeta Alfonso Reyes ; el hijo, como él mismo solía contar, aprendió “a ser novelista sentado en las rodillas” del prototipo de intelectual liberal mexicano.

De la larga tradición de escritores-diplomáticos también formó parte Octavio Paz. Ambos se conocieron en París, en 1950, cuando Fuentes tenía 21 años y el futuro Nobel mexicano 35. “Nos hicimos amigos inmediatamente”, cuenta el propio Fuentes en A viva voz, un compendio de conferencias y otros textos sobre literatura publicado por Alfaguara a finales del año pasado. Junto a Elena Garro, Bioy Casares o Silvina Ocampo _ et voici mon cousin et son épouse _, los dos amigos salían de fiesta por los cabarets de Saint-Germain-des-Prés, “donde Albert Camus demostraba ser un gran bailarín de boogie y donde Luis Buñuel regresaba al triunfo de Los olvidados en Cannes”. Cinco años después, ya en México, continuaron las correrías : “organizábamos fiestas toga parties con muchachas muy guapas”. Eran los días de vino y togas, antes del giro conservador de Paz, que lo alejó de Fuentes y tantos otros escritores latinoamericanos. “Aun así —recuerda hoy Lemus— fue un amigo a quien siempre quiso. Lo quiso de verdad”.

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La máquina de escribir Olivetti Lettera 30 de Carlos Fuentes. MÓNICA GONZÁLEZ

En uno de los pocos huecos sin libros en las paredes del estudio hay cinco fotografías enmarcadas de algunos de sus escritores fetiche : Balzac, Kafka, Faulkner, Poe y Melville. A casi todos dedicó el autor mexicano reflexiones y alabanzas. En su libro de conferencias, se centra en una de las primeras novelas de la serie La Comedia Humana, de Honoré de Balzac. El protagonista _ de La Peau de chagrin _ es un joven que recibe de un viejo anticuario una extraña piel con poderes mágicos. Un vehículo para abordar la ambición, la miseria, el ascenso social, o la corrupción como ingredientes del naciente capitalismo. Temas centrales en la novela naturalista y que, de alguna manera, Fuentes integró también en su narrativa. A modo de lección, reflexiona en su ensayo : “Acaso el protagonista balzaciano sea el primer héroe del absurdo moderno”.

De Herman Melville, dice que “la loca cacería de la ballena blanca por el capitán Ahab _ de Moby Dick _ revela el desastre al que puede conducirel orgullo fatal” de un hombre y un país que se despiden de su inocencia”. Una alegoría universal, pero que resuena con fuerza al analizar el México posrevolucionario y la vileza de sus caudillos, núcleo central de La muerte de Artemio Cruz. Sobre Faulkner, del que tanto bebieron los exponentes del boom, destaca la importancia del territorio mítico de sus novelas, el condado de Yoknapatawpha, perdido en algún lugar del sur profundo de EE UU. Y subraya: “Como en los casos de la Comala de Rulfo y el Macondo de García Márquez, a mayor intensidad local corresponde mayor significancia universal”.

Las notas sobre sus lecturas solía apuntarlas a mano, sobre las mismas hojas de los libros o en cuadernos. “Vivíamos siempre rodeados de libros. Los subrayaba, escribía en el margen y utilizaba códigos. Algún día se descifrarán sus garabatillos”, apunta Lemus con una sonrisa. Luego, sale del estudio a la terraza y por unos escalones a la derecha baja directamente al dormitorio. También aquí hay libros. En las dos mesillas de noche. En la del lado derecho de la cama, el lado de Fuentes, todo sigue también intacto desde hace ocho años. La lámpara y los cinco libros : Un ensayo de Orson Wells, otro sobre Faulkner, una antología de poemas de León Felipe, otra de poesía Latinoamericana y una novela policíaca. “La novela negra —explica Lemus— le ayudaba a dormir”.

 

Voilà.

Ce mardi 7 juillet 2020, Titus Curiosus – Francis Lippa

L’empire de l’illusion : pour tenter de comprendre enfin ceux qui n’ont pas bien su voir venir la dévoration du Cyclope nazi

08fév

Comme promis hier,

en mon troisième article à propos de 1938, nuits :

j’en viens à l’amorce de solution qu’esquisse, peu à peu _ sans cuistrerie surplombante, et sans lourdeur jamais, tout est parfaitement le plus discret-léger et subtil possible _, Hélène Cixous, en son 1938, nuits,

à l’énigme de ceux qui se sont _ peut-être incompréhensiblement, du moins invraisemblablement, pour nous aujourd’hui, en un regard rétrospectif nôtre souvent beaucoup trop généralisateur, pas assez attentif-respectueux, porté à-la-va-vite qu’il est la plupart du temps !, de l’idiosyncrasie de détail des situations personnelles particulières, voire singulières, ainsi que des macro- ou micro-variations de celles-ci aussi, et c’est crucial, dans le temps… _ progressivement laissés piéger, et in fine briser-détruire, par les mâchoires du Cyclope nazi _ « Clac ! Cyclope amélioré » _,

dont ils n’ont pas assez su bien voir venir _ pour prendre des mesures préventives suffisamment efficaces pour leur sauvegarde vitale personnelle ! _ la dévoration.

Et dont cet opus-ci tout entier, 1938, nuits,

avec son amorce de solution _ nous le découvrirons _ à l’énigme que je viens d’évoquer _ celle de la dévoration dont ont été victimes un grand nombre des siens _,

se révèle constituer, pour Hélène Cixous, l’auteure et narratrice du récit, une sorte de moyen de fortune _ d’imageance par l’écriture _ pour parvenir à « soulever » et « toucher » vraiment Omi _ ces mots absolument cruciaux sont prononcés à la page 107, et c’est pour moi rien moins que le (discret) cœur battant de ce livre !!! _, Omi sa grand-mère _ décédée le 2 août 1977 _afin de réussir par là à obtenir de celle-ci  une sorte d’analogue _ les personnalités, bien sûr, diffèrent beaucoup ! _  à la très chère conversation post-mortem qu’Hélène maintient et perpétue, avec une formidable vivacité, avec Ève, sa mère, plus récemment _ le 1er juillet 2013 _ décédée…

Continuer de très richement converser post-mortem avec ses plus proches,

sur les modèles donnés par Homère _ avec Ulysse _, Virgile _ avec Énée _, Dante _ avec lui-même et Virgile _,

et aussi Montaigne, Shakespeare, Proust, Kafka, etc. _ soit la plus vraie et belle littérature comme secours de vie, par transmission de la benjaminienne Erfahrung aussi.

La splendide _ quel art ! _ expression « Clac ! Cyclope amélioré » _ à la pointe de la modernité technique et technocratique de dernier cri ! des nazis (au premier chef desquels le diaboliquement ingénieux Reinhard « Heydrich SS Gruppenführer« ) _, page 116,

utilisée à propos de cette dévoration d’un grand nombre des siens par l’hyper-efficace ogre nazi,

intervient au sein d’un _ admirable, une fois de plus _ essai de caractérisation, pages 115-116, de ce que fut, d’abord _ en quelque sorte prototypique _, l’Aktion nazie :

« L’Action ?, dit mon fils _ c’est lui qui parle ici, dans la conversation suivie, de fond (effective ou bien imaginée par l’auteure, à son écritoire), avec Hélène, sa mère ; lui, ainsi que sa sœur : les deux assistant activement (dans le récit, au moins, mais effectivement déjà aussi, c’est plus que possible : probable) leur mère dans son enquête-méditation. Hélène Cixous, comme Montaigne, n’aime rien davantage que converser vraiment, en pleine vérité, ou recherche impitoyable et sans concession aucune, de vérité-justesse. Avec des absents comme avec des présents. Et avec certains absents (tels que certains défunts, aussi), la conversation-interlocution peut aller parfois plus profond dans le questionnement-méditation de fond réciproque : Montaigne nous en donne l’exemple parfait en ses Essaisafin de pallier la terrible défection de son irremplaçable partenaire de conversation, La Boétie.

En-acte s’oppose à en-rêve.

L’Action consomme le rêve _ le court-circuite et détruit.

C’est pas imaginable

_ pour des personnes en pleine santé mentale ; ce qui peut aider à comprendre la réelle difficulté d’anticipation-représentation de la part de pas mal, sinon la plupart, des contemporains de ces « Événements » nazis, en commençant par les victimes elles-mêmes, foudroyées dans leur sidération et, bientôt, tétanie (et nous ne quittons certes pas ainsi la question

(à venir dans la méditation-conversation du texte ; je veux dire le dialogue poursuivi entre Hélène et ses deux enfants ; et parfois même aussi sa mère, Ève, quand celle-ci, quoique décédée le 1er juillet 2015, décide d’intervenir d’elle-même en un rêve de sa fille, Hélène)

de l’illusion : nous y venons, tout au contraire !) _,

on n’imagine pas,

_ mais _ on le fait _ ce si peu « imaginable« « on«  l’agit-exécute, cet inimaginable, pour ce qui concerne les « Aktionneurs« -exécuteurs, rendus absolument serviles, à la seconde même de l’ordre, des décideurs-donneurs d’ordre, en leur obéissant aveuglément-automatiquement, à ces ordres, à la seconde même, de la dite « Aktion« .

Les prisonniers _ bétail à KZ, ici _ ne pouvaient _ eux-mêmes _ imaginer _ avec tant soit peu de réalisme prospectif lucide _ les nazis,

ces gardiens

qui eux-mêmes non plus, méthodiquement décérébrés qu’ils sont ; cf la très intéressante analyse du détail du processus de décérébration proposée par Harald Welzer en son très intéressant Les Exécuteurs _ des hommes normaux aux meurtriers de masse _ n’imaginent pas

et qui font _ appliquent-exécutent à la seconde même (selon l’élémentaire schéma-réflexe, Stimulus/Réaction) de tels ordres reçus-aboyés.

Les gens d’Aktion ne se représentent pas _ ni eux-mêmes, ni ce qu’ils font ; et encore moins autrui (autrui n’existant plus, annihilée-néantisée-pulvérisée qu’est désormais la personne).

Ils dorment _ absolument : d’un sommeil de massue ! _ sans rêve.

Ça s’appelle Aktion

parce que c’est _ _ seulement faire.

Même pas seulement faire.

Pouf ! Pan !

Un mouvement _ unique : même pas en deux temps – trois mouvements ; ce serait bien trop complexe (pouvant laisser le temps d’une malencontreuse seconde de prise de conscience-réflexion-interrogation-doute : contreproductive ! _ : c’est fait.

Je reste saisi _ au masculin : c’est donc le fils d’Hélène qui décompose ici, devant sa  mère, la mécanique foudroyante hyper-efficace de l« Aktion » !.. _

devant l’Aktion _ emblématique de bien d’autres qui vont bientôt la suivre _ de la Nuit de Cristal

_ cette nuit-« Événement » déjà un peu spéciale (ne serait-ce qu’en tant que la toute première de son espèce, et devenant modèle) du 9 au 10 novembre 1938:

il est minuit trente _ le 10 novembre 1938 _ ? Aktion !

Le mot _ -ordre aboyé _ parcourt l’Allemagne, c’est-à-dire le Reich en un instant

_ comme une foudre sans coup de tonnerre un tant soit peu préalable d’avertissement, sans le plus infime recul de léger décalage-délai d’une seule seconde de battement, ni pour les acteurs-Aktionneurs, robotisés, ni pour les victimes-Aktionnées, tétanisées et capturées ;

à confronter cependant à l’image de la nuée d’orage, développée à la page 51, à propos de ce à quoi pouvaient s’attendre, et surtout ne s’attendaient pas (les situations et les réactions, toujours un peu diverses, des uns et des autres, sont toujours un peu elles-mêmes, sur l’instant qui les surprend, en balance…), en matière de déluge, « depuis l’attentat de Vom Rath« , le 7 novembre 1938 à Paris (Vom Rath ne meurt de ses blessures que le 9), Hermann et Siegfried Katzmann, à Osnabrück, la nuit du 9 au 10 novembre 1938 :

« ils s’y attendaient sans conviction _ voilà _ avec un espoir idiot _ le pire n’étant, certes, jamais tout à fait sûr ! la question se posant cependant de savoir si cet « espoir idiot« -là, est, ou n’est pas, du simple fait qu’il est déjà « idiot« , de l’ordre de l’illusion ?.. _, on voit _ certes : suffisamment visibles ils sont… _ les nuages noirs accroupis _ voilà _ au-dessus du ciel comme des géants en train de faire _ concocter-mitonner-usiner _ l’orage, pendant des jours ils poussent, éjectent des éclairs menaçants _ ici, c’est un adjectif, et pas un participe présent _ le déluge se prépare _ voilà : il est très méthodiquement organisé-machiné _, ça tonne, et puis parfois _ hasard, accident, ou stratégie perverse ? _ le déluge se retire, je reviendrai une autre fois _ fanfaronne-t-il…, mais _, quand on le croit passé alors l’orage se déchaîne » _ d’autant plus terriblement que nulle parade un peu efficace de sauvegarde n’aura été mise sur pied… :

soient les sans conteste difficiles et un peu complexes tergiversations de la (à la fois frêle et terriblement puissante) croyance, face à l’ambigüité entretenue avec soin des signes objectifs, eux, du réel. Et anticiper avec un tant soit peu de réalisme, pour ceux d’en face et en bas, peut s’avérer aussi plus compliqué à réaliser en actes, cette anticipation et ses réponses, pour certains que pour d’autres…

« _ On n’a pas la même mentalité, dit Ève _ à qui dit-elle cela ?

était-ce à Fred, il y a quelques années ? mais Ève se détournait vivement de telles conversations (absolument stériles et contre-productives, pour elle : « elle est contre le couteau dans la plaie« , page 79) à propos du passé, et qui plus est lointain ;

ou bien est-ce présentement à sa fille Hélène, en leur conversation post-mortem de cet été 2018 à la maison d’écriture d’Arcachon ? Plutôt ! Et c’est bien Hélène qui, soit engage, soit accepte, pareille conversation-enquête sur le passé, avec sa mère, décédée… L’enjeu final étant ici de parvenir à mieux comprendre, via le cas de Siegfried-Fred Katzmann en 1938 (à partir du témoignage de son Bericht) les tergiversations singulières d’Omi, de janvier 1933 à novembre 1938, ne le perdons jamais de vue… _,

je n’étais pas à Osnabrück en 1933, déjà en 1930 _ et même 1929 _ j’étais partie _ dit Ève _,

_ On n’a pas la même mentalité, dit Fred _ à qui Fred dit-il cela ?

est-ce, ou bien était-ce, à son amie Ève ? (« Fred, nous l’avons connu, il était le dernier ami _ à partir de 1986, après leurs retrouvailles de 1985 à la cérémonie d’hommage du 20 avril 1985, à Osnabrück _ de ma mère _ dit Hélène, page 26 : voilà, c’est là dit on ne peut plus clairement _, finalement nous ne l’avons pas _ vraiment _ connu _ un peu vraiment en profondeur… _, dit ma fille. Il a passé inaperçu« , ajoute aussitôt Hélène, page 26 ; « c’était un intellectuel discret« , dit la fille d’Hélène, page 85) ;

ou est-ce plutôt à Hélène que le dit maintenant Fred, au cours de cet été 2018 d’écriture-méditation-enquête d’Hélène Cixous, à Arcachon ?… _,

c’est moi qui suis allé tout seul contre Goliath, faut-il le rappeler à Ève, « , page 52 ; et là ce serait Hélène qui serait directement prise à témoin par Fred-Siegfried, post mortem, maintenant.

Et Hélène de conclure l’échange, toujours page 52, par cette réplique, terrible de bon sens, de sa mère Ève :

« _ A quoi ça sert dit ma mère _ Ève, donc, essentiellement pragmatique ! _ attendre _ passivement _ pour aller en prison, aller dans les camps, est-ce que c’est nécessaire ? » _ ce n’est même pas d’abord utile ! Autant tout faire pour éviter naïveté et procrastination. Unreadiness.

Nous voilà donc toujours ici, page 52, dans les prémisses de la révélation à venir, et ce sera un peu plus loin (la première occurence du mot se trouvera à la page 60), du concept (freudien, et cette paternité sera clairement évoquée, page 107) d’illusion


C’est alors, toujours page 52, et juste avant cet échange imaginé (ou rêvé) par Hélène, l’auteure, entre Ève et Fred,

que l’auteure pense à « faire la liste _ en quelque sorte récapitulative _ de tous ceux qui sont Dehors  _ des « Mâchoires du Cyclope« « Léviathan«  nazi… _ dans les années étranges _ de janvier 1933 à novembre 1938 _ où il y a encore _ bien provisoirement, mais ça, on ne le sait pas, ni ne peut le savoir vraiment ! _ un couloir _ étroit et fragile, certes, mais encore un peu accessible à certains _ entre Dedans et Dehors et entre dehors et dedans un passage avec une porte _ frontalière _ surveillée, et qui _ incroyablement ! pour nous, du moins, qui regardons maintenant rétrospectivement et de loin… _ échangent _ à contresens de l’Histoire !!! _ le dehors où ils logent _ à un moment _ pour le dedans de la cage » _ mot terrible.

et l’auteure précise cette liste, pages 53-54 :

« de ceux qui _ tel Fred, ou plutôt ici et alors, en 1938, Siegfried Katzmann, à Bâle, où il vient d’achever ses études de médecine, et obtenu son diplôme terminal _ sont en Suisse en sécurité _ de l’autre côté de la frontière _ et qui reviennent « chez nous » _ c’est peut-être Ève qui parle _ sans sembler voir _ comprendre _ qu’ils font le voyage de retour dans la cage _ le mot terrible est donc redit _,

et qui confondent _ mortellement pour leur sauvegarde ! _ danger et sécurité,

et de ceux qui dorment profondément _ un péril colossal pour de tels endormis ! _ pendant le déchaînement ?

ceux qui sont arrêtés, envoyés dans un camp pour Feindlicher Ausländer _ par exemple en France : à Gurs, au Vernet, à Rivesaltes ou à Saint-Cyprien, tel un Felix Nussbaum en mai 1940 _, ou dans un Konzentration Zenter première édition _ tel Siegfried Katzmann lui même, encore, à Buchenwald, le 12 novembre 1938 _, qui cessent _ d’un coup de massue _ de ne pas savoir et sont jetés d’un jour à l’autre dans l’impitoyable savoir _ voilà ! et donc devraient perdre (et perdront, de ce coup violentissime !) leurs illusions _ ayant pour exemple _ le peintre _ Felix Nussbaum _ Osnabrück, 11 décembre 1904 – Auschwitz, 9 août 1944. En voilà un qui découvre _ déjà _ Auschwitz _ avant Auschwitz _ à Saint-Cyprien _ en France, à côté du Canet-en-Roussillon _ avec une différence : il n’est pas impossible _ là, dans la France encore de la République parquant déjà ses propres indésirables, et qui va très vite devenir, dès le mois de juillet suivant, la France de Vichy _ de prendre la fuite. En voilà un qui prend la fuite et la suit, mais seulement pour quelques mois _ retournant en Belgique (occupée) _ et quelques tableaux. Ensuite la fuite s’épuise, on la perd, (…)

_ ceux qui sont en Suisse _ tel Siegfried Katzmann, à Bâle, en 1938 _, ils jouent avec suicide, dit ma mère _ Ève ; et c’est sa fille, Hélène, qui rapporte ici son lapidaire propos _

selon moi, Onkel André _ qui parle ? Les voix rapportées interfèrent : s’agit-il ici de la voix d’Ève, la nièce, effectivement, d’Andreas Jonas ? ou bien de la voix d’Hélène, sa petite-nièce, une génération plus tard ?.. _ qui était jusqu’en Palestine _ Eretz-Israël, c’est déjà loin d’Osnabrück ! _ à Tibériade en 1936, il a fait de gros efforts pour revenir _ certes ! _ à Osnabrück depuis Tibériade _ c’est loin ! _, un petit homme commandé par sa brutale Berlinoise _ Tante Else, née Cohn : ici, c’est Ève qui parle _, selon moi _ Ève, par conséquent _ il est déjà mort à Tibériade de mauvais traitements familiaux _ de la part de sa tendre fille Irmgard, qui le chasse de son kibboutz _ et c’est donc _ en quelque sorte _ un _ déjà _ mort qui est rentré _ suicidairement, nazis aidant seulement, à la marge, à pareille autolyse… _ se faire assassiner _ et ce sera effectivement accompli pour lui à Theresienstadt, le 6 septembre 1942 _, comme si c’étaient les nazis _ voilà ! _ et non pas _ en réalité _ la famille _ sa fille Irmgard, donc _ qui l’avaient tué, et en vérité c’était la méchanceté qui se répandait _ oui _ un peu partout en Europe _ une remarque historiquement importante ! _ avec rapidité et virulence comme une _ hyper-ravageuse pandémie de _ grippe espagnole… Il semble qu’ici se mélangent, et le jugement lapidaire, implacablement ironique et formidablement tonique, toujours, d’Ève, la mère, et le commentaire, un peu plus circonstancié et distancié, de sa fille, Hélène, qui tient au final la plume de ce récit, à la fois rapport, conversation et réflexion-méditation, non dénué d’un formidable et merveilleux humour, qui transporte en un continu d’allégresse (grave) le lecteur…

Un peu plus loin, page 57,

l’auteure envisage une autre source-cause d’« envoûtement«  des futures victimes,

encore innocente, enfin presque, celle-ci ;

« envoûtement«  subi par ceux qui ne se décidaient pas à fuir enfin (!) « la cage » nazie _ au nombre desquels, décidément, sa grand-mère Omi :

peut-être soucieuse, elle, de ne surtout pas perdre ses partenaires attitrés de bridge (« Quand Ève revient en 1934 encore une fois et pour la dernière fois rendre visite _ et c’est à Dresde _ à Omi, sa mère ma grand-mère _ raconte Hélène, pages 93-94 _ joue au bridge comme d’habitude, bien des dames jouent encore, ça pourrait être pire, dit ma grand-mère, elle ne comprend pas Ève » ; et Omi ne veut pas partir : le souci de ne pas rompre le fil de ses habitudes joue donc, et puissamment, lui aussi.

Le mot « cage«  se trouvait répété page 52 et 53.

Mais restons ici à ce passage de la page 57 :

« Selon moi _ dit Hélène, page 57 _, parmi les divers et nombreux envoûtements qui ont ensorcelé _ tel le filtre de la magicienne Circé dans l’Odyssée d’Homère _ tant de compagnons d’Ulysse juif,

il y en a un dont le pouvoir trompeur _ non intentionnel, non malveillant, ici _ne sera jamais assez dénoncé, c’est le Visum. Le Visum est _ qu’on le veuille ainsi ou pas _ l’arme du diable : on promet, on promet, on séduit _ et nous avançons ici vers le concept (freudien) d’illusion, où le désir a son rôle (projectif séducteur) pour aveugler sur la qualité et la valeur de crédibilité de la représentation subjective apposée-plaquée sur le réel objectif, quand on confond (et prend) le réel désiré avec (et pour) la réalité objective même _, on enduit, on hypnotise, on transforme des êtres humains _ séduits par leur propre désir ainsi avivé _ en hallucinés, en paralytiques volontaires,

des philosophes

_ tels un Walter Benjamin ou une Hannah Arendt ;

cf l’admirable récit Le Chemin des Pyrénées de Lisa Fittko : à découvrir de toute urgence ! Lisa Fittko a partagé la réclusion

(préventive des Allemandes et amalgamées, même Juives et anti-nazies, comme mesure de rétorsion prise par le gouvernement de la IIIéme République, en France, à la suite du Blitzkrieg d’Hitler envahissant la Belgique et le Nord de la France, le 10 mai 40)

au camp de Gurs, les mois de mai et juin 1940, avec Hannah Arendt, ainsi que leur fuite ensemble, après le 18 juin, vers Lourdes (à Lourdes où se terre alors en une chambre d’hôtel Walter Benjamin) ;

et c’est aussi elle, Lisa Fittko, qui a ouvert, au dessus de Banyuls, ce qui sera nommé, par la suite, la « voie Fittko«  : pour aider à fuir en Espagne (franquiste) ceux qui cherchaient à échapper coûte que coûte aux griffes et mâchoires de l’ogre nazi ; avec, pour le tout premier passage ainsi organisé par les Fittko en Espagne, Walter Benjamin, justement !, qui se fera arrêter au premier village de la redescente du col, Port-Bou, et s’y suicidera (le 26 septembre 1940) de désespoir : sur la menace d’être prestement renvoyé (par la Guardia civil de Franco) d’où il venait… Fin de l’espoir ? ou fin de l’illusion ?) _ ;

(on transforme, donc) des philosophes

en primitifs fétichistes _ forcenés _ de formulaire administratif,

partout sur la terre pétrifiée errent des Suspendus,

suspendus à la poste, suspendus d’être suspendus de tempsau crochet de l’attente _ quel art sublime de l’écriture ! _,

le poil hérissé, les oreilles dressées, la poitrine contractée,

cela rend les gens irritables, nerveux, maniaques, méconnaissables, abattus _ sans assez de ressorts de survie : suicidaires… _,

Brecht _ lui _ aussi attend, _ en Suède _ le sésame américain n’est pas encore, toujours pas, arrivé,

en Suède aussi _ la Suède est théoriquement protégée par sa neutralité ! _ on s’attend à ce que le nazi arrive plus vite que les visas,  »

_ soulignons encore et toujours, au passage, combien est admirable l’écriture ultra-précise et si libre, en même temps que nimbée d’une sublime poésie et d’un humour « ouragant« , d’Hélène Cixous…

« on vit maintenant dans une vie-à-visa _ voilà ! quelle puissante et magnifique formulation ! _,

il faut un visa pour traverser la rue dit Kafka _ expert s’il en est en Château et Procès _, un visa pour aller chez le coiffeur,

vivre est hérissé de guichets _ et contrôles policiers : comme tout cela est merveilleusement dit ! _,

de plus il n’y a pas _ in concreto ! _ de visa, dit Brecht,

le mot de Visum est dans toutes les têtes mais _ hélas _ pas dans les boîtes aux lettres,

et il n’y a pas de visa pour les bibliothèques », pages 57-58  _ on admirera une fois encore le style de l’auteure, sa subtile profonde poésie du réel le plus juste, nimbée d’un merveilleux humour perpétuellement frémissant et rebondissant …

Et encore ceci, pages 58-59 :

« La cousine Gerda _ Gerta Löwenstein (Gemen, 17 octobre 1900 – Auschwitz, août 1942), fille d’une des sœurs aînées d’Omi, Paula Jonas, et d’Oskar Löwenstein ; et épouse de Wilhelm Mosch, décédé comme elle à Auschwitz en août 1942 _, ma préférée, dit Ève, d’une gentillesse infinie, quand elle est coincée à Marseille, avec les enfants _ Bruno et Anneliese Mosch, qui, eux, survivront _, avec son mari _ Wilhelm Mosch enfermé, lui _ à Gurs, je lui écris _ dit Ève _ viens ici, il y a encore un bateau pour Oran, elle reste dans le crocodile _ voilà ! _, et pour qui ? Ça ne peut pas être pour le mari, laid, joueur, paresseux, violent, sans qualités, je ne comprends pas ces femmes qui aiment ce qu’elles n’aiment pas, il y a un défaut dans la vision _ et voilà que recommence à pointer le détail de la mécanique de l’illusion ! _, et pourtant c’est lui _ Wilhelm Mosch _ qui louche, est-ce qu’elle a trouvé une raison à Auschwitz ? »

« Et il y a aussi les anciens combattants, ceux qui font corps avec leur croix de fer » (…),

« et les veuves de guerre, elles aussi » _ telle Omi Rosie, dont le mari, Michaël Klein, est tombé sur le front russe le 27 juillet 1916 _ (…)


Fin ici de l’incise ;

et je reprends maintenant le fil du texte de la page 115 à propos de l’Aktion :

il est minuit trente ? Aktion !

Le mot parcourt l’Allemagne, c’est-à-dire le Reich en un instant _ cette nuit du 9 au 10 novembre 1938.

Toutes les vitres juives tombent _ à la seconde _ dans tout l’Empire, simultanément _ quel génie (Reinhard Heydrich ?) de conception (technico-administrativo-policière) de la précision d’horlogerie de l’enchaînement mécanique de pareil ordre-commandement-exécution-résultat ! _,

ça ne se pense pas _ ça s’obéit-exécute, en robot, à la seconde : par l’Aktionneur.

L’Aktion est une destruction et une consommation.

Une anticréation _ néantisante _ éclair _ Blitz _

effectuée selon le principe _ de rationalité économique _ du moindre temps _ moindre coût, poursuit page 116, le fils d’Hélène.

La Grande Mâchine _ à crocs monstrueux (de « crocodile«  déchiqueteur démesuré : le mot comporte trois occurrences aux pages 58 et 59) _ ouvre ses mâchoires

et referme le verbe est à l’intransitif.

Clac !

Cyclope amélioré« 

_ la technique devenue technologie a progressé à pas de géants depuis le temps d’Homère et de l’Odyssée

Dans ce passage-ci, pages 115-116,

le mécanisme de l’illusion est abordé-commencé d’être un peu détaillé en l’articulation complexe de ses divers rouages,

mais non pas, cette fois, du côté de ceux qui « se font des illusions« , et vont s’y enliser-perdre-détruire,

mais du côté de ceux qui vont organiser l’efficacité optimale de ce dispositif illusionnant de séduction-sidération-capture-dévoration cyclopéen

_ mensonges colossaux, avec un minimum d’anesthésie préalable des piégés (à surprendre-prendre-capturer, sans déclencher de fuite immédiate !), compris _

pour que les malheureux illusionnéss’illusionnant _ l’un renforçant l’autre, et retour-montée en spirale et accélération du processus fou d’encagement, si difficile à rompre !.. _ n’en réchappent sûrement pas _ cf le processus nécessairement très lent d’ébouillantement de la grenouille en son bocal doucement et très progressivement chauffé jusqu’à finale ébullition, pour éviter un saut au dehors immédiat ! La grenouille se laissant ainsi ébouillanter…

A plusieurs reprises dans le récit,

Hélène la narratrice se heurte à la difficulté

rémanente,

résistante aux pourtant tenaces tentatives d’élucidation siennes _ et de ses enfants : sa fille et son fils, qui l’y aident : s’entrecomprendre est facilitateur.

Mais elle non plus, Hélène,  pas davantage qu’Ève sa mère, n’abdique pas, jamais :

à essayer sans cesse ni relâche de comprendre

_ et de comprendre chacun, si possible, en son idiosyncrasie de situation (ainsi que dans le temps, qui diversifie les perspectives) _ ;

de même que sa mère, ne renonçait jamais à se tenir prête (« ready. The readiness is all« ) à agir

dans la brève fenêtre de temps Kairos oblige… Ève le sait parfaitement ! _ qu’il fallait mettre très vite à profit : à temps ;

et pas à contretemps… :

« Aucune explication

_ qui soit enfin, et au final, satisfaisante ! Même si « la bêtise, c’est _ parfois, souvent, toujours _ de _ précipitamment _ conclure« … La phrase, nominale, est a-verbale.

Je ne comprends _ décidément _ pas pourquoi je ne comprends pas« ,

se répète obstinément, et assez stupéfaite, Hélène, page 107

_ et ces mots-là (« Je ne comprends pas pourquoi je ne comprends pas« ) sont repris tels quels, au mot près, en haut de la seconde page du très clair et absolument lumineux Prière d’insérer volant _ ;

plutôt irritée _ contre elle-même et l’inefficacité de ses efforts renouvelés d’élucidation de ces illusions peut-être singulières des siens (et surtout, in fine, d’Omi, sa chère grand-mère) ; dont parvient encore, souvent (mais pas toujours), à lui échapper l’ultime infime ressort de sa conduite, mortifiée… _, à vrai dire,

que vraiment désespérée face à la chose _ elle-même :

elle cesserait, sinon, de continuer à rechercher toujours et encore à vraiment comprendre ces diverses complexités, l’une après l’autre in fine singulières, oui, car tenant à la particularité (peut-être infinie…) du détail (à retrouver et élucider) des situations effectivement particulières de chacun (soit le pascalien « nez de Cléopatre« …) ; détail qu’il faut alors, chacun après chacun, réussir à débusquer et éclairer pour arriver à vraiment bien comprendre ces complexités idiosyncrasiques singulières ! ;

et avec le recul du temps, et la minceur (ou carrément absence, bien souvent !) de certains témoignages, cette recherche minutieuse infiniment pointue dans le détail (et c’est bien là, en effet, que le diable se cache !) tient quasiment de l’exploit ; telle cette recherche-ci, à partir du cas (et Bericht) de Siegfried Katzmann, et de ce que ce cas-ci peut révéler, ou pas, du cas, à élucider et comprendre, surtout !, celui de la grand-mère d’Hélène : Omi ; recherche-enquête-méditation-réflexion à laquelle se livre ici, et à nouveau, mais jamais complètement toute seule (ses enfants sont eux aussi bien présents auprès d’elle!), dans ce magnifique 1938, nuits, Hélène Cixous ;

or, plus que jamais, la voici qui résiste aux moindres tentations de défaitisme, à tout relâchement de renoncer (à comprendre vraiment !)… _, page 107, donc.

Et, page 101 déjà,

et à propos de ceux qui sont rentrés à la maison

_ tel « Oncle André«  de retour d’Eretz-Israël en 1936, à un mauvais moment (du développement du nazisme), mortellement dépité qu’il était par le comportement que leur avait réservé, à lui et son épouse Else, venus à Tibériade la rejoindre, leur chère tendre fille Irmgard (une Regane, hélas, et non une Cordelia, du roi Lear !), qui les avait repoussés-chassés de son kibboutz du Lac de Tibériade, renvoyés, morts de chagrin les deux, en Allemagne :

d’où cet impossible si absurde retour d’Andreas Jonas et son épouse, née Else Cohen, à Osnabrück… _ :

« Ceux qui sont rentrés à la maison

_ comme, donc, Oncle Andreas Jonas et son épouse, Tante Else, à Osnabrück _,

alors qu’objectivement on ne pouvait _ déjà _ plus _ avec un minimum de lucidité et bon sens… _ rentrer à la maison,

je ne cesse de me dire

que _ décidément, non _ je ne les comprends _ toujours _ pas.

Mais pourquoi _ donc _ je ne les comprends pas ?

_ voilà ce qui obsède plus encore, de façon lancinante au fur et à mesure de ses efforts en continu, la lumineuse Hélène en sa méditation-réflexion-conversation, menée et poursuivie avec ardeur avec ses proches (présents au moins en pensée et imageance), à son écritoire d’été, aux Abatilles, en ce 1938, nuits. Et qu’il lui faut absolument mieux résoudre si peu que ce soit. Une mission impérative ! Parce que y renoncer serait renoncer à ce qui fait le vrai sol (ou les plus solides « racines« ), voilà, de son soi ; ainsi que son œuvre propre.

Et pourquoi mon esprit revient-il _ si obstinément, et patiemment _ depuis tant d’années

cogner _ sans parvenir encore à l’éclaircir-ouvrir vraiment enfin, tout à fait _

à la vitre _ décidément encore opaque et obstruée  _

de cette scène ? »

_ de cet absurde retour (tellement suicidaire, dans le cas de l’« Oncle André«  !) à Osnabrück, « dans la gueule du loup«  nazi…

Voilà un des défis

que se lance à elle-même, en ce 1938, nuits,

celle qui ne cesse, année après année, été après été, en sa Tour d’écriture d’Arcachon-les-Abatilles,

et tant qu’il y aura au monde de l’encre et du papier,

de se lancer-jeter à corps perdu, mais âme bien affutée,

dans l’écriture-imageance visionnaire

de ses questionnements de fond lancinants : pour comprendre.

Comprendre vraiment ce qui advint.

À ses proches.

Et qui quelque part _ plus ou moins insu, mais encore et toujours au travail… _ est aussi fondateur

du vrai soi _ son vrai soi,

qui opus après opus, se découvre-réalise. Splendidement.

« L’Artiste est celui qui n’est pas là et qui _ pourtant _ regarde,

l’invisible qui admire,

le sans nom qui est caché sous le rideau noir et laisse la lumière ruisseler _ plus généreusement _ sur les créatures« , page 27.

C’est là ce que l’auteure nomme le « paradoxe _ visionnaire, en et par le travail de son imageance propre _ de la Création« .

J’en arrive donc à l’apparition progressive des occurrences, dans le texte, du mot (et concept)

d’illusion,

même si à nul moment la méditation-enquête d’Hélène Cixous ne dérive dans le conceptuel ! et encore moins le dogmatique. Certes pas.

Il s’agit d’un voyage d’imageance. D’Art _ en effet ; et pas de philosophie, ni de recherche historique ; même si peuvent en être tirées de telles applications, mais seulement à la marge de cet Art.


En même temps que,

à un détour de la page 60, et presque anecdotiquement à première lecture,

le concept et le mot d’illusion apparaissent,

à propos du lieu _ Bâle _ de la soutenance de thèse de médecine, « en janvier » 1938, de Siegfried Katzmann,

apparaît aussi pour la première fois

le nom même de Freud

_ il y en aura dix occurrences, avec en plus la référence (sans mention alors du nom de l’auteur : « un texte publié en 1916 (…), le sujet : l’illusion« , simplement…) à son L’Avenir d’une illusion, page 107… _

dans cet opus-ci, 1938, nuits.

_ (…) Fred _ ou plutôt Siegfried Katzmann, alors, en 1938 _, dit alors, page 60, Hélène à sa fille, « a soutenu sa thèse de médecine en janvier, Où ? » _ et elle cherche… _

« Où ? Á Munster ? Pas à Munster,

à Hamburg ? non,

à Dresden, c’est non,

l’idée naïve ? non,

désespérée ? non,

auto-illusoire _ nous y voici ! et c’est là carrément un pléonasme ! Peut-on jamais être victime d’une illusion sans en rien ni si peu s’illusionner déjà soi-même ? _

de soutenir sa thèse _ de médecine _ en Allemagne en 1938 quand on est devenu _ voilà ! _ Juif-à-détruire depuis _ déjà _ 1933,

voilà une des idées sur lesquelles Freud _ nous y voici toujours ! _ songe _ tout spécialement, lui-même _ à écrire

s’il a encore _ à bientôt 82 ans, et, qui plus est, rongé-usé par son cancer à la mâchoire _

le courage d’écrire en 1938 _ il va bientôt quitter Vienne (pour gagner Londres) le 4 juin 1938, après l’Anschluss du 12 mars ; et il mourra à Londres le 23 septembre 1939… _

quand lui-même se surprend si souvent _ alors _ dans la position anti-réelle _ donc s’illusionnant ! Oui, lui Freud, lui aussi… _ de saint-Antoine courtisé et jusqu’à harcelé par _ les voici : elles arrivent ! _ les Illusions tentatricesfilles, bien sûr, de ses propres désirs ! y compris, et d’abord, des désirs masochistes, et Thanatos, la sournoise puissante pulsion de mort… _,

des idées en tutu qui viennent faire des pirouettes gracieuses et terriblement perverses autour de la cervelle du vieux sage,

qui font la queue dans la Berggasse en lui sussurant des messages de sirènes _ et re-bonjour Ulysse ! _,

reste avec nous mon chéri, tout cela ne va pas durer, tu ne vas pas changer de carapace à ton âge, ma vieille tortue, un peu de patience, et tous ces tracas seront transformés en mauvais souvenirs,

et lui de se boucher _ à la différence d’Ulysse ligoté sur son mat à l’approche des sirènes dont lui Ulysse ardemment désirait apprécier sans danger (ligoté qu’il était) le chant si beau !… _ les oreilles

et secouer la tête pour ne plus _ cependant _ les entendre _ ainsi _ froufrouter _ quel admirable style, une fois encore ! et quel humour décapant-« ouragant«  ! _,

il y aura _ au futur, mais pas au conditionnel _ une étude à faire _ voilà, voilà ! _ sur la prolifération _ historique, ces années trente-là… _ des automensonges, mauvaises bonneraisons, sophismes auto-immunitaires

_ soient diverses espèces (ou facettes) du phénomène irradiant et irisé de l’illusion !.. _

qui infecte _ vilainement _ les facultés mentales de toute une population

lorsqu’elle se trouve soudain enfermée dans l’enceinte invisible mais infranchissable d’une Allemagne envoûtée et mutée _ tout d’un coup de cliquet sans retour à chaque cran passé _

comme une forêt maléfiée _ victime de quelque maléfice lancé sur elle _ dans la Jérusalem délivrée _ du Tasse.

Tout le monde _ et pas que les victimes juives _ est sous maléfice _ généralisé ! _ dans le pays,

mais ce n’est pas moi qui l’accomplirai

_ cette « étude«  à réaliser… _,

trop vieux, trop tard, pense _ à ce moment 1938 _ Freud à Vienne

à qui _ aussi, peut-être depuis Bâle _ pense Fred _ à lui écrire : la lettre partira ! mais restera sans réponse… _

tandis qu’il volète à l’aveuglette comme un insecte désorienté,

jusqu’à ce qu’il cesse de se cogner à la muraille de verre _ des multiples interdits vis-à-vis des Juifs ;

là-dessus se reporter à l’inifiniment précieux (irremplaçable !) témoignage au jour le jour de Victor Klemperer, dresdois, en son sublimissime Journal (1933 – 1945) _

et se retrouve par miracle _ lui Fred, ou plutôt lui encore Siegfried _ en Suisse en janvier 1938  _ Freud, lui, se trouvant encore à cette date (de juste avant l’Anschluss du 12 mars 1938) à Vienne. À Bâle.

Á ce moment-là, il est _ le bienheureux Siegfried ; mais mesure-t-il assez bien sa chance ? Non ! _ à l’extérieur du _ vaste _ Camp _ tout _ envoûté _ « maléfié« , qu’est désormais le Reich…

Alors le père _ Hermann Katzmann _,

qui est _ lui _ à l’intérieur de l’envoûtement

lui envoie _ d’Osnabrück _ quelques Illusions _ de type familialiste : comme venir à Osnabrück embrasser sa mère (« quand je suis revenu, le 14 octobre ma mère a pleuré de soulagement« , raconte Fred à la page 55 ; et « quand j’ai disparu le 9 novembre, ma mère a pleuré d’épouvante dit Fred, c’est ce qu’on appelle bitter ironie, qui sait ce que le sort nous réserve« , poursuit-il sa phrase, page 55…).

Fred _ ou plutôt Siegfried _ revient _ ainsi, séduit par ce malheureux appât d’affection familiale _ à Osnabrück _ le 14 octobre 1938, page 55, toujours _ juste à temps pour se faire arrêter _ moins d’un mois plus tard _ le 9 _ non déjà le 10 _ novembre _ dans la nuit, à deux heures du matin : eh! oui, nous sommes dèjà le 10 ! _ 1938 avec son père _ Hermann Katzmann.

_ Tu vois, tu vois, dit ma mère _ Ève, à la page 61 : en ce début d’été 2018 de l’écriture, à Arcachon, de 1938, nuits _,

qu’est-ce que tu penses de ça ? _ envoie-t-elle directement à sa fille _

un homme jeune, en bonne santé, pas marié, avec un diplôme, il ne manque pas d’un peu d’argent, l’anglais il parle déjà très bien un peu de français, il est libre _ surtout, bien sûr ! _, il a une chance suisse _ voilà ! _ que des milliers lui envient qui sont déjà derrière les barreaux à venir _ à partir du 10 novembre 1938 : mais c’est très bientôt ! _,

et il rentre lui-même _ le 14 octobre, page 55 _ dans la cage _ nouvelle occurrence de ce terrible mot, page 61 _

pour se faire arrêter _ le 10 novembre suivant _ avec son père, et ça n’a pas tardé,

ça ne me dit rien qui vaille _ conclut ici Ève, à propos des qualités de vigilance-lucidité de son nouvel (et « dernier« , page 26) « ami«  Fred :

« c’était un intellectuel discret (soulignera, à son tour, page 85, la fille d’Hélène),

et pas un pragmatique sur le qui-vive et perpétuellement aux aguets, comme Ève, _,

en 1938 à Osnabrück _ ou bien plutôt à Dresde ? _

avec son frère _ Andreas, ou avec quelque autre de ses parents Jonas et alliés, si c’est à Dresde ;

demeure là, depuis, déjà au moins Gare d’Osnabrück, à Jérusalem, un point d’ambiguïté sur la domicilation d’Omi, tant en 1934, lors de la visite d’Ève Klein, sa fille, à sa mère, Rosie, qu’en novembre 1938, lors du départ-déguerpissage d’Allemagne, enfin, d’Omi, sur les conseils pressants du consul de France à Dresde… A Dresde, avait exercé un temps (puis ensuite à Essen) le beau-frère banquier de Rosie, Max Stern, le mari de sa sœur Hedwig, dite Hete, et née Jonas ; Max Stern est décédé à Theresienstadt le 8 décembre 1942 ; alors que sa veuve, Hete-Hedwig, lui a survécu, et est décédée, un peu plus tard, d’un cancer, aux États-Unis ; et ils avaient une fille, Ellen Stern. Il ne m’est pas encore  aisé de bien me repérer dans les parcours de vie (et mort) des divers membres des fratries Jonas… _

Omi non plus je ne la comprends _ décidément _ pas _ ajoute encore Ève, au bas de la page 60 _,

_ C’était pour attendre mon Visum pour les États-Unis, écrit _ écrit Fred (au lieu de dit ?), écrit Fred dans le Bericht ? Ou bien plutôt dans la correspondance retrouvée plus récemment chez sa mère Ève, par Hélène, correspondance échangée à partir de 1985 (et conservée) entre sa mère Ève, et Fred, « le dernier ami de ma mère » (selon la formule d’Hélène, à la page 26)… _

écrit _ donc _ Fred _ alors encore Siegfried, ces années-là, afin de se justifier de son retour si terriblement malencontreux à Osnabrück le 14 octobre 1938, lit-on, immédiatement en suivant, en haut de la page 61.

_ Ach was ! J’appelle ça un manque de bon sens,

ma mère _ Ève _ balaie _ aussitôt _ Fred le jeune _ c’est-à-dire encore Siegfried en 1938 _,

qui sait si Fred 1985  _ ou 1986 : ce serait-là le moment d’un tout premier échange (et dispute) épistolaire entre Fred, rentré d’Osnabrück (où il s’était rendu pour la rencontre-hommage aux Juifs d’Osnabrück du 20 avril 1985) chez lui à Des Moines, et Ève revenue elle aussi (de la rencontre-hommage d’Osnabrück) chez elle à Paris… _ a changé ? » _ s’interroge avec sa foncière prudence pragmatique Ève Cixous, à ce stade de leurs retrouvailles, qui vont se révéler de stricte « utilité«  de compagnonnage touristique d’agrément (de par la planète), du moins pour elle ; page 61.

Apparaissent donc concomitamment pour la première fois, page 60,

et le mot d’illusion,

et le nom de Freud.

…     

Nouvelles occurrences (au nombre de quatre en cinq lignes) du mot illusion, à la page 63,

lors d’une conversation, en 1937 _ semble-t-il, ou peut-être 1935 ; la mémoire de Fred manque ici de sûreté temporelle… _ à Paris, de Siegfried Katzmann avec Walter Benjamin, « dans le café près de l’ambassade des États-Unis » _ la mémoire visuelle étant plus fiable, pour lui _, en vue d’obtenir le fameux Visum pour gagner les États-Unis d’Amérique :

« il s’agissait de visas,

il faut être sans illusion,

le visa me sera sans doute _ probablement _ refusé _ ou peut-être pas ! _,

mais une petite illusion doit être entretenue,

on ne peut pas ne pas espérer _ voilà : ce serait trop désespérant ! L’espoir aide beaucoup à vivre…

Mais comment distinguer vraiment l’espoir, tant soit peu réaliste-rationnel dans le calcul de ses perspectives, malgré tout,

de l’illusion, aveuglante ?

Même Walter Benjamin a un peu de mal (et en aura jusqu’à sa propre fin ! le 26 septembre 1940, à Port-Bou) à ne pas les amalgamer…

Il n’y aura pas de réponse

_ du moins un peu rapide de la part de l’ambassade américaine, en 1937 ; en tout cas pas avant cette sinistre Nuit de Cristal du 10 novembre 1938, pour Siegfried ; pas plus pour Walter Benjamin, non plus, d’ailleurs…

Gardons l’illusion _ subjective _, dit Benjamin _ plutôt que l’espoir (un tant soit peu réaliste) ? Penser cela semble plutôt désespérant !..

Et Fred _ ainsi conforté, en 1937, par l’autorité du philosophe de renom qu’est Walter Benjamin _ garde _ par conséquent _ une petite illusion« 

_ or ce fut peut-être ce visa américain-là qui, de façon complètement inespérée, surtout à ce moment (de décembre 1938) de l’enfermement de Siegfried à Buchenwald, réussira à le faire quasi miraculeusement sortir, le 13 décembre 1938, de la « cage«  du KZ de Buchenwald (ainsi que de la « cage«  du Reich ! quelques mois plus tard, début 1939) ;

même si le récit,

pas plus celui du Bericht de Fred, en mars 1941,

que celui d’Hélène, en ce 1938, nuits de 2018,

n’en dit (et heureusement) rien.

Car cela tiendrait un peu trop du trop beau pour être vrai ! lieto fine opératique, ou du happy end cinématographique hollywoodien, pour être cohérent, et avec le caractère d’absolue vérité tragique du Bericht, et avec la volonté de lucidité-vérité jusqu’au bout de l’écriture-Cixous elle-même… Et on imagine ici ce que serait le commentaire ironique d’Ève !!! Ces récits risquant de prendre bien trop, par une telle chute, une allure idyllique de conte de fées…

Si un timide espoir luit, au final de ces deux récits, celui du Bericht de Fred, comme celui du 1938, nuits d’Hélène Cixous, c’est très discrètement, et fort brièvement, dans les deux cas de ces deux récits ; mais tout (et même l’impossible !) peut toujours arriver et se produire-survenir au pays de l’Absurdie…

Car cette notule d’« espoir » (plutôt que d’« illusion« … : mais peut-on vraiment, et comment ?, absolument les départir ?…),

est tout de même bien présente in extremis, le lecteur le découvrira,

et dans le Bericht de Fred, de mars 1941, ne serait-ce que parce que Siegfried aura très effectivement survécu à de telles épreuves pour avoir pu, devenu Fred, en témoigner de fait ainsi,

et dans le 1938, nuits d’Hélène, de cet été 2018, que nous lisons, avec un tel dernier chapitre intitulé « Je voudrais parler de l’espoir«  ;

même si c’est assez indirectement, mais pas complètement non plus, dans le Bericht de Fred : page 55, nous avons pu en effet lire sous la plume de Fred : « à la fin est arrivé le Visum pour les États-Unis _ voilà ! c’était annoncé dès ici !, page 55 _, mon père venait de partir pour le Pérou, la lettre de Freud n’est jamais arrivée, ça ne veut pas dire qu’elle ne soit pas partie de Vienne, tout peut ne pas arriver  » ; l’auteure a ainsi l’art de brouiller aussi un peu, mais pas trop, non plus, jusqu’à complètement nous perdre !, ses pistes, histoire de ne pas trop faciliter, non plus, le jeu amusant de nos propres efforts d’orientation de lecteurs, en son récit volontairement un peu éclaté (soit ce qu’elle-même nomme « le poème effiloché d’Osnabrûck« , l’expression se trouve à la page 103) aussi de sa part… C’est là aussi une manifestation de son humour un peu vache… Mais, à qui, lecteur, fait l’effort de chercher et patiemment bien lire, pas mal des pièces du puzzle sont déjà bien là présentes, sur les pages ; à nous d’apprendre à efficacement les ajointer ! Et c’est un des plaisirs fins de la lecture Cixous…

Et c’est à la page 107

que nous trouvons un long développement, important

_ mais toujours léger et sans cuistrerie, ni le moindre dogmatisme de la part de l’auteure-narratrice : ce sont de simples hypothèses envisagées et essayées dans la conversation avec ses proches par Hélène _,

concernant à la fois,

et la personne de Freud,

et le mot/concept d’illusion

_ avec trois occurrences de ce mot en cette page 107 ; et une quatrième à la page suivante, page 108:

« Moi aussi _ c’est Hélène qui parle,

et elle se réfère ici aux lettres-prières pragmatiques, demeurées sans succès, de sa mère, Ève Cixous, née Klein, cherchant à convaincre sa propre mère Rosie Klein, née Jonas (soit Omi, grand-mère, pour Hélène), de venir (d’Osnabrück ; ou de Dresde ?) prestement la rejoindre à Oran, où Ève réside désormais, de l’autre côté de la Méditerranée, depuis son mariage, le 15 avril 1936, à Oran, avec le médecin oranais Georges Cixous, qu’elle a rencontré à Paris en 1935 _ 

je lui écris _ à Omi, et en toute imageance ; c’est donc Hélène qui s’exprime ici _,

en vain _ pour oser espérer quelque réponse effective d’elle !

Et c’est probablement ici la raison de fond ultime et vraiment fondamentale de tout cet opus-ci, pas moins !, qu’est ce 1938, nuits :

obtenir enfin quelque réponse et reprise de conversation avec Omi, en ayant su trouver « les mots qui pourraient la soulever » et devraient « la toucher« , va écrire juste aussitôt après sa petite-fille, Hélène !… _,

je ne connais pas son adresse _ post mortem, à la différence de l’adresse post mortem de sa mère Ève, avec laquelle la communication-conversation, plus que jamais vive et vivante, est et demeure presque continue entre elles deux (soit dans les rêves, la nuit, soit dans l’imageance, les jours de l’écriture…), elles deux qui ont si longtemps vécu côte à côte, tout spécialement les dernières années d’ultra-dépendance d’Ève, décédée le 1er juillet 2013 en sa 103 ème année…  _,

dans les rêves _ voilà ! _ on n’a jamais l’adresse de la grand-mère,

je ne sais pas _ bien _ les mots qui pourraient _ et devraient _ la soulever _ maintenant ! au point de l’amener à y répondre vraiment autrement que par son silence… _,

je lui envoie un texte de Freud _ L’Avenir d’une illusion ! _ ça devrait la toucher _ et susciter sa réaction : une réponse un peu précise, comme celles que sait si bien lui donner, et régulièrement, Ève, sa mère… ; 1938, nuits, est donc aussi (et c’est peut-être même là le principal !!!) une tentative de susciter quelques réponses d’outre la mort, de sa grand-mère Omi, de la part d’Hélène, cette fois-ci, et via cet envoi de l’opus _,

dans sa rêverie trempée de sang le soldat meurt saintement pour l’Allemagne, il laisse derrière lui femme et enfants à manger pour l’Allemagne,

un texte _ de Freud _ publié _ effectivement _ en 1916,

en 1916 le mari d’Omi _ Michaël Klein _ est tué sur le front _ russe _,

le sujet : l’illusion.

Moi aussi _ dit Hélène, au présent de son écriture _ je me fais des illusions _ par partialité, forcément, du point de vue, au moins de départ, de la réflexion (et des échanges) _ : parce qu’Omi est ma grand-mère, et la mère d’Ève.

Pendant qu’elle _ Omi, à Osnabrück ; mais Omi, en 1938, ne se trouve-t-elle pas plutôt à Dresde ?.. Car c’est bien, page 104, le consul français à Dresde qui finit par la décider, aussitôt après la Nuit de Cristal, à quitter dare-dare l’Allemagne, afin de rejoindre sa fille Ève en Algérie… ; de même que c’était à Dresde, aussi, qu’Ève était venue pour la dernière fois, en 1934, en Allemagne, rendre visite à Rosie pour quinze jours… Que penser de cette persistance de Dresde (en 1934, en 1938) dans la vie d’Omi ?.. À méditer ! Bien sûr, la communauté juive d’Osnabrück a bénéficié d’un colloque marquant, le 20 avril 1985 ; et des pavés dorés sur les trottoirs marquent désormais les anciens lieux de résidence des Juifs assassinés par les nazis, dont les Jonas, à Osnabrück… Ce qui n’est peut-être pas le cas à Dresde… _

répond par lettre à sa fille _ Ève _, en Afrique tout le monde est noir (sic),

la brigade Kolkmeyer défile sur la place _ d’Osnabrück _

mais tout est illusion

_ comment vraiment bien comprendre cette formulation ? Est-ce là s’incliner devant un invincible perspectivisme, d’ordre par exemple monadologique, à la Leibniz ? Page 46, se trouve la formulation « Chacun sa tragédie, chacun pour soi«  ; et nous retrouvons à nouveau ici la très grande difficulté de parvenir à vraiment « s’entrecomprendre«  (le mot se trouve à la page 101) ; cf mon précédent article du 6 février dernier :  _,

je n’arrive pas à croire _ se disent définitivement, et Ève, et Hélène _ qu’Omi ne déménage pas demain.

Elle récite _ irréalistement, se berçant-grisant d’illusions humanistes inappropriées à la situation du nazisme… _ du Gœthe.

_ Ce n’est pas un raisonnement, dit ma fille, c’est un comportement conjuratoire _ une conduite irrationnelle magique.

On n’arrive pas à croire _ vraiment _ ce qu’on voit » _ sans le voir vraiment, non plus,

en ses trop partiales focalisations.

Or, quand Siegfried Katzmann réussit

_ par quels invraisemblables biais ? nous ne le saurons pas, du moins directement ; probablement grâce à l’obtention inespérée du visa américain demandé à Paris en 1937 ; mais lui-même, Fred, par anticipation, l’a annoncé, mais comme subrepticement, pour nous lecteurs; à la sauvette, à la page 55 : « à la fin est arrivé le Visum pour les États-Unis«  _

à quitter le camp de Buchenwald, en décembre 1938 (le 13 ?),

mais on ignore _ et le lecteur ici ne l’apprendra pas ! _ par quels détours compliqués ou absurdes des administrations _ américaine et allemande nazie _ ;

et que,

« la tête rasée« ,

il croise-contemple, au passage, la maison de Gœthe, à Weimar _ qu’il traverse en quittant Buchenwald, tout proche _,

« relâché _ qu’il vient d’être du KZ _ dans les rues de la ville,

chaque rue 1939 _ ou plutôt 13 décembre 1938 ? _

qui autrefois _ à lui, lui aussi, lecteur de Gœthe _ lui était aussi familière qu’une cousine _ assez régulièrement fréquentée _

est maintenant irréparablement _ voilà ! _ étrangère.


C’est Siegfried qui a changé : il est devenu orphelin d’illusions
« 

_ maintenant décédées au KZ de Buchenwald ;

car un très crucial fil matriciel a été, et possiblement pour jamais (mais qui sait vraiment ?)

rompu, tranché net,

sans retour.

Le mot illusion revient encore une avant-dernière fois à la page 111 :

en son voyage-aller vers Buchenwald, dans l’Omnibus _ « C‘était un Mercedes, puissant, avec cette carapace qui donne à ces véhicules l’allure d’un mastodonte. On se sent enfourné dans un ventre, petite bouchée de viande mastiquée« qui transporte les Juifs prisonniers vers le KZ,

Siegfried-Fred est particulièrement sensible, durant tout le trajet, au « Silence.

Un silence armé violent, silence _ terrorisé _ de plomb.

Même l’oiseau que Fred a cru entendre,

illusion, plomb« .

Et encore une toute dernière occurrence de ce mot « illusion« , à la page 139,

en la page d’ouverture du quatrième et dernier chapitre, intitulé « Je voudrais parler de l’espoir » _ et c’est Hélène qui parle, avec recul, en ce titre de dernier chapitre _ :

« à aucun moment _ là c’est Fred qui raconte en son Bericht de mars 1941 _ on n’a pensé _ car c’était bien impossible, et le « on«  est un « on«  collectif des prisonniers du KZ… _ à _ raisonnablement _ espérer

_ et il était encore bien plus difficile alors, forcément, de se laisser aller-bercer-prendre à s’illusionner ! _,

chaque minute était abrupte _ et d’une violence implacable, en son tranchant comme en sa terrible écrasante pesanteur _ comme un rocher,

on ne pense rien,

on va _ seulement _ de défaite en défaite

_ voilà !

nul espace mental, pas davantage que physique, ne laisse, ici et alors, le moindre interstice pour quelque projection fantasmatique que ce soit, de désirs à plaquer sur pareille massivement « abrupte«  violentissime absurde effroyable réalité ! Désirs et réel étant totalement absolument incompossibles, voilà !, en cet Enfer du KZ !!! ;

je pense ici au détail descriptif si remarquable de l’Être sans destin, d’Imre Kertész, qui se déroule, lui aussi, comme le Bericht de Fred Katzmann, en grande partie à Buchenwald ; ainsi, encore, qu’à son saisissant et extraordinaire récit de retour, Le Chercheur de traces, de Kertész lui-même se racontant, très ironiquement, revenant longtemps après son premier séjour au camp, à la fois à la gœthéenne Weimar, qu’il visite, et à un Buchenwald muséifié (de même qu’à Zeitz, un camp-chantier subordonné à Buchenwald, et laissé, lui, quasiment tel quel ; ce texte admirable, publié en 1977 à Budapest, a été aussi republié plus tard, après 1989-90 et la chute du Mur, au sein du superbe recueil Le Drapeau anglais ! _,

on n’a pas d’illusion _ à laquelle tenter d’imaginer se raccrocher fantasmatiquement si peu que ce soit,

se bercer… _,

on n’a rien _ rien du tout _,

on ne veut pas, c’est tout,

il n’y a que du temps à l’infini le même

et pas d’avenir » _ sans destin, donc ; soit l’intuition même de Kertész !

Avant qu’in extremis,

ne surgisse l’improbable libération _ « du kamp et pour la vie« , page 144 _ d’un prisonnier,

Max Gottschalk, d’Osnabrück

_ « le fils du marchand de bestiaux« , page 144, dont ses concitoyens prisonniers au KZ savaient tous qu’il avait sollicité un visa de sortie d’Allemagne pour les États-Unis _,

donnant enfin une mince occasion,

à chacun de ses concitoyens et coréligionnaires d’Osnabrück,

d’espérer si peu que ce soit aussi, à son tour, et pour soi-même,

car « tous ceux d’Osnabrück savaient que Gottschalk avait demandé un visa pour l’Amérique.

C’est comme s’il l’avait eu dans sa poche » :

« Chacun a sursauté en sentant revenir _ _ l’espoir

_« dans les ténèbres une lueur d’espoir. Schimmer. Scintille« , page 143 _

dans le cadavre _ en putréfaction déjà _ de l’existence » _ dans le KZ de Buchenwald _, page 143…

A coté de la dangereuse illusion,

scintille donc une mince lueur d’espoir, un tout petit peu réaliste, ou rationnelle, par conséquent

_ mais espoir et illusion sont toujours si difficiles (ou impossibles ?) à distinguer-dissocier…

Mais il faut souligner aussi que

c’était alors l’époque _ cet automne 1938-là _ où Hitler ne désirait pas encore nécessairement _ et surtout n’avait pas commencé d’entreprendre très méthodiquement _ la destruction massive immédiate de tous les Juifs d’Europe (dont, aussi, ceux d’Allemagne),

commençant par mettre en œuvre d’abord la simple expulsion _ soit le plan dit Madagascar _ de ses Juifs hors du territoire du Reich ;

c’est ainsi qu’allait être organisée en octobre 1940 la déportation au camp de Gurs, par train,

dans le lointain sud-ouest de la France, au pied des Pyrénées, 

des Juifs du Land de Bade

_ parmi lesquels Wilhelm Mosch, mari de Gerta (ou Gerda) Löwenstein,

la cousine « préférée«  et « d’une gentillesse infinie » d’Ève ! comme Ève l’indique à la page 58 de 1938, nuits) ;

Gerda et son mari finissant un peu plus tard en fumée à Auschwitz, au mois d’août 1942.

Il y a donc bien des illusions mortelles.


Ce vendredi 8 février, Titus Curiosus – Francis Lippa

L’humour « ouragant » d’Hélène Cixous : de Siegfried Katzmann lecteur de Freud et Walter Benjamin, en 1937-38, à Fred Katzmann, « petit homme gallinacé » et « le deuxième ultramoche parmi les prétendants » d’Eve, après 1985-86

07fév

Hier, au terme de mon second article à propos de 1938, nuits, d’Hélène Cixous

_ soit d’abord, en prologue,  le 4 février,

puis  hier 6 février _,

j’en suis venu à désirer placer maintenant le focus de mon regard-lecture-analyse

sur un élément à mes yeux capital de l’œuvre d’Hélène Cixous :

son formidable et merveilleux humour

_ et c’est un élément tout spécialement actif, en contrepoint (permanent ; et c’est un trait de famille : son père, Georges Cixous, sa mère, bien sûr, Ève Klein-Cixous, ses deux enfants, sa fille et son fils, sa tante Erika Klein-Barme, etc.) de l’horreur narrée, en cet opus nouveau-ci, 1938, nuits,

et cela tout particulièrement à propos du personnage-pivot de cet opus qu’est Fred Katzmann,

qu’Hélène, elle, à la différence de son fils et de sa fille (chez laquelle Fred a, avec Ève, au moins résidé quelques jours, « à Ithaca New-York« , « en 1988« , comme indiqué, au passage (page 86) de la conversation d’Hélène avec sa fille et son fils, conversation développée aux pages 84 à 88) ;

Fred Katzmann, donc,

qu’Hélène, donc, n’a peut-être jamais (dans le récit, la chose demeure dans le flou) rencontré de son vivant (Fred Katzmann étant décédé à Des Moines, Iowa, le 18 septembre 1998 ;

cependant, page 10, Hélène dit ceci, à propos de sa mère Ève :

« Bien des fois, j’ai cru la perdre _ pour un homme, qu’Ève aurait donc suivi ? _, je l’ai perdue _ en vrai ? du vivant d’Ève ? qui serait de fait partie rejoindre un homme ? ou bien s’agirait-il bien plutôt, voilà !, d’une perte (par intermittences) de rêve, ou dans les rêves ?.. Ève se mettant à déserter les rêves de sa fille, Hélène ? Á ce stade du tout début de l’opus, page 10, le lecteur est incapable de savoir sur quel pied il va bien pouvoir danser, en ce récit sans guère de repères sur lesquels pouvoir un peu compter pour se fixer tant soit peu en une relative stabilité de l’ordre du discours : la narratrice jouant à s’amuser un peu de nous, ses lecteurs un peu désorientés… Tout flotte encore un peu, avec légèreté, dans de l’indécidable ; et c’est une forme d’humour de l’auteur vis-à-vis des lecteurs entamant ici avec confiance leur lecture… _, elle est revenue.

Cela me fait penser _ nous y voilà donc _ au voyage _ lequel ? Fred et Ève en firent plusieurs, dans des pays lointains, pour des vacances (nous l’apprendrons plus loin, aux pages 85, 86, 88, par exemple : Hawaï, New-York, Istanbul, Buenos Aires, Majorque…) ; qu’a pu donc avoir de particulier ce voyage (de « road movie« , évoqué page 10 : qu’est-ce à dire ?) auquel Hélène fait allusion ici ?.. _ qu’elle _ Ève _ a  fait avec Fred _ nous y voilà ! Et telle est la première apparition (onirique ? et de quand daterait un tel rêve ?..) de Fred Katzmann dans cet opus, 1938, nuits _

j’étais occupée _ en réalité bien effective ? ou seulement en pensée ou imagination, voire en un rêve ?à Des Moines, en Iowa, en 2000 _ mais à cette date, Fred, lui, est déjà mort (le 18 octobre 1998) ! S’agirait-il ainsi, là, d’un rêve ?.. C’est bien possible : Hélène sait aussi en jouer… _,

Fred avec sa Cadillac blanche, c’est lui qui conduisait _ où, dans l’Iowa, à partir de Des Moines ? et quand donc ? En un rêve rêvé par Hélène en 2000 ? Ou bien un rêve censé se dérouler, lui, en 2000 ? Et pourquoi alors une telle date ?.. Du fait du nombre rond ?.. _, il est un peu plus jeune qu’elle _ de deux ans _, il n’a pas tout à fait 90 ans _ en effet, en 2000 : né en 1912, et décédé en 1998, Fred ne les atteindra pas vraiment ; il aura seulement 86 ans… ; mais en 2000, il serait bien né il y aurait 88 ans… _, elle dit : il fait plus vieux que moi.

Je les ai regardés prendre la grande route, pour leur road movie _ comment l’interpréter ? s’agit-il là d’un pur cliché onirique ? Hélène s’amuse avec nous, ses lecteurs… _ Fred s’était fait une élégance de fiancé américaine, américaine l’élégance, une rose blanche à la boutonnière, Ève comme d’habitude, pantalon, bons souliers _ de marche ou de randonnée _, prête, ready, the readiness is all _ Shakespeare, Hamlet, V, 2 _, tu connais ça ? _ serait-ce à Fred que s’adresserait ici Ève ? Probablement oui, même en ce rêve d’Hélène… Selon Ève, c’est du Heine, Fred démarre deux secondes trop tard, ils entrent dans l’immense route américaine.

Cinq jours passent, ont passé _ sans recevoir de nouvelle d’eux deux et de leur Cadillac… _, à la fin je n’ai plus retenu mon angoisse ou ma colère, après cinq jours s’ils étaient morts sur la route, j’en mourrais, s’ils n’étaient pas morts une énorme colère me transporterait _ de n’avoir pas reçu de nouvelles _, et le sixième jour j’ai éclaté. Ève n’avait pas vu le temps passer _ ni pensé seulement  à passer quelque petit signe, un petit coup de fil à Hélène, pour la prévenir que tout allait bien... Pour Fred non plus le temps ne passe pas _ d’abord depuis (et du fait) qu’il est décédé ; nous savons, à ce stade du récit, page 190, si peu de choses de lui ; il n’est guère davantage qu’une mince silhouette, de quelques rares traits. Vous auriez pu m’appeler ! criai-je. Assassins !

Ils changent de temps selon la langue de leur échange. En 2000 _ Fred est mort depuis le 18 septembre 1998  _ ils voyageaient en anglais, mais pour se disputer venait l’allemand. Avec moi, le français. Je criais en français » _ dans ce rêve, rêvé en 2000 par Hélène, ou bien se déroulant en 2000 pour Hélène ? Mais qu’est-ce qui donc, à ce moment-là du passé, aurait pu lui faire penser-rêver à ce Fred ? Hélène est donc encore bien loin d’avoir découvert le Bericht qui va lui faire regarder d’un tout autre œil celui qui était demeuré pour elle un simple « M. Katzmann«  !..

On ne sait pas non plus ce qui dans les faits advenus permet au fils d’Hélène de parler, lui aussi, comme sa sœur, assez précisément, et avec humour, de Fred Katzmann, aux pages 85 à 88 (« C’était le deuxième ultramoche parmi les prétendants _ des vieux jours d’Ève : en 1986, Ève (née le 14 octobre 1910) a atteint les 76 ans _, dit mon fils, mais le contraire du premier ultramoche _ sans plus de précision ! _ que je haïssais, je le trouvais _ lui, Fred _ sympathique _ le fils d’Hélène a donc connu au moins ces deux prétendants-là, « ultramoches«  _, l’œil vif, le pas petit saccadé comme d’une poule. D’une marionnette « , page 86) ; il se peut ainsi que lui aussi l’ait très effectivement rencontré, et observé ; et possiblement, comme sa sœur, aux États-Unis… ;

et, d’autre part, Hélène, quant à elle, pourrait, aussi, c’est une autre éventualité-hypothèse, ne s’être rendue (mais était-ce en réalité vraie ? ou seulement en rêve ?.. Se pose la question !) à Des Moines, Iowa, qu’en 2000, soit postérieurement au décès de Fred Katzmann (survenu le 18 septembre 1998) : qu’y serait-elle venu y faire, ou y chercher ? et pour quelles obscures raisons ? Elle ignorait tout alors de ce petit « trésor«  (page 9) qu’allait devenir pour elle le Bericht de Fred ! Au cas où ce ne serait pas en rêve qu’elle s’y serait rendue, à Des Moines, Iowa… ;

en se souvenant de cette remarque de la page 10 (à propos d’un voyage de road movie, en Cadillac blanche, de Fred et Ève), à saisir (ou manquer) au vol de la lecture qui débute, mais trop elliptique pour ne pas demeurer au lecteur, et encore ! si il y fait attention, plutôt énigmatique, à la seconde page, page 10, donc, de 1938, nuits : le lecteur, surtout rapide, ne prend guère garde alors, à ce moment, à pareille allusion pour lui bien vague (et très anecdotique) au point de lui sembler carrément gratuite !), faute de référentiel factuel un peu solide auquel pouvoir, dès ici de son début de lecture, se raccrocher… : « j’étais occupée _ à quoi donc faire de beau ou d’utile ? _ à Des Moines, en Iowa, en 2000« , déclare ainsi ici, à la volée, et quasi clandestinement, Hélène, la narratrice ; à moins que ce séjour d’Hélène à Des Moines Iowa, soit sans le moindre rapport avec la personne de Fred Katzmann, vague compagnon de voyage occasionnel de sa mère…

Et c’est là un des traits assez marquants, à mes yeux du moins, des récits parlés (telle une conversation devant un amical lecteur un peu attentif…) d’Hélène Cixous ; soit une façon aussi d’allumer-attiser un peu, sur le vif, la curiosité du diligent (et bienveillant) lecteur complice, comme le dirait un Montaigne :

Siegfried-Fred Katzmann (Burgsteinfurt, 15 août 1912 – Des Moines, 18 septembre 1998), donc :

il est un personnage éminemment tragique en son présent, puis passé, de Siegfried Katzmann en Allemagne, lors de l’épouvantable effroi des nuits d’Enfer de 1938 (et peut-être 39), à Osnabrück, puis Buchenwald ;

puis, il est devenu un personnage un peu comique, du moins à partir de 1985 et ses retrouvailles, le 20 avril de cette année-là, à Osnabrück, avec sa coréligionnaire et concitoyenne de jeunesse, à Osnabrük, avant 1929, Ève Klein, (devenue en 1936, par son mariage à Oran avec Georges Cixous, né, lui, à Oran le 9 mai 1908 et décédé à Alger le 12 février 1948, Ève Cixous),

du moins aux yeux d’Ève (« on le reconnaît à coup sûr à son petit format cagneux, voix sonore, petit homme », dit-elle, page 14), mais aussi des enfants d’Hélène, sa fille et son fils, qui l’ont semble-t-il un peu rencontré, notamment à New-York, en 1988 (et quid, ici du « restaurant de la rue de Trévie«  (à New-York ?..) dans lequel Fred « s’est fait voler son portefeuille«  resté dans une poche de sa veste accrochée à un portemanteau du restaurant ?, ainsi que l’évoque la fille d’Hélène, à la page 86.

Existerait-il donc une « rue de Trévie » à New-York ??? :

métamorphosé qu’il s’est, ce Siegfried allemand d’Osnabrück, en traversant l’Atlantique en mars 1939 sur un bateau néerlandais, le « Nieuw Amsterdam« ,

en Fred Katzmann américain de Des Moines, médecin orthopédiste pour enfants, porteur, à l’occasion, de « chemises hawaïennes et de colliers de fleurs« , voyageant en vacances de par le vaste monde, avec Ève, retrouvée par lui à Osnabrück le 20 avril 1985, pour une cérémonie d’hommage aux Juifs d’Osnabrück :

« Il avait envie de jouir de la vie, on parlait restaurant _ c’est ici la fille d’Hélène qui raconte, page 85 _, ils _ Fred et Ève _ vont à Hawaï ; je vois les photos de Fred avec la chemise hawaïenne et le collier de fleurs, une des raisons pour lesquelles on _ un référentiel collectif, qui semble réunir ici Hélène et ses deux enfants _ n’a jamais tenté d’accéder _ vraiment _ à lui

_ vraiment, et vraiment sérieusement ; avant de découvrir son Bericht (rédigé en 1941), laissé sur une étagère de son couloir par Ève, et qui dormait là, sans avoir été lu par quiconque (pas même Ève, fort peu soucieuse du passé : « Ma mère laisse traîner le rapport de Fred, sur une étagère depuis l’année 1986, elle ne le lit pas. Ça ne sert à rien, elle est contre le couteau dans la plaie« , page 79), avant qu’Hélène ne le découvre, ce Bericht (« c’est de l’or« , « ce trésor« , page 9), en 2018… _,

c’est quelqu’un qui ne faisait pas d’histoires » ; et qui a cependant été « le « personnage familier » pendant plusieurs années _ une dizaine d’années tout au plus, à partir de 1986, énonce ici la fille d’Hélène, toujours page 85, pour de banals voyages de tourisme de par le monde, en compagnie de sa grand-mère, Ève…

Une pièce rapportée par Ève, qu’aurait-il _ donc bien _ pu dire _ d’un peu original et vraiment intéressant, autre que des clichés _ à la famille d’Ève ? » ;

mais aussi, et c’est l’expression immédiatement suivante, probablement encore dans la bouche de la fille d’Hélène ; mais ce pourrait être aussi dans celle de son frère : car ils sont bien d’accord sur leur image de Fred, l’un deux laissant échapper un « On en a vu défiler des hommes à côté d’Ève«  (toujours page 85) ; une remarque apparemment anodine, mais factuellement assez intéressante : Ève, toujours active et en chemin, souliers de marche ou randonnées aux pieds, était éminemment pragmatique, et restée jeune, et pas seulement d’esprit, longtemps ; et quasiment jusqu’au bout… ; cela, nous l’apprenons ici, au détour de ces remarques plutôt anodines… ;

et avec lequel Fred,

je reviens ici sur la focalisation du discours-conversation sur lui spécialement entre Hélène et ses deux enfants,

il semble bien qu’Ève a effectivement fait pas mal de voyages (de tourisme) à travers le monde : « Pour Ève, Fred servait (sic : Ève est fondamentalement une pragmatique !) à voyager. Istanbul. Buenos-Aires. Majorque« , page 88 ; le narrateur demeurant ici indistinct au lecteur ;

lui, Fred, avait peut-être vis-à-vis d’Ève, quelque arrière visée matrimoniale (Fred était en effet devenu veuf, à Des Moines, en 1983) ;

mais, outre qu’il était « ultramoche«  (page 86 ; et le criterium esthétique est rédhibitoire pour Ève ! elle le proclame bien fort, à propos des hommes : « J’ai pas rencontré tellement d’hommes intéressants. J’ai vu pas mal de médecins _ Ève Cixous, devenue veuve le 12 février 1948, avait créé à Alger une clinique d’accouchements ; elle était sage-femme. Ils étaient mariés. René, c’était un bon camarade. Un garçon bien, intelligent, honnête, on a fait des voyages, c’était pas la grande générosité mais il était gentil.

Finalement Fred, le seul Allemand, un médecin, et pas marié _ en fait veuf depuis 1983. Un homme très intelligent. Mais, qu’est-ce que tu veux, la limite, c’est mon sens de l’esthétique« , page 15 : Fred était « ultramoche« , page 86…),

« Ève avait _ aussi _ dit qu’il était impuissant » (page 85) ;

en conséquence de quoi « Ève ne pouvait _ décidément _ pas être amoureuse de lui c’était un intellectuel discret » (énonce encore l’un des deux enfants d’Ève, pour justifier leur absence de vraie curiosité à son égard, toujours page 85)… _

j’en suis donc venu à penser à placer maintenant le focus de mon regard-lecture

sur un élément à mes yeux capital de l’œuvre d’Hélène Cixous :

je veux dire son formidable et merveilleux _ toujours présent _ sens de l’humour.

Un humour tout à la fois extrêmement léger,

mais aussi proprement « ouragant«  _ au participe présent ! cette forme verbale de l’action étant utilisée par l’auteure à la page 24 de 1938, nuits ;

et en voici l’occurrence :

l' »Événement » (et il s’agit, en cette occurrence-là, de celui de la « Kristallnacht » !« advient partout, imprévisible, ouragant, déchaînant des éléments encore inconnus, émissaire de la fin du monde«  ; c’est dire là toute la démesurée puissance de ce qui vient ouraganer…

Ouragant au passage aussi le lecteur ! qui en est bouleversé…

Et cet humour, Hélène,

qui le partageait tellement

_ et même, et peut-être surtout, au cours de leurs épiques disputes _

avec sa mère Ève,

continue de le partager aussi _ mais sans se disputer ! _ avec ses deux enfants,

avec leur regard à la fois terriblement amusé _ et amusant _,

en même temps que terriblement lucide

sur les traits _ défauts comme qualités _,

les travers,

des personnes croisées et rencontrées,

tel ici ce pauvre Fred, le médecin orthopédiste pour enfants de Des Moines, Iowa,

et compagnon de quelques uns des voyages tardifs d’Ève, de par le monde, à partir des années 1986-87-88,

_ et suite à leur(s) rencontre-retrouvailles (depuis 1929) à Osnabrück le 20 avril 1985,

pour le colloque en hommage aux Juifs d’Osnabrück, organisé par Peter Junk et Martina Sellmayer _

et qui a eu de plus en plus de mal à marcher

au fur et à mesure de son vieillissement…

Cet humour ouragant, donc,

que Hélène Cixous partage avec les plus grands,

tels Montaigne, Shakespeare, Proust,

ou Kafka.

Je parlerai de Freud et de l’illusion

dans mon prochain chapitre

à propos de ce très riche récit _ « une banque de graines« , « des graines de vérité« , des expressions cruciales : à prendre très à la lettre ! (page 11) ;

ou encore « un trésor » (page 9) _,

nous avait averti l’auteure,

en ouverture de ce récit sien,

et à partir de sa lecture comme « hypnotisée » du Bericht de Siegfried-Fred Katzmann,

rédigé par ce rescapé de Buchenwald

en une semaine « hallucinée » de mars 1941, à Des Moines, Iowa,

à la page 11, de 1938, nuits


Ce jeudi 7 février 2019, Titus Curiosus – Francis Lippa

Le volet 3 du triptyque Osnabrück-Jérusalem d’Hélène Cixous : le shakespearien Défions l’augure _ une méditation sur l’imageance de l’écriture

12juin

Passons maintenant au volet 3 du triptyque Osnabrück-Jérusalem d’Hélène Cixous :

Défions l’augure, paru le 18 janvier 2018, aux Éditions Galilée ;

au titre que je traduis pour ma part en

« Courage, luttons ! Osons nous battre !

Ne nous laissons pas-jamais arrêter-abattre

d’abord par la peur,

et enfermer-prendre-tuer-mourir dans la nasse

incontournable promise ! »

sans avoir rien fait si peu que ce soit contre ;

mais sans cesse, ni le moindre relâchement d’un seul instant de fatigue _ car là est la lâcheté : se relâcher ! _,

« osons toujours toujours foncer, lutter, résister !

ne pas-jamais nous laisser faire-défaire-annihiler

sans rien faire contre

le presque et affirmé-dit-prédit cru inévitable« ,

quoiqu’il en coûte, et fusse au prix ultime de notre propre vie _ à jamais sale-salie sinon _ ;

prix qui,

de toutes les façons envisageables

à retourner en son esprit,

et même au cas ultime, possible et même assez probable, de notre propre défaite et même mort,

restera toujours toujours inférieur, et de considérablement loin,

au poids et peine impossibles à porter pour toujours,

incommensurables,

du malheur éternel poissant _ la tâche indélébile-ineffaçable de Lady Macbeth… _

de l’infamie à jamais

de la reddition d’une défaite d’inertie à plate couture en rase campagne

sans avoir si peu que soit combattu !

la quasi invincibilité affirmée-crue de cette adversité

augurée-là.

Ne nous laissons pas abattre

du seul fait du sinistre pressentiment subi

de la défaite incontournable-implacable à-venir

et de l’absolue invincibilité augurée, face à nous, sans remède apparent à portée,

de la mortellement surpuissante, pauvres de nous, adversité ;

mais osons redresser la tête et

avec au moins égale vigueur

défier l’augure nous battre contre

ce qui, prédit-annoncé-cru,

prétend sans la moindre autre petite issue-échappatoire nous abattre…

Défions l’augure, donc,

qui est pour moi le livre du revenir-retrouver, par l’imageance visionnaire puissante de l’écriture,

et plus encore le livre du ressusciter

_ le livre du faire ressusciter (à la conscience ! et par la force de l’imageance formidablement active et féconde de l’écrire !) certains morts tenant particulièrement (et pour des raisons diverses) à cœur, et faire revenir (à soi et pour soi) et retrouver du passé, certains moments, extirpés ainsi, ces morts et moments du passé, de l’abandon, bientôt vite mortel à court terme, du (et au) gouffre sans fond d’un déjà presque total oubli

qui présentement dans le silence

(et parfois, aussi, en cette autre forme de silence, retors, qu’est le « Ruddeln«  (pages 47 à 51) : avec « le plaisir de cancaner et chuchoter et d’écrire ce qu’il ne faut pas dire avec des mots incompréhensibles et trompeurs et sans savoir ce que l’on fait, avec ruddeln on peut même dire du mal et trahir sans s’inquiéter puisque tout est sous la protection d’une langue étrangère _ incomprise des tiers, et donc, par là, intransmis, mal et trahison, à la plupart des autres. Il y a donc du plaisir dans la plainte, pas seulement de la douleur. Quand on se sent en famille, comme Ève et Éri _ sa sœur Érika, ici avec leur cousin caissier retraité new-yorkais Richard Katz _ à la cantine _ ou cafeteria _ de l’Empire State Building _ ou Rockefeller Building _, on peut vraiment dire un peu de mal de tout le monde« , pages 50-51)

le livre du faire ressusciter (à la conscience ! et par la force de l’imageance formidablement active et féconde de l’écrire !) certains morts tenant particulièrement (et pour des raisons diverses) à cœur, et faire revenir (à soi et pour soi) et retrouver du passé, certains moments, extirpés ainsi, ces morts et moments du passé, de l’abandon, bientôt mortel à court terme, du (et au) gouffre sans fond d’un déjà presque total oubli

qui présentement dans le silence

les dévorait lentement et sans bruit, bien trop sûrement ainsi,

et déchiquetait, à jamais, pour toujours, ce qui pouvait en rester ;

ainsi sauvés, ces morts et ces moments, pour la conscience et possiblement pour l’éternité, merveilleusement rafraîchi(s)-rajeuni(s), les souvenirs de ces morts et moments, qu’ils sont ici, dans les pages et phrases respirantes à renouvelées bouffées de surprises de ce livre-ci, et plus encore peut-être surtout en leurs potentielles lectures à faire advenir-survenir-suivre par quelques lecteurs vraiment vivants attentifs à ces circonvolutions-découvertes-retrouvailles qu’ouvre et offre ici et maintenant le souffle re-vivifiant de l’écriture de l’auteure… _,

par la vertu d’imageance puissante et poïétique _ voilà ! c’est sur cela qu’il faut mettre l’accent et insister : « une fête« , dit l’auteure elle-même, et à plusieurs reprises, notamment dans son emblématique si beau Prière d’insérer _ d’Hélène Cixous,

en ce splendide moment méditatif-réflexif de pause de (ainsi que sur, à propos de) son œuvre en cours

qu’est ce prenant, pausé et tendre Défions l’augure

_ qui ressuscite, cette fois encore, en suite cohérente des précédents volets de ce (provisoire) triptyque Osnabrück-Jérusalem, certaines figures singulières des fratries et sororités Jonas d’Osnabrück étrangement laissées flottantes quant aux prénoms, et même au nombre de personnes : 8 ? 9 ? : les enfants d’Abraham Jonas et Hélène, née Meyer, ayant vécu au Nikolaiort, 2), à Osnabrück, entre 1881 et 1942.

Sur ces listes de prénoms qui varient, cf Osnabrück (publié le 12 février 1999) à la page 149 : « Debout les morts ! En route ! André Paula Moritz Hedwig Salomon, Zophie, Else, Rosalie«  ;

et, dix pages auparavant, d’autres prénoms, certains, et pas non plus tous les mêmes, aux pages 128-129 : (Ève) « aurait dû poser des questions à Omi, mais Omi est partie _ se taire le 2 août 1977 _ il y a vingt et un ans _ en 1998 _ tandis qu’Ève était toute à ses derniers accouchements _ de sage-femme pas encore retraitée, à Paris _, d’ailleurs _ et surtout _ Omi n’avait pas de récit _ voilà _, avec la fin de Benjamin son benjamin _ le plus jeune des divers frères Jonas nés à Borken, mais après elle, le 1er février 1883, et lui aussi, comme elle, né à Osnabrück, et décédé à Cincinnati, aux États-Unis, le 1er février 1901, chassé et exilé _ s’était interrompue la loi ou la joie _ voilà _ de retenir, c’était une femme plutôt au jour le jour. Omi n’a pas narré _ en conséquence. Sa fille _ elle _ collectionne les traces car elles sont (!) tout l’héritage de ma mère _ écrit Hélène Cixous en parlant d’Ève _, ses perles, ses coraux, ses tableaux ces frères et ces sœurs _ Jonas de sa mère Rosie, en l’occurrence les oncles et tantes maternels d’Ève _ déposés en images _ privées donc de récit _ dont Omi sa mère ne pouvait naturellement détacher le regard de ses yeux bleus anormalement bleus. Comment parler _ surtout _ du _ petit _ frère _ Benjamin, voilà : chassé et exilé aux États-Unis (à cause d’un larcin), où il est mort, à Cincinatti, le jour même de ses dix-huit ans ! _ qu’elle aime sans le perdre sans l’enrouler dans du papier et l’embaumer _ de phrases  Omi aimait _ seulement _ faire rouler les _ seuls _ noms des siens sur sa langue ils n’étaient pas ses éloignés sinon par les distances, ils l’habitaient présents _ voilà ! _ et je les ai moi-même encore entendu nommer vivants _ trente ans durant _ par la voix de ma grand-mère, ils étaient dans sa chair elle faisait l’appel et ils répondaient _ oui _, ceux _ peut-être surtout _ qui étaient morts dans les camps aussi, elle leur donnait encore sa chair _ oui _ pour demeurer _ présents à elle. Andreas Jenny Paula Moritz Hete Salo Zophi Michael Benjamin Ensuite _ après la mort d’Omi, en 1977 _ commença _ et c’est bien autre chose _ le conte. Et ce n’est plus du tout la même histoire ni les mêmes personnages _ perçus. Ceux d’Omi étaient différents les uns plus intérieurs, plus chéris plus chauds plus sanguins parfois ils avaient des humeurs, des chagrins et jusqu’au désespoir. Ceux d’Omi encore vivant d’elle après leur mort. Les mêmes racontés par ma mère. Oncles racontés, tantes rattrapées sur le pas de la porte. Ceux de ma mère pareils jeunes gais entreprenants raisonnablement. À les suivre on voit bien _ forcément _ les goûts personnels de l’auteur, sa mentalité et sa morale« 

La liste des enfants Jonas (d’Abraham et Hélène, née Meyer) n’est donc jamais ni complète, ni vierge de nouveaux prénoms, possiblement de beaux-frères ou belles-sœurs… Fin de l’incise.

Or, défier,

c’est en actes défaire et battre en brèche combattre

une foi, confiance, fiabilité, fidélité

envers ce qui tient, ne tenait pas assez bien, ni assez justement, jusqu’ici et là, le haut du pavé,

du fait de l’élévation rageusement estimée indue de ses un peu bien trop hautes tours

et un peu trop clinquants (trop beaux pour être vrais) spectaculaires atours,

en osant rire-se moquer des pesanteurs-menaces un peu trop bien mal établies

pour la (les) remplacer par une supérieure-meilleure-plus légitime-vraie foi-confiance-fiabilité-fidélité

sur d’autrement fiables et un peu plus heureuses vraies et fermes bases.

Une révision drastique

pour rebattre en vrai les cartes.

Et ce défi-ci

aux tours et atours élevés

est celui-là même de la vie,

la vie

comme « ensemble des fonctions qui résistent à la mort« ,

selon la formule bien célèbre de Marie-François-Xavier Bichat, l’an 1800,

énoncée moins de deux ans avant sa propre mort _ malencontreuse, par accident bête _,

survenue le 22 juillet 1802, à l’âge d’à peine trente ans…

C’est que la vie urge : souvent

toujours…

Comme pour mon article précédent à propos du merveilleux Correspondance avec le Mur

_  _,

je procéderai à nouveau ici en deux temps séparés

de lecture :

d’abord quelques propositions de mon regard _ de sa place _ sur le livre ;

puis une sorte de tri-logue _ peut-être plus rassurant _

1) avec le livre lui-même

(et, juste en arrière de lui, bien sûr, avec son auteur, Hélène Cixous),

2) avec la lecture d’un lecteur un peu privilégié en acuité de lucidité

_ et généreux introducteur : par sa précédence sagace en l’exploration, livre après livre, du corpus cixoussien _,

l’ami René de Ceccatty,

via, ici, son article Le 11 septembre dans la mémoire intemporelle d’Hélène Cixous, paru le 8 février 2018 dans Les Lettres françaises,

et

3) avec les avancées de mes propres analyses-réflexions-méditations tâtonnantes, un peu personnelles en ce double commentaire

_ un peu plus sûr de moi, maintenant, en les progrès de ma découverte pas à pas du « continent Cixous »

et dans cet ordre : en remontant, Homère est morte…, Ève s’évade _ la Ruine et la Vie, Si près, Hyperrêve, Tours promises, Osnabrück, et en redescendant, Gare d’Osnabrück à Jérusalem, Correspondance avec le Mur, et maintenant enfin, le plus récent, Défions l’augure ,

j’ose m’avancer plus singulièrement en la lecture de ce nouvel opus, tout frais, qu’est ce superbe et lumineux Défions l’augure

Pour moi,

Défions l’augure se détache des deux volumes précédents

de ce que je nomme _ provisoirement _ le triptyque Osnabrück-Jérusalem,

en formant une sorte de pause réflexive vraiment importante : éclairante et fouillée,

se centrant méditativement,

sans guère cette fois _ c’est à relever _ de notations-examens d’événements-accidents

_ tel que put l’être la chute mondialisée magistralement mémorable des Twin Towers le mardi 11 septembre 2001,

prise en compte ici rien que comme emblème pur de la chute,

de toute chute (de toute tour, élévation, et même dent…),

mais dont toute description détaillée (ou chronique des faits advenus, ce 11 septembre) est soigneusement esquivée :

seul importe l’impact de fond sur les consciences existentielles sensibles d’Isaac et Hélène, principalement _

ni même de notations du présent le plus immédiatement contemporain-quotidien de l’écriture _ l’an 2017, donc _ ;

et cela, depuis les décès

d’Ève-la-mère, le 1er juillet 2013

_ tel que narré dans l’immense et capital Homère est morte…, paru le 28 août 2014  _,

et de Marga-la grande-cousine-jumelle d’Ève _ Marga, la toute dernière survivante de la génération (tant des anéantis du nazisme que de ceux ayant réussi à parvenir à fuir par les cinq continents de la planète) des fratries et sororités Jonas d’Osnabrück née la première décennie du XXe siècle _, à la fin mars 2016

_ tel que cela a été rapporté dans le très important aussi

(à titre d’ultime potentiel témoignage direct à avoir été envisagé-tenté de recueillir, à Jérusalem, mais étrangement esquivé in fine lui aussi : bien des lacunes demeureront donc…),

dans le splendide et profond Correspondance avec le Mur, paru le 19 janvier 2017 _ ;

sinon peut-être l’incident _ mais révélateur ! _ de la serrure _ « grippée » _ du portail _ métamorphosés, la serrure & le portail, en « gladiateur pervers«  à « face butée » de « chevalier teutonique« , page 76… _ de la villa-maison d’écriture _ les deux mois d’été _ d’Arcachon,

qui décide _ accidentellement _ tout soudain,

cette serrure-portail,

de n’en faire qu’à sa tête _ de serrure décidément butée… _

en refusant un beau matin _ celui du dimanche 16 juillet 2017 (page 67) _ d’ouvrir le passage _ à la marcheuse _

et permettre une pédestre sortie d’aération-exploration (« des mémoires » !) hors du territoire strictement réservé à l’écriture _ à Arcachon(pages 64 à 82, du chapitre On ne sait jamais qui va entrer) :

« Ce matin nous sommes en 2017, le 16 juillet. Quand j’ai voulu sortir de la maison, j’allai continuer _ dehors _ ma promenade _ cérébrale et méditative, en marchant ou courant _ des mémoires _ expression capitale ! _, je n’ai pas pu _ pas réussi à _ ouvrir le portail. Nous sommes _ donc bel et bien _ captifs _ retenus enfermés et pris, sans la moindre petite-infime échappatoire, dans le broyeur de la nasse refermée, close. C’est écrit là-haut _ donc prévisible ; et envisageable, à toutes fins utiles, à remédier par n’importe quel bon entendeur apte à s’y prendre adéquatement à temps pour son salut de sortie ! _, m’a dit _ avait donc prévenu _ le Livre« _ demandant-priant instamment à s’écrire :

instance parlante et prévenante possédant son autonomie improvisante ; et donc ne pas mépriser ses avis (avisés) ; mais savoir se tenir toujours prêt ! « the readiness is all !« … (page 125, par exemple) _ (page 67) ;

« La serrure est grippée » (page 68) ;

ce qui a pour conséquence _ cette métamorphose « teutonique«  du portail bloqué là _ que « d’un instant à l’autre le jardin est devenu _ vis-à-vis de l’extérieur, bien sûr, mais aussi par rapport à soi, l’habitant du lieu _ citadelle _ d’un coup impénétrable, et en un sens (sortir) comme dans l’autre (entrer) _,

les haies

palissades » (…),

et que « maintenant moi-même je devenais _ voilà !!! _ mon propre emmurement » _ en moi-même et sans issue : irrespirablement, et donc mortellement prise, sans la moindre issue de secours, dans la broyante nasse de ce qui vient de se révéler brutalement infernale souricière, au lieu de méditative thébaïde jouissive _ (page 70) ;

« Et sans le secours de Marcel _ le très manuel homme à tout faire, d’été à Arcachon _,

le Livre _ déjà démarré, en chantier, et pressant _ et moi _ en chantier perpétuel _ aurions peut-être _ l’un avec l’autre, tous les deux _ péri _ voilà ! : d’étouffement et inanition, au moins, déjà _ dans le labyrinthe » _ quand devient sans nulle sortie ce labyrinthe des phrases sans fin (« tant qu’il y aura de l’encre et du papier au monde« ), et montaniennement cryptées, aussi, du Livre ; le Livre doit, pour respirer lui aussi et ne pas finir par seulement tourner en rond (et devenir à lui-même sa prison), comporter de l’ouverture, venteuse : zéphiresque, mais orageuse aussi, sur le grand dehors et l’autre (et les autres) que soi… _ (page 70) ;

« C’est Marcel qui m’a délivré.

Il est venu comme le Messie _ ouf. De la ville voisine _ La Teste ? ; peut-être Marcel est-il testerin ? natif qu’il est des dunes de l’Éden (au Pyla voisin ?) _ jusqu’ici. Je criais _ en vain sinon _ : je ne peux plus sortir ! Et la voix du vieil homme des bois _ fils d’un résinier (Marcel a quatre-vingt-deux ans bien sonnés à cette date du 16 juillet 2017 : « 10 mars 1935. J’ai eu ma naissance en pleine forêt à l’Éden _ des dunes boisées testerines, probablement, et non loin des Abatilles et du Moulleau… _, les onze enfants sont accouchés dans la forêt. Au onzième, on a eus le prix Cognacq-Jay en 1936 et c’était moi. 35 000 francs de l’époque. Avec ça on a acheté deux vaches. Après on en a eu jusqu’à treize« , page 75) _ buriné par les combats perpétuels _ de toute sa vie _ avec les éléments _ surmontés _ a répondu _ merci encore le décidément merveilleux téléphone ! _ : J’arrive ! Me voici !

Et trois heures _ tout de même _ plus tard, il franchit l’enceinte _ du mur _ hissé _ voilà ! _ sur une haute échelle _ qu’il avait transportée jusque là. Il dit « tant qu’on peut » _ mais n’est-ce qu’une affaire d’âge ? C’est un homme _ un Michel Morin, dit-on dans le Sud-Ouest _ qui a la main absolue » _ et c’est bien utile, dirait Ève, l’invariablement pragmatique, vigilante et pourvoyante mère d’Hélène... _ (page 71) ;

« il examine le portail avant l’attaque _ il en prend bien la mesure. Le portail est l’adversaire exact _ l’un est adéquatement à la mesure de l’autre _ de Marcel. C’est un robot en aluminium, sa face est butée _ voilà ! _ comme celle d’un chevalier teutonique _ tiens, tiens ! _ sa serrure inoxydable avec butée thermoplastique et gâche inox est oxydée, elle se fout de nous, le portail est le gladiateur pervers, Gamme Passion, et afin de nous faire sentir son pouvoir malveillant, il est illisible. Aucune explication. Sauf l’obscure méchanceté technologique, l’âme inhumaine de notre époque sans mémoire. Comme on est loin de la forêt testerine (voisine d’Arcachon), au Pyla _ de l’Éden !  » (page 76) ;

« je vois Marcel calculer l’assaut. Il vaincra, c’est écrit là-haut » _ puisque dans l’ordre du possible, et donc du prévisible, des choses ; et donc du pourvoyable et résoluble, in fine… _ (page 77) ;

« Que dirait _ de Marcel, l’homme à tout faire _ Isaac ? _ se demande alors à elle-même, en son for intérieur et écriture, Hélène, ce mois de juillet 2017.

Et tout l’épisode serrure-portail-Marcel de ce Livre, n’a peut-être pour finalité que d’amener ce qui va le suivre, à propos d’une « ajalousie » ancienne toujours non réglée, et donc, « dormante« , encore décidément corrosive, et à terme grippante…

Il dirait _ avec le doute provocateur et un brin pervers que comporte le point d’interrogation (et au conditionnel de l’imageance) ; Isaac (ou son fantôme bien présent) demeure un parfait partenaire engagé d’entretiens virulents : Hélène Cixous a en effet besoin de partenaires, telle sa mère, Ève, continuant de lui donner, en des scènes bien enlevées (mais marrantes, rigolotes aussi), pas mal de fil à retordre, et lui tenir la dragée haute _ : il est beau, ce Marcel ? Je dirais _ sans hésitation ! (et toujours au conditionnel de la même imageance) _ : Oui.

Selon moi Marcel est beau. Il est _ certes _ abîmé. Le travail _ manuel _ l’a cassé. Il se meut de travers. Ses hanches sont rouillées. Ses genoux sont grippés comme la serrure. Les acouphènes lui cigalent les oreilles. Il soulève les haies. Il renverse _ tel Hercule en ses dix travaux _ les portails. Il m’amène à la zone industrielle pour acheter un aspirateur. Il porte une chemisette propre parfois rose quand il arrive à mon secours avec sa remorque bleue. Je ne suis pas sa sœur. Il est beau comme l’homme qui n’a jamais perdu la forêt de l’Éden » _ de son enfance quasi sauvage _ (page 77) ;

et fin ici de l’épisode Marcel,

qui débouche _ un peu étrangement, mais c’est bien peut-être là sa fonction… _

sur une réflexion sur la jalousie _ et même  « ajalousie«  _ (d’Isaac _ personnage toujours décidément flouté et indécidable au lecteur _) ;

et _ mieux encore _ ce que Hélène Cixous nomme l' »ajalousie » :

« Il s’agit d’une sorte de jalousie froide, muette _ et par là aussi sourde _, invisible, un spectre, qui peut se terrer _ voilà : souterrainement _ pendant des dizaines d’années, un virus en sommeil, qui ne se laisse pas plus détecter _ ainsi dormant, sauf le portail entr’ouvert des rêves _ qu’un herpès

_ seconde occurrence ici de ce mot « herpès« , page 80,

après une première apparition, page 40 : « _ Qu’est-ce que j’ai, docteur ? _ Ça ? C’est de l’herpès. _ De l’herpès ? Mais comment ? Comment ? _ Par contamination. Par contes de fées. J’entends les gloussements de Satan : c’est bien fait. Une histoire de transmission. _ Mais je n’ai fait l’amour qu’avec mon amant my only love. _ Ça peut dormir longtemps, longtemps. _ Depuis vingt ans ? dormant ? « Transmission, transmission », le titre de l’un de ses poèmes _ ah bon ! À creuser… _ Lui, seul. Lui seul. Alors lui pas seul ? _ tiens donc ! _ Ne pas y penser. Une histoire de spectres. On est hanté _ habité par des disparus revenant régulièrement rendre visite. Ne pas y penser _  si refouler pouvait aider. Thus it Will make us mad. » _,

puis, un midi, en janvier 2000, quand nous _ qui donc ? Isaac et Hélène ? _ sommes attablés _ seuls ? _ dans une charmante guinguette au bord de la Garonne _ rive droite _, c’est par ce pont _ que fit construire Napoléon : de 1810 à 1822 _ que Montaigne passait le fleuve _ par bateau, forcément alors, lui, Montaigne ! _ quand il se rendit à Bordeaux, où _ depuis Rome, où il se trouvait en long voyage alors, et via un détour par son château (et sa tour) de Montaigne, dominant, en Périgord, la rive droite de la belle Dordogne (autre fleuve-rivière à traverser, peut-être à gué, au bas de Montaigne) _ il n’avait pas pu ne pas accepter _ sur la prière-instance (sans refus : impensable !) du roi Henri III lui-même _ d’être élu maire _ de Bordeaux _ en 1581,

tu te rappelles _ s’adresse l’imageance d’Hélène à l’imageance du fantôme revenant d’Isaac (disparu, lui, depuis dix ans déjà, semble-t-il, page 17 : « J’ai quand même survécu dix ans à ma mort-Isaac« …) _ de notre année 1981, nous venions _ tiens donc : déjà… _ de ressusciter _ comment ?.. Et ce livre-ci, Défions l’augure, est le Livre des résurrections. Relire là-dessus (ces résurrections !) l’admirable feuille détachée du clarissime « Prière d’insérer » en avant du Livre _ telle la tour de Montaigne un peu à l’écart en avant de son château _, et qui en détache-présente superbement l’essentiel ! Un modèle ! Je n’insisterai là-dessus jamais assez ! Quelle magnifique clé ainsi donnée-offerte en avant-à l’entrée du labyrinthe entortillé-enroulé-enveloppé, à mille chemins et pistes, du livre ! parfaitement montanien !

La voici donc, in extenso, cette synthèse-portail d’entrée du livre-clé ouvrante archi-bienveillante et inaugurale, de la lecture en empathie à-venir :

 » Puisque tu as mal partout dans la poitrine, et de sombres pressentiments, ne va pas au combat, diffère, suis les indications des augures, quand nous sentons que la fin est proche, reculons, nous recommandait notre fidèle ami Horatio. Vous vous en souvenez ?

Me retirer ? Jamais de la vie ! We defy augury ! Être, dit Hamlet, c’est défier l’augure. Je suis, donc j’irai. Il nous faut bien vivre, cette fois c’est décidé. Nous mortels, c’est-à-dire vivants, ne sommes-nous pas toujours tout près du Paradis, c’est-à-dire bien prêts dans un premier temps à le perdre, afin, dans un deuxième temps d’en voir la résurrection ? dit ce Livre. « The Readiness is all », Shakespeare est ici d’accord avec Montaigne.

C’est cette danse avec l’Augure que répète ce Livre. Le voici tout peuplé de co-mourants, de revenants et redevenants splendides, de commémourants, de personnages aimés relevés des néants, venus de tous les mondes et les continents, accourant d’un siècle à l’autre, de l’Allemagne à l’Afrique du Sud à l’Amérique du Sud, des Suds aux Nords et inversement, défiant l’oubli, se tirant de l’effacement,

Avertissements, présages, souvenirs des catastrophes, signes, pressentiments, songes, ont beau jeu de se multiplier comme les étoiles à Manhattan que l’on voit mieux du 107ème étage du World Trade Center que de Ground Zero, nous sommes faits pour reprendre la vie là où elle a été interrompue.

Je le vois, ce livre est l’incarnation de notre sort mouvementé. C’est un assemblage de gouffres et de fêtes. Il a vingt fois le souffle coupé, il enjambe abîmes et ruptures, tombe sous les terres ou devient demain aérien.

Il m’arrive de deviner, derrière l’influence cachée de ma mère et son génie de la digression, la présence fatidique ineffaçable de l’immense famille Jonas, depuis le premier périple à bord de la baleine, jusqu’aux Jonas de Bacharach et, par suite de fuite, d’Osnabrück, ces gens qui se déplacent en quelques heures ou lignes dans dix villes différentes.

Où sommes-nous aujourd’hui ? En 2001, et aussitôt en 1791. Quel plaisir de simultaner ! C’est le don magique qui est le lot de ceux qui sont expulsés toutes les deux générations d’un lieu natal. Tout est perdu !? Revenons au Paradis, invite le Livre. C’est l’heure de retrouver les Tours et les disparus, les capitales et les villages. Pas de mélancolie ! Ça ressuscite intact. C’est revenir qui est le Paradis.

Mes livres sont des villes où demeurent des morts fées. Tous mes poètes sont morts. Tous les morts vivent encore dans ces villes qu’ils enchantaient hier. Des fantômes ? dit ma fille. Des gardiens du Temps, dis-je.« 

Fin de l’incise de ce « Prière d’insérer » – portail d’entrée légèrement en avant (et séparé, volant) des pages reliées, elles, du livre… _,

tu venais de Rome où tu n’avais pas pu ne pas accepter _ tel Montaigne, lui aussi à Rome _ d’être élu Prince des Poètes _ de quoi peut-il donc s’agir ici ?!? _, une charge qui est d’autant plus belle qu’elle n’a ni loyer ni gain autre que l’honneur et la sensation d’être enterré vivant _ sous des monceaux de lauriers _ que tant de louanges cause, « élu mais pas lu » me dis-tu… » _ avec lucidité _ (…), page 80 ;

et, page 81 :

« Un incendie _ d’ajalousie _ couve pendant trente ans _ ce qui pourrait faire 1987, si la base de calcul correcte est le jour d’aujourd’hui de l’écriture (en 2017) ; mais il peut s’agir tout aussi bien d’un autre socle de durée ; par exemple 1977. Ou tout autre… Et pendant trente ans _ tel l’herpès _ un ver d’ajalousie, doncronge _ insensiblement, mais sûrement _ les poutres du cerveau. Et subitement le toit _ qui protégeait _ s’enflamme et s’abat _ un beau matin _ sur nous  » _ Hélène et Isaac ? Soit un compte-contentieux mal (ou peut-être même toujours pas) réglé, et relancé ce jour, à quelque anodine occasion, tel le secours serrurier de Marcel, précisément ce dimanche 16 juillet 2017…

Fin de mon incise sur la pauvreté en données événementielles et accidents (tels que de spectaculaires chutes de tours) d’actualité immédiate en 2017

de ce récit-pause-méditation-ci sur l’écrire,

à la petite exception, donc,

de cet épisode du portail grippé et Marcel, issu de la forêt de l’Éden, et beau encore en son genre à son âge,

occasion probablement de revenir sur l’herpès encore vivace :

rien de marquant-blessant ne disparaît donc sans vrai apaisement-paix préalable négocié de l’« ajalousie«  (et ses stigmates) jadis subi(e-s)…

Défions l’augure se détache donc des deux volumes précédents de ce que je nomme _ provisoirement _ le triptyque Osnabrück-Jérusalem,

en formant une sorte de pause réflexive vraiment importante : éclairante et fouillée,

se centrant méditativement, et avec tendresse,

sur le rapport (chamarré et complexe, comme il se doit !) de l’écriture si inventive et juste de l’auteure

à son objet de fond et capital, bien sûr : le réel, la vie…

Le réel, la vie,

dans laquelle son propre cours de vie personnelle, plus ou moins singulier,

ainsi que l’Histoire générale (contemporaine, mais aussi universelle !) jusqu’à aujourd’hui (et plus tard), massive,

forcément prend-prennent place, s’insère(-nt), vien(-nen)t jouer,

et en est et en sont plus ou moins cahoté(s), malmené(s), brisé(s), parfois aussi à réparer ;

ainsi que ce qui en ressort de vraiment fondamental

pour qui _ elle et ses proches au premier chef, mais c’est affaire de départ et ancrage de la focalisation-perspective de l’écriture du récit (qui n’est jamais, jamais, une chronique historique générale, et encore moins à relents de quelque communautarisme que ce soit) _

y survit ;

et grâce à quels moyens ! :

la somptuosité _ plus que jamais en acte ici ; et avec quelle liberté en ses fulgurances illuminantes de poésie ! _

de l’imageance à mille facettes de la généreuse

et magnifiquement libre,

mais parfaitement rigoureuse et implacablement probe, aussi,

écriture cixoussienne

sur le rôle _ et mission sacrale auto-assignée, ou plutôt donnée, reçue et acceptée ; et avec vénération _ de laquelle

porte, de fait, le principal de l’exploration-fouille

de ce récit-méditation-ci

qu’est ce Défions l’augure ;

et toujours avec une merveilleuse légèreté amusée et polyphonique.

Et cela en 10 chapitres,

dont je vais commenter ici quelques extraits :

1) Ce que je trouve dans le quatrième tiroir de maman (pages 10 à 27)

_ c’est le chapitre du dépliant du restaurant Windows on the World du 107e étage de la tour nord des Twin Towers, miraculeusement conservé par Ève (qui y avait donc elle aussi déjeuné ! en quelle année ?) en la commode de sa chambre, et qui comportait en accroche le vers flamboyant (probablement de John Donne : un immense poète !) « The Closest / some of us / will ever get / to heaven« …, page 25.

Et alors que Hélène n’avait pas pensé, elle, à prendre-emmener-ramener en France avec elle chez elle ce dépliant : « Je n’ai pas emporté de dépliant. Celui que je vous montre ici fut recueilli et conservé _ voilà _ par ma mère. Elle ne savait pas qu’elle agissait, en mettant ces feuillets dans son sac à dos, selon le rôle hypermagique à elle attribué par notre destin _ maternel-filial singulier (ainsi que scriptural) _, celui de la fidélité absolue _ voilà _ aveuglément guidée par l’amour qui lui revenait dans notre histoire. Elle répondait _ en effet ! extraordinairement ! _ à tout moment à mes besoins extravagants vitaux, sans le savoir, mue par ces informations ultra conscientes qui sont communiquées _ voilà _ par ondes invisibles. (…) Quand j’étais à New-York avec Isaac aux frontières de la vie _ qu’est-ce à dire ? et à quelle date ? _, elle _ aussi, de son côté  _ était à New-York _ à quelle date ? _ avec Éri _ sa sœur, la tante Klein-Jonas (Barmes) d’Hélène. De très loin comme de très près, comme une déesse veille _ et avec quelle prévenance ! _ sur son héros si tendre et vulnérable, naturellement, Ève veille _ ultra-vigilante ! Comment eussions-nous pu savoir _ Isaac et Hélène _ que de notre vie au plus près de Heaven _ au restaurant Windows on the World du 107e étage de la tour Nord des TwinTowers _, il ne resterait _ bientôt _ absolument rien _ voilà ; et la moindre infime trace qui réussit à persister-survivre dans le temps a ainsi vocation à devenir ultra-précieux indice-source-matière de connaissance pour le curieux qui recherche une vérité de ce qui fut, et est, devenu passé, voué au gouffre très vite envahissant du néant de l’oubli… _ qu’un mince dépliant déposé _ en forme de quasi invisible relique _ dans le quatrième tiroir _ de sa commode _ par ma mère pour le cas _ qui s’avère donc, bien plus tard, et après son décès le 1er juillet 2013 _ où je serai jetée _ quelque jour venu _ sur un quai du temps désert » _ vide : « désert«  de témoins survivants ; mais il arrive que certaines choses inertes nous survivent _, pages 42-43.

Confirmant cette intuition majeure de la page 20 à propos des puissances dormantes de la maison : « C’est une maison-trésor, épuisable cependant inépuisable en ce qu’elle recèle, et pour qui se met à regarder-chercher vraiment, avec une vraie curiosité ouverte et judicieuse _ un Paradis _ voilà _ dans la commode, _ tout _ un monde désormais encore-vivant _ mais oui ! _ dort _ seulement _ dans les quatre tiroirs. Je suis venue visiter, explorer, fouiller _ voilà _, maman, mais pas trop, avant que le lundi de l’an général ne démarre _ le lundi 2 janvier 2017, probablement, si nous sommes alors à Paris ; ou bien, peut-être aussi, le lundi 17 juillet 2017, si nous sommes à Arcachon. Comment le déterminer ? Coucou ! Coucou ! A l’ouest le coucou _ celui du parc, à Paris, ou celui de la forêt, à Arcachon… _ me donne le la. Sol ! Sol ! La ! La ! Le coucou _ squatteur de nids _, c’est moi. S’asseoir sur son lit, lit d’Ève, Ève, faire corps avec _ oui ! _ la présence invisible _ là ! _ de son corps, impalpable et pourtant avec le corps de sa présence invisible _ parfaitement ressentie _, faire Ève » _ voilà. Là est bien le départ et la clé qui ouvrent cette fois à nouveau tout ce livre.

2) 1611 (pages 28 à 36)

_ en référence à la date d’année (1611) de la création à Londres de ce chef d’œuvre absolu et emblématique qu’est The Tempest de Shakespeare, avec le « Brave New World !«  (Acte V, scène 1) de « ces îles inventées _ en divers sens _ pour recueillir _ précisément ! _ les survivants _ Prospero, Miranda, etc. _ de tous les naufrages _ et exils forcés _ mythologiques« , page 28. Surtout si l’on sait que le départ de cette shakespearienne inspiration-illumination finale qu’est La Tempête, s’origine dans l’essai (I, 31) de Montaigne Des Cannibales, via la toute récente traduction alors (1603) des Essais en anglais par John Florio… C’est de là que provient le nom même en anagramme de Caliban : le natif (fils de Sycorax) de la forêt vierge de l’ile…

3) La dent (pages 37 à 44)

_ la dent qu’on perd, signe d’avertissement (préventif !) que « perdre une dent en ce moment c’est _ déjà _ beaucoup plus que perdre une dent » ; car « c’est une partie de vous _ dès le vif, donc, du vivant mortel que chacun et nous tous sommes… _ que la mort _ qui œuvre déjà au moins lentement. Pendant la vie, vous êtes _ aussi en permanence _ mourant _ au participe présent ! seconde après seconde… _, et la mort est bien douce vue de la tour, votre dent c’est une pièce _ on ne peut plus commune _ de la vie _ passagère, passante (chez les vivants sexués du moins) _ du monde. Tu me la donnes ? » _ en souvenir (et relique à-venir) pour plus tard, ce jour-là _, page 37.

Au passage, je me souviens qu’un des plus célèbres sermons de John Donne comporte la formule bien sonnante (retenue par Hemingway) : « For whom the bell tolls ?« Donne en fit aussi un poème.

No man is an island,
Entire of itself.
Each is a piece of the continent,
A part of the main.
If a clod be washed away by the sea,
Europe is the less.
As well as if a promontory were.
As well as if a manor of thine own
Or of thine friend’s were.
Each man’s death diminishes me,
For I am involved in mankind.
Therefore, send not to know
For whom the bell tolls,
It tolls for thee.

These famous words by John Donne were not originally written as a poem _ the passage is taken from the 1624 Meditation 17,

from Devotions Upon Emergent Occasions.

The words of the original passage are as follows :

John Donne
Meditation 17
Devotions upon Emergent Occasions

« No man is an iland, intire of it selfe ; every man is a peece of the Continent, a part of the maine ; if a clod bee washed away by the Sea, Europe is the lesse, as well as if a Promontorie were, as well as if a Mannor of thy friends or of thine owne were ; any mans death diminishes me, because I am involved in Mankinde ; And therefore never send to know for whom the bell tolls ; It tolls for thee… »

Fin de l’incise sur Donne et l’avertissement du glas.

4) L’Empire State Building (pages 45 à 58)

_ à la cantine (ou cafeteria) duquel Empire State Building (ou, un autre : du Rockefeller Building ; mais les noms (ainsi que les dates) du récit (ou plutôt des divers récits rapportés qui s’enchassent et s’entremêlent) ne sont pas forcément à prendre à la lettre ; ils sont d’abord et surtout emblématiques…) « on était invitées ma sœur _ Éri _ et moi _ Ève _ par notre cousin Richard Katz » ; et « Cette Éri, elle a _ depuis toujours _ un certain _ défiant ! _ toupet, quand moi _ dit Ève, davantage rationnelle et pragmatique, ne serait-ce qu’au titre d’être pour toujours son aînée _ je suis gênée. Et qu’est-ce qu’elle a commandé ? Une Côte de Porc ! J’ai failli tomber de mon tabouret. Justement avec le cousin qui est orthodoxe, elle n’a jamais mangé de porc, et subitement, je ne sais pas si l’Empire State lui est monté à la tête _ tout défi d’élévation s’exposant et même s’offrant consubstantiellement à être relevé ! Chiche ! _ et Richard Katz a baissé le nez et il n’a rien dit. Cette Éri a une certaine inconscience. Il est notre hôte _ il nous reçoit. Il est ici en toute confiance _ il est de la maison, on le connaît. D’abord il est notre cousin. Ensuite nous sommes ses invitées. Ensuite il n’y a _ vraiment _ aucune raison pour demander une côte de porc c’était pas nécessaire _ en rien, en effet : la provocation est purement gratuite ! C’est comme si cette _ taquine gamine d’ _ Éri avait porté un coup de couteau à l’Empire State Building. Je compare ça à un attentat fantaisie voilà : un attentat cousin (sur un mode léger de comédie) mais prémonitoire de celui à-venir des Twin Towers le 11-9-2001, sur un mode de tragédie monstrueuse, lui, avec ses 2 606 victimes dans les seuls effondrements des Tours… C’est comme ça qu’on se fait remarquer« , page 45 ; ou la contagion de la com’ et du quart d’heure wharolien new-yorkais  ; ou plutôt la persistance de gamineries hors d’âge chez Érika Klein Barmes, une descendante des Jonas d’Osnabrück…

5) Nous mentons (pages 59 à 63)

_ « Nous mentons, nous faisons tout au monde pour protéger l’amour, nous cachons, nous dissimulons, nous ne nommons pas les peurs et les dangers, nous ne révélons pas les secrets voilà _, nous couvrons _ mêmeun secret avec un autre secret » _ jusqu’à, par nos propres dénégations (de pressentiments, par exemple), réussir à nous piéger-mentir à nous-mêmes, aussi _, page 59.

« on ne ment pas _ vraiment _ quand on ment pour sauver sa vie, chez les juifs tu peux même manger du cochon, dit _ toujours très pragmatique _ maman, fais-le et ne le dis pas« , page 60.

6) On ne sait jamais qui va entrer (pages 64 à 82)

_ à propos de l’« autoconstruction » des livres « libres _ oui _ de leurs mouvements et du choix de leurs routes » qu’écrit Hélène Cixous, ceci, et qui est on ne peut plus au cœur du sujet même de ce livre, page 64 :

« Quelles que soient l’heure, la page, le Livre _ cixoussien _ est totalement décidé par l’hospitalité _ à de l’altérité (affective) à l’égards de personnes aimées. Tu ne sais jamais qui va entrer _ et sera accueilli _, dis-je à ma fille« , page 64.

« _ Est-ce nous qui menons le destin ou est-ce le destin qui nous mène ? _ C’est cette incertitude qui est l’âme de la littérature. _ C’est la crainte d’être incongrue qui est incongrue, dit ma fille« , page 65, à propos des voies ouvertes à la fantaisie de ce que pour ma part je nomme, à la suite des travaux de mon amie Marie-José Mondzain, l’imageance (créatrice) visionnaire. Ce chapitre-ci est en effet celui du portail à la serrure grippée d’Arcachon ; et c’est celui dans lequel « entre » (ou « rentre » : dans-dedans) la personne-personnage de Marcel (Marcel D.) :

« Brève conversation du _ mardi _ 18 juillet 2017 _ soit le surlendemain de la réparation de la serrure grippée du portail _ avec Marcel _ Aujourd’hui tu es rentré _ sic ! _ dans _ dedans _ mon livre. _ Quel livre ? _ Le livre que je suis en train d’écrire. Avec mes morts. Avec ceux que j’ai aimés et ceux que j’aime _ Wow ! ; mais c’est bien là son sujet-mission de prédilection à honorer-remplir en son écrire…  _ Avec mon nom ?  _ Avec ton prénom le vrai. Un vif sourire se faufile entre les lèvres, surprend Marcel, puis s’éclipse à la hâte, soucieux de respecter la dignité du patron. Marcel est content d’entrer dans un livre _ dont l’inscription demeurera. Dans l’usage des chevaliers sauvages _ mais pas « teutoniques«   _ on ne montre pas ses sentiments. C’est la courtoisie. Plus les sentiments sont violents plus ils sont discrets. _ Et mon chien ? _ Avec ton chien. Avec ton nom et ton chien. Je ne voudrais pas risquer de te faire passer pour une fiction« , pages 74-75. Le personnage du livre est donc directement et très étroitement fidèle à la personne même, on ne peut plus réelle, en effet, de Marcel ; et le Livre, à la vérité la plus vraie (ouverte même aussi à ses secrets à exhumer-réveiller) et profondément réaliste, donc, du Réel…

Page 40 de Gare d’Osnabrück à Jérusalem, Hélène Cixous a en effet écrit ceci de capital !!! : « J’ai toujours su _ dès la petite enfance de la maison à étages de la rue Philippe à Oran _ que j’étais destinée _ et l’œuvre entier l’assume _ à comparer _ en vérité _ les rêves et la réalité, afin de confondre la _ précautionneuse fuyante cachottière _ réalité, de la faire avouer _ voilà ! voilà ! _ ses rêves cachés _ ses secrets tus _, et qu’elle dépendait _ ainsi, la réalité même, en son effectivité pleine et vraie à mettre en lumière _ de moi, de ma visite _ tant soit peu attentive _, de mes questions _ osant s’avancer défier les mutismes _, pour sortir de son sommeil _ un peu trop commode et paresseux _ et in fine _ se révéler » _ enfin ! Voilà la mission tout bonnement sacrale de l’imageance visionnaire de cette écriture révélatrice, oui, d’un Réel élargi, avec la plus rigoureuse élémentaire probité, et qui sait rendre justice avec justesse à quelques uns des piétinés de la vie.

7) Un courrier (pages 83 à 98)

_ « Halte ! dit le livre, j’ai un courrier urgent pour toi. Excuse-moi que je t’interromps, mais ça vient d’Osnabrück« , page 83. Ici se développe plus particulièrement ce qui fait de Défions l’augure le troisième volet du (provisoirement) triptyque Osnabrück-Jérusalem : ce passé et à-venir-là continuant de venir visiter-hanter puissamment le Livre qui continue ainsi, livre après livre publié, pan après pan, lambeau après lambeau, de s’écrire…

« Tout cela vient de ce fait que quand je naquis à Oran _ le 5 juin 1937 _ je naissais par ma mère _ née, Ève Klein, à Strasbourg le 14 octobre 1910, mais d’une mère, Rosie Klein née Rosalie Jonas, à Osnabrück, le 23 avril 1882. Cette originalité _ de filiation Jonas _ est cause que mon livre et moi nous avançons _ de même que tous les Jonas et descendants Jonas d’Osnabrück _ par embardées. À plusieurs scènes. Et il arrive qu’un des livres du livre me fasse une scène _ dont les éclats-chocs théâtraux parfois criés un peu fort aident la sortie de ce qui, jusque là retenu, se taisait, était tu. _ Comme si j’avais pu t’oublier, Osnabrück« , page 83 ;

et c’est par là et en cela qu’il s’agit bien ici d’un troisième volet de ce qui constitue, tout au moins jusqu’ici, ce que je nomme le triptyque Osnabrück-Jérusalem… Et ce « courrier«  reçu est celui d’un correspondant féru d’architecture qui joint Hélène Cixous parce qu’il s’intéresse tout spécialement à Kurt Jonas (Johannesburg, 1914 – Jerusalem, 1942) un célèbre architecte sud-africain, qui se trouve être le cousin germain direct de sa mère Ève : Kurt Jonas étant un fils de Moritz Jonas (né à Borken et décédé, tard, à Johannesburg, époux de Selma Frank), un des frères de Rosalie-Rosie Jonas, épouse Klein, la mère d’Ève Klein, épouse Cixous, et grand-mère d’Hélène Cixous…

Et très vite, par le biais des généalogies de ces fratries et sororités Jonas d’Osnabrück, découvertes peu à peu, et toujours (et de plus en plus) partiellement et tard, voilà, page 86, qu’en amont comme en aval d’Osnabrück « une danse endiablée de centaines de Jonas me sarabande _ à nouveau, en amont, cette fois _ jusqu’au Rhin » _ à Bacharach « en 1739″, page 84.

« Comme tout est simple et ordonné chez les morts quand Ulysse s’entretient avec eux chez Hadès _ dans le récit-livre d’Homère _, certes ils se pressent _ et se bousculent un peu ces morts _ pour passer les uns devant les autres, mais ce n’est rien, chacun maîtrise _ in fine _ son histoire _ au final clairement achevé, chacun _ et ses sentiments _ à peu près ordonnés dans les portraits narrés _, tandis que chez nous _ les Jonas d’Osnabrück _ c’est chaos et confusion, dis-je à ma fille. (…) Une violente envie de fuir se répand _ alors _ comme une terreur dedans mon corps, pour quelqu’un qui veut et doit écrire

_ une mission sacrée : « On est obligé _ voilà! _, du moins pendant les siècles _ mazette ! _ où les fantômes sont encore en fonction« , trouve-t-on ainsi à la page 146 du premier volet de ce triptyque, Gare d’Osnabrück à Jérusalem ; et cela en vertu même des « droits«  (c’est-à-dire devoirs !) de « la Littérature« , page 147. Fin de l’incise. _,

pour quelqu’un qui veut et doit écrire toutes _ et sans en perdre la moindre... _ les histoires de la famille Jonas qui se perdent _ déjà, dans l’oubli qui gagne très vite ; mais aussi au sens de « se mêlent, s’emmêlent » les fuseaux de leurs fils enchevétrés _ les unes dans les autres, tant de récits amputés _ voilà _, enterrés, kidnappés, substitués et détruits, anéantis _, c’est le déluge _ auquel se trouve confronté ce devoir-mission-obligation d’écrire. Heine _ quant à lui, n’achevant pas son récit de Bacharach _ aussi a déguerpi (…) Qui suis-je _ et avec quelle autorité tranchante _ pour dire celui-ci est un parent, ce Jonas en est un, ce Jonas en est-il un ? Je comprends que Jonas _ l’ancêtre de Jérusalem _ se soit jeté _ de désespoir _ dans la baleine _ dans la Bible. On ne peut tout de même pas _ parvenir-réussir à _ engloutir _ vraiment et sans s’y noyer-perdre _ une telle foule » _ de si nombreux Jonas _, page 87.

« Et tous ces récits abandonnés, inachevés, ces chroniques échouées, enfouies sous des flots de sel ou de sable _ voilà _, ces morts qui ont perdu leur fin _ et tel est  le premier et principal scandale : que cette fin leur, singulière, propre, leur a été monstrueusement volée, assassinée, néantisée ! _ qu’en penser ? Y a-t-il une pensée qui ait la force de penser _ maîtriser-unifier-comprendre en son entièreté _ un tel éparpillement ? C’est la spécificité des généalogies juives, l’interruption _ la coupure _, dit ma fille, l’effet hallucinatoire des homonymies« , pages 88-89 ; et c’est cette « interruption« -rupture-coupure scandaleuse-là que le livre-récit, telle Antigone envers le corps abandonné-livré aux morsures des chiens de son frère Polynice, a pour charge inviolable de tenter de réparer, colmater, suturer, rétablir en son intégrité : en un tombeau-cathédrale-reliquaire monumental sacré de phrases qui leur rende-restitue l’intégralité-intégrité de leur vie ainsi que mort.

« J’y vois la preuve que dans bien des cas ce n’est pas l’agent humain _ en son individualité identifiable _ qui importe dans nos récits, mais que le personnage principal c’est le destin _ global _, ou l’événement _ singulier. Après tout ce n’est pas la personne _ même _ d’Ulysse qui nous lie _ nous lecteurs-auditeurs _ à l’Odyssée, c’est la somme _ homérique _ de ses aventures _ narrées _, et qu’elle soit finie _ et ramassée, clôturée, cette somme : par le récit-poème _ en vérité _ et pas en mensonge ou en Ruddeln : un facteur capital, donc : bien sûr ! _, et que la fin soit domiciliée » _ ne serait-ce qu’en une tombe-tombeau ; Hélène pense peut-être ici aux restes de son grand-père soldat Michäel Klein pourrissant encore quelque part en forêt ou tourbière perdue en Biélorussie depuis 1916 _, page 89.

Et « Là-dessus il me vient à l’idée que mon livre est le _ paradoxal _ résultat _ fruit direct _ de ce _ vaste et chahuté _ tumulte Jonas _ Osnabrück-Jérusalem _, hanté qu’il est par tant de passagers _ fugaces, effacés _ et populations très étrangers _ dispersés _ les uns aux autres affilié _ désormais _ nulle part, déménageur _ fuyard-fuyant _, jaseur _ ça oui ! et par défi éternellement juvénile _ comme Jacques _ le fataliste, de Diderot _ et comme ma mère _ Ève _ et sa sœur _ Éri ; et encore Marga _, tout étonné _ ce tumulte Jonas _ de ses bigarrures et déchiré de partout« , page 91.

« Bacharach _ la charmante petite cité rhénane _ est un conte où vivaient _ au XVIIIe siècle _ les Jonas avant le carnage _ qui, à petite échelle, commençait ou plutôt continuait depuis longtemps toujours déjà… À Osnabrück non plus, il n’y a plus _ depuis 1945 _ de juifs. Les Jonas sont partis en fumées _ crématoires de fours _ philosophiques. Il reste _ voilà ! _ de ces temps passés quelque chose de fée _ de transfigurateur _ dans ces villes _ telle Osnabrück ou Bacharach _, une chimie environnante _ à humer sur place _ qui éveille une irrésistible _ tiens, tiens _ pulsion _ mission poïétique sacrale _ de raconter (…) Et parfois tous les volumes d’une œuvre presque complète comme celle de Proust _ mais celle, aussi, de Montaigne ; ou celle de Cervantes : des marranes… _ aboutissent à un désir poignant de cathédrale-livre _ tombeau-monument-reliquaire géant _ car une cathédrale ne reste inachevée que pour accueillir le poète suivant » _ pour un passage éperdu de relais _, pages 93-94.

« Il y a des villes qui sont comme des livres _ et des tours _, qui grandissent, s’étendent en hauteurs et profondeurs, qui deviennent des réserves _ oui : généreuses _ du Temps, qui ouvrent des cimetières beaux et inquiétants et nous conduisent à notre _ propre _ tombe _ à-venir _ afin de nous aider à _ lentement, peu à peu, pas à pas _ l’apprivoiser, jusqu’à ce qu’elle devienne _ de notre vivant actif et créatif même (après, it’s too late…) _ notre chambre d’hôtel _ c’est-à-dire d’accueil-hospitalité _ au secret » _ à caresser et contribuer à faire s’entr’ouvrir et l’écouter _, page 97.

8) Escaliers fatidiques (pages 99 à 107)

_ « Mes livres sont des villes où demeurent des morts fées _ de fata, la fée, et fatum, le destin ; et Morphée, c’est le Sommeil (à rêves) ; sans même mentionner Orphée (de passage aux Enfers). Tous mes poètes sont morts. Tous les morts vivent encore _ autrement, forcément _ dans ces villes qu’ils enchantaient hier, dis-je _ et hantent discrètement maintenant. _ Des fantômes ? dit ma fille.  _ Des gardiens _ qui conservent et préservent _ du Temple _ espace féérique et dispensateur d’inspirations, s’il en est. Quel que soit le jour, Monsieur Émile m’attend _ pour l’éternité _ au quatrième étage de la rue Philippe _ à Oran _, nous au deuxième étage, l’étage juif allemand _ Klein – Jonas _ avec _ aussi, bien sûr _ mon père haut et long qui est une cigogne africaine faite jeune médecin _ Georges Cixous _, au troisième étage ma grand-mère espagnole _ Reine Sicsu, veuve de Samuel Cixous _ lente immémoriale…« , page 99.

« J’ai six ans, dehors c’est la guerre _ en 1943 _, j’étais sur les genoux de Monsieur Émile, il me permet de goûter une lampée de Pharmakon _ platonico-derridien, déjà _, je comprends ceux qui ne peuvent s’arrêter d’en boire, c’est divin, Monsieur Émile me raconte des histoires extraordinaires _ à la Poe _, je suis ivre de ses liqueurs fantastiques _ d’imageance à l’œuvre, déjà _, j’avale tout pour vrai. Et je vois dans le fauteuil dans le miroir ma très belle et très noble grand-mère allemande nous surveiller, bei uns à Osnabrück chez nous on ne croit pas aux contes de fées, dit Omi _ Rosie Jonas Klein _, à Osnabrück ma grand-mère _ Hélène Meyer Jonas, décédée le 24 octobre 1925 ; Ève venait d’avoir quinze ans _ nous interdisait de lire des contes de fées, dit _ aussi, en renfort _ ma mère _ Ève Klein Cixous. Les fées étaient _ ainsi bannies _ réfugiées _ clandestines _ dans les escaliers et au grenier. J’appartiens à Monsieur Émile pharmacien magicien je veux qu’il me raconte des inventions _ d’imageance _ et les croire. C’est ici au 4e étage malgré les réserves _ rationalistes _ du 2e étage que j’ai pris goût _ voilà _ à la liqueur d’écriture _ et imageance, donc _, dis-je à Isaac _ poète, lui. Au 4e étage il est possible de croire _ aussi _ ce qu’on ne croit pas _ normalement _ pendant plusieurs heures et jusqu’à tout un jour, ne pas croire n’empêche pas de croire, c’est un enchantement _ carmen, charme _ des sens _ oui _, sous la parole du magicien je suis assise et nous sommes deux sur ses genoux, celle qui croit et celle qui dans le secret ne croit pas, cela n’est pas gênant, on s’entend bien…« , page 103.

« Le livre aussi a plusieurs étages _ distincts et séparés, mais qui communiquent aussi et cohabitent.  Il y a des jours où son récit est arrêté aux Lumières, d’autres où on est attendu au Bureau des Rêves, d’autres dans des camps infernaux. Ce qui nous attire vers le faîte de la Tower _ et déjà la terrasse du sommet de la maison de la rue Philippe, à Oran, en 1943-44 _, ce n’est pas la promesse de la vue, car de si haut on ne voit plus le monde tel qu’on le fréquente ces jours-ci, mais le monde promis-retiré accordé _ voilà _ à Moïse comme sa grâce maudite personnelle _visionnaire et prophétique quant à la terre toujours toujours promise sans y jamais poser son pied ; aperçue seulement de loin, juste au moment de sa  mort, du sommet du mont Nebo. Alors c’est quoi ? dit ma fille. _ Je cherche, dis-je. C’est une force qui n’est pas de ce monde. Je trouve : c’est le pressentiment _ d’un à-venir promis vaguement supputé-deviné. Il y a des lieux à pressentiment _ visionnaire, et avertissement : à bon entendeur, salut _ et aussi des jours ou des heures. Tu es dans l’escalier qui est l’Escalier, le médium _ l’intermédiaire, le lien, le liant _, le familier et le fatidique _ le domaine des fées et de ce qui peut très bien nous attendre et nous pendre au nez _, et tout d’un coup tu « vois », intérieurement _ visionnairement clairement _, le mystère _ voilà _, qui est un mélange de mort et d’éternité _ par dessus (mais aussi dans-dedans) le temps et les temps même(s). Ou d’éternité et de mort _ qui est la simple transition-passage entre deux états successifs d’être. Et dont le cœur _ d’un tel mystère, donc _ est le diamant _ pur et translucide le plus précieux _ de la vie. Car c’est au sein de ce mélange _ éminemment fécond-fertile _ qui est une émanation atmosphérique des autres mondes _ pluriels et plurivoques _, qu’elle étincelle _ allume, enflamme, éclaire, illumine _ la vie.  (…) La vie, c’est tout ce qui arrive _ advient-survient-illumine _ dans les Escaliers« , pages 106-107. Et là est le pouvoir le plus profond de la vraie (lumineuse) Littérature (et Poïesis).

9) Le pressentiment, c’est (pages 108 à 111)

_ « Le pressentiment, dit ma mère, c’est quand tu reçois une lettre et que tu crois _ en refusant d’y prêter vraiment foi : il y a forcément erreur de destinataire et adresse ! _ que c’est pas pour toi » _ en un mouvement de répulsion-dénégation de l’intuition entr’aperçue mais immédiatement esquivée-contournée-repoussée de l’avertissement ainsi reçu ; tel, par exemple, le tout premier mouvement de recul (pas le second, qui fut de gratitude) de Marie, lors de l’Annonciation de l’Ange Gabriel… _, page 110.

10) À l’Ouest rien de nouveau (pages 112 à 139)

_ « on rentre _ revient, retourne _ à l’hôtel j’allume la télévision, jusqu’ici je suis encore à Paris je crois que le livre suit mais voici qu’il anticipe comme une fusée _ voilà _ je ne crois pas encore _ de fait, c’est difficile à accepter immédiatement _ ce qui déjà me crève _ pourtant _ les yeux _ et en effet, face à certains réels, notre premier réflexe est bien un massif « c’est pas possible !« . Mais c’est ici d’un tout autre ordre que celui du possible, car c’est le réel même qui vient là d’un coup terrible impréparé nous assaillir, accabler, effondrer. Et il faut forcément un minimum de temps pour commencer à se préparer à s’y faire, apprendre à y accommoder progressivement son regard, et sa conviction enfin, à la fin, peut-être entière ! _, la chambre flambe, le lit est drapé de fumées rougeoyantes _ issues des images se diffusant du téléviseur dans la pièce tout entière _, et après quelques instants je vois _ enfin à peu près _ ce que je vois  Ce sont nos tours ! Nos tours ! On tue nos tours ! _ voilà : la tour Nord a été frappée par le premier avion à 8 h 46 (heure de New-York) ; et la tour Sud, à 9 h 03. Ce qui donne, compte tenu du décalage horaire, que les images des tours en flammes ont été vues à la télévision quasi instantanément en direct, dans le monde entier ; et respectivement à 14 h 46 et 15 h 03 (à l’heure de Paris et de la France métropolitaine). Quant aux chutes, en suivant, des deux tours, la tour Sud, impactée la seconde, s’est effondrée la première à 9 h 58 (= 15 h 58 en France) et la tour Nord, impactée la première, à 10 h 28 (= 16 h 28 en France). J’avais cours, ce mardi, dans mon lycée, à Andernos-les-Bains jusqu’à 14 h 55 ; et là débutait la petite récréation d’un quart d’heure. Je m’apprétais à reprendre ma voiture au parking et regagner par la route de la forêt mon domicile à Bordeaux ; mais, en passant par la salle des profs, une de mes élèves (qui écoutait une radio) est accourue nous informer qu’il se passait quelque chose de très grave à New-York. Je prends ma voiture et me branche sur les informations tout le long du trajet (de 45 minutes) ; et j’allume aussitôt la télé en arrivant chez moi, un peu avant 16 h ; et assiste en direct aux chutes successives des deux tours. L’événement est mondial, comme l’avait été l’assassinat de Kennedy à Dallas. Nos tours, c’est nous ! On réveille Samson _ Isaac ? _, on a tondu ses tours ! Imagine son épouvante ! Non, mon imagination n’a pas la force d’imaginer. Le petit homme (? ) gît sous les décombres de la cathédrale de Strasbourg ! _ là, le lecteur approximatif et trop récent encore de l’œuvre Cixous que je suis, est sans assez de repères pertinents : même sachant que Strasbourg est la ville natale d’Ève Klein, le 14 octobre 1910 (et elle y a résidé jusqu’à la fin de la Grande-Guerre, avec sa mère, devenue veuve en 1916, et sa sœur, et toutes trois ont alors rejoint, dès 1919, ce qui demeurait des fratries Jonas d’Osnabrück à Osnabrück même) ; et aussi celle où a travaillé, et non sans difficultés, Omi, vers 1930, dans l’usine de son beau-frère Moritz Klein, ces allusions au « petit homme«  à « la cathédrale de Strabourg«  me dépassent totalement ; je ne dispose de rien à quoi les raccrocher… _ On tue notre cathédrale ! Je t’appelle ou tu m’appelles _ c’est difficilement (volontairement ?) décidable en cet état du texte ; et peut-être est-ce même ici un acte de l’imageance présente… Où es-tu ? Dans ton hôtel _ où ? à Shangaï ? à Pékin ? en Chine ? _ mon jour est ta nuit  » _ de fait s’il fait alors jour à Paris et New-York, il fait déjà nuit en Chine : le décalage entre New-York et Pékin est de 12 heures, et de 6 heures entre Paris et Pékin ; il est 22 heures à Pékin quand il n’est que 16 heures à Paris et 10 heures à New-York  _, pages 112-113 .

« _ Quelle heure est-il à Pékin ? C’est toi ma Chine qui m’appelle ? Tu m’appelles. _ Ne bouge pas ! Elles tombent ! Nous nous regardons _ avec elles _ tomber. Dans le rêve _ et son induration, ensuite _ elles tombent sans arrêt, tours tombantes, tomber ça peut durer longtemps, à peine poussière elles colonnent _ de poussières cataclysmiques de cendres, de tonnes tombantes de gravats, d’asphyxiantes fumées _ (…) nous regardons tomber toutes les larmes du monde, les tours tombent le mardi _ du 11 septembre 2001 _, toute la semaine, toujours encore Étoiles qui êtes l’œuvre d’hommes, vous tombez, dit Isaac _ a falling star est une étoile filante… _ nous sommes dans le petit ascenseur de bois _ de l’hôtel de Gramercy ? ou bien en Chine ? _ en route fusée pour des astres en larmes et il n’y a pas d’espace si c’est pour ça Anafranil alors je m’en passe dit Isaac, une voix terrible, le bonheur tombe c’est pas la grande forme le beau temps le mauvais temps la machine à interpréter, beaucoup de rêves, je me suis réveillé il y avait entre autres Hitler il était encore là au petit déjeuner j’étais à Pékin avec Hitler, un hôtel extraordinaire, en réalité, il faut me protéger _ Ne bouge pas ! je regarde la télévision _ à Pékin, à Paris, ou everywhere de par le vaste monde _ ça recommence c’est pas de sitôt qu’on saura, pour les conséquences, je le ressens comme un coup personnel _ voilà ! _, où est ta mère ? le chat ça va ? _ Hélène serait donc, elle, à Paris, voire encore à Arcachon, ce début septembre _ La vie reprend déjà les vols commerciaux ont repris, j’ai vu Bush parler, au-dessous de tout, la vie reprend ma mère est en Angleterre, avec sa sœur, elle est _ filante _ à l’anglaise « , pages 116-117.

« Les Tours nos mortes nos morts combien de morts ? Il faut ajouter tous les morts que la mort des Tours a fait tomber dans les Escaliers de la mémoire« , page 119.

« Je relis Im Westen Nichts Neues _ de Remarque _, dis-je. C’est le plus beau livre du monde. Ce livre dès que tu l’écoutes _ ses voix parlent _ ne te quitte plus jamais (…) et la tête penchée sur l’obscurité le jeune soldat que la guerre a nourri d’un massacre quotidien _ et c’est une hécatombe _, voilà qu’il accouche, comme une jeune mère vierge, de la Divine Poésie _ aux chapitres dantesques de l’Enfer. Avant lui, personne, sinon Homère _ l’Iliade cette fois. Il est six heures _ quel matin ? de quel jour ? _ Homère se réveille en allemand pour la première fois depuis 3000 ans. C’est un petit soldat aède de dix-neuf ans de la ville d’Osnabrück _ Erich Maria Remarque _ enrôlé pour la Tragédie, comme tous les prophètes de dix-neuf ans il ne sait pas qu’il est élu, c’est pour cela qu’il a la grâce _ d’innocence _ des poètes, il passe d’enfance à éternité _ voilà ! _ en avalant la vie et la mort d’une seule gorgée, au sein sanglant du grand carnage l’apocalypse _ oui, de saint-Jean _ est son maître d’école, son nom d’Homère est Remarque, il aura été averti _ pour ce qui risque de suivre et qui hélas suivra _ (…) sans lui personne n’aurait jamais rapporté la parole _ voilà la mission sacrale : refaire résonner et à jamais dans l’éternité ces voix _ des morceaux de morts, de tendres phrases aux genoux broyés, aux mains coupées _ telle la main droite de Cendrars _, et qu’une aposiopèse achève comme le fantôme d’un hurlement, « tu… » Entre deux attaques, la paix surnaturelle de l’écriture _ oui, elle possède bien un tel pouvoir de surnature : pacifié et apaisant _, assis à côté du mort qui vit encore un moment, n’a pas encore digéré le bout du saucisson, n’a plus d’intestins, est atteint par l’infini sagesse de la fin : « tu diras » et le reste est silence car tous les comourants sont les héritiers _ oui _ de Hamlet, les princes de la boue et de la tristesse, « tu diras » et pendant la paix profonde et fraîche entre les feux tonnant, voilà qu’apparaissent les fantômes _ doucement luminescents _ des paysages aimés _ voilà _, les doux vieux peupliers, le long de la douce petite rivière de la Ville, tous ces adorables trépassés _ dont le grand lys flottant de la douce Ophélie _ qui ne reviendront plus jamais en réalité » _ seulement dans les rêves nocturnes et l’imageance poïétique _, pages 120-121.

« Et la beauté du monde recommence _ et va durer un peu _, et c’est la première fois qu’on découvre l’Amérique _ industrialisée _ du Souvenir, et le monde se relève _ forcément _ en pleurant, et en silence, car il revient en images et en ces pensées qui ne parlent pas en mots mais en visions et en paysages perdus » _ obsédants _, page 122.

Le réel, la vie,

dans laquelle

son propre cours de vie personnelle plus ou moins singulier,

ainsi que l’Histoire générale (contemporaine, mais aussi universelle !) jusqu’à aujourd’hui (et plus tard),

forcément prennent place, s’insèrent, viennent jouer,

et en sont plus ou moins cahotés, malmenés, brisés, parfois à réparer,

est l’objet de fond de l’écriture.

Ainsi, également, que ce qui en ressort de fondamental pour qui

_ elle et ses proches au premier chef,

mais c’est simple affaire de focalisation et départ-ancrage de la perspective de l’écriture du récit (qui n’est jamais, jamais, une chronique historique générale, et encore moins à relents communautaristes de quelque communauté que ce soit) _

survit à tout cela ;

mais aussi grâce à quels moyens cela émerge dans le rendu magnifique de l’écriture ! :

 la somptuosité

_ plus que jamais en acte ! ici ; et avec quelle liberté en ses fulgurances illuminantes de poésie _

de l’imageance à mille facettes de la généreuse

et magnifiquement libre, mais parfaitement rigoureuse et implacablement probe, aussi,

écriture cixoussienne

sur le rôle _ et mission sacrale auto-assignée, ou plutôt donnée, reçue et acceptée _ de laquelle

porte, de fait,

le principal de l’exploration-fouille

de ce récit-méditation-ci qu’est ce beau Défions l’augure ;

et toujours avec une merveilleuse légèreté amusée et polyphonique…

Et, maintenant, en une seconde partie,

comme annoncé plus haut,

à la façon de mes approches précédentes de ce que je nomme « le continent Cixous« ,

et bien sûr à partir de ma lecture précise de Défions l’augure

je place ici _ à la poursuite de mon dossier d’approche de tout l’œuvre Cixous (car je suis un gourmand !) _,

cet article-ci Le 11 septembre dans la mémoire intemporelle d’Hélène Cixous de notre ami René de Ceccatty,

publié dans Les Lettres françaises, le 8 février 2018,

et emboîte une nouvelle fois ma lecture à la sienne  _ en cet article sien, au sein duquel j’intercale, au passage, ainsi que j’aime le faire (en forme de triple dialogue), quelques menues farcissures de commentaire (ou précisions factuelles) de mon cru, en vert.

Bien sûr, si ces farcissures dérangent en quoi que ce soit, le lecteur a, et à tout moment, tout loisir de les shunter…

Le 11 septembre dans la mémoire intemporelle d’Hélène Cixous

Défions l’augure

de Hélène Cixous

Galilée, 152p.

De quoi s’agit-il dans le dernier livre d’Hélène Cixous ? Si elle ne posait pas elle-même _ page 97 : « tu es déjà assez illisible (…) tout ça est escarpé, abrupt, étrange pour ne pas dire étranger « , dit Isaac, ; et « en cela il tombe d’accord avec ma mère«  : voilà… _ la question de sa « lisibilité », par la voix _ délicieusement malicieuse et toujours très pragmatique _ de sa mère, morte il y a quelques années _ le 1er juillet 2013 _, on hésiterait à le faire, de crainte de paraître offensant. Mais, après plusieurs livres où la narration, malgré les sautes de temps, les simultanéités inattendues, les confrontations de registres très différents et pouvant paraître, à première vue, incompatibles _ et donc iconoclastes pour les codes romanesques dominants _, mais qui tous ménageaient _ cependant _ une forme de _ relative _ continuité autobiographique _ du moins ressentie comme telle par le lecteur ! grâce principalement à quelques événements-accidents centraux, forts, bien repérés, et hiérarchisant le récit _, Hélène Cixous renoue ici avec une période de son œuvre, moins directement accessible, moins ouverte _ même si c’est encore et toujours affaire de degrés et nuances, plus que de rupture sèche… Mais me manque la compétence d’assez de lectures pour en bien juger. L’hermétisme en poésie n’est pas un défaut, c’est un choix. C’est le trobar clus des troubadours.  Il est parfois réclamé, comme une nécessité _ pour des motivations diverses, le plus souvent de prudence protectrice, via un cryptage ésotérique _, dans le cheminement d’un écrivain intérieur voilà. Comme Montaigne _ décidant, au printemps 1571, de se se retirer de toutes ses charges publiques, en son château périgordin au milieu des bois de Montaigne, à l’âge de « trente-huit ans » _ cherchant dans sa _ seule _ bibliothèque _ « librairie« , dit-il, dans une tour bien séparée du château, à l’abri des bruits et criailleries de la vie domestique _ « sa liberté, sa tranquillité _ d’esprit _ et son loisir » _ de méditer et écrire, en s’essayant, au sein de la compagnie choisie (parlante, ou plutôt chantante et enchanteresse, en leur « entretien« ) des Muses _, pour citer, avec Hélène Cixous, la phrase latine peinte sur le mur _ en fait sur une des poutres _ de son cabinet _ sa « librairie« -chambre d’écriture au second étage de la tour ; la sentence est en effet donnée in extenso en latin à la page 69 : « istas et dulces latebras avitasque libertati suae tranquillitatique et otio« . Quitte à semer et perdre en route du cheminement de lecture de tels essais écrits « à sauts et à gambades« , ceux qui, manquant de persévérance et d’un minimum de sagacité amusée, sont les potentiels récepteurs de son gentiment préventif « Avis au lecteur«  : « Indiligent lecteur, quitte ce livre !« .. N’entre donc que qui peut, avec assez de patience et constance, mettre son pas en semblables serpentines lectures ! Il y a là un implacable sas, un portail à serrures à ouvertures-retards…

C’est donc une maison fermée _ la maison d’écriture de Hélène, ceinte d’un mur comportant un unique portail (qualifié, pour ses serrures, de « gladiateur pervers« , page 76) pour entrer et sortir de la propriété avec jardin, quand il s’agit de la Villa Ève, à Arcachon, aux Abatilles, non loin des dunes boisées de l’Éden, au Pyla proche _ qui se présente ici, mais avec plusieurs fenêtres _ grand _ ouvertes _ sur le ciel et, non loin, le large sans fermeture de la mer _, qui permettent, en tout cas pour les lecteurs assidus ou réguliers des livres précédents _ de notre auteure _, de s’assurer quelques repères _d’orientation et vues-pressentiments (« augures«  !) sur le futur, avec ses risques-menaces endémiques, ou périodiquement de retour, aussi. Il y a la famille Klein, la famille Jonas _ les deux branches de l’ascendance ashkénaze germanophone de la mère, Ève Klein, de l’auteure _, dont les lecteurs sont _ en puissance ou en acte _ familiers. Famille maternelle d’Hélène Cixous. Il y a les villes d’Osnabrück et d’Oran _ en leurs noms emboités (Oran dans Osnabrück) de poupées-gigognes _, il y a l’immeuble du 54 rue Philippe à Oran _ avec l’étage supérieur, le 4e, du magicien-pharmacien Monsieur Émile, initiateur précoce à la formidable imageance des contes ; mais pas du tout comme fuite de lâcheté à l’égard du réel ; tout au contraire : comme instance (de poïesis) de connaissance et vérité la plus probe et réaliste qui soit ! du Réel non étroit, élargi aux présences parlantes de proches disparus qui le marquent et le hantent toujours, ce Réel bien réel. Il y a Isaac, personnage récurrent _ en l’œuvre-Cixous _ et _ très volontairement _ peu précisé _ sinon l’indication répétée que celui-ci est « poète«  ; et même proclamé « Prince des Poètes«  _, dont le modèle est _ encore cette fois-ci, en ce nouveau livre-ci _ laissé dans son incertitude floutée _, sinon qu’une passion transatlantique _ principalement new-yorkaise : du moins pour leurs rendez-vous répétés à l’hôtel Gramercy, à Manhattan ; et leur usage commun (et peut-être exogène ?) de la langue anglaise… _ l’unit à l’auteur _ Isaac serait peut-être (« J’ai quand même survécu dix ans à ma mort-Isaac , est-il mentionné page 17) décédé il y a dix ans : en 2007 ? Mais devons-nous nous fier aux dates semées de-ci de-là ? Le livre ne tient pas une chronique historique strictement chronologique, mais se pourvoie en références emblématiques, à dimension d’éternité… Il y a les habituels anges tutélaires _ de Hélène _ : Homère _ surtout ici pour l’Odyssée, mais l’Iliade aussi_, Montaigne _ et le chantier infini de ses inépuisables Essais à profusion _, Shakespeare _ pour ici Hamlet et La Tempête, ainsi que Le Songe d’une nuit d’été _, Stendhal _ pour La Chartreuse de Parme et aussi Vie de Henry Brulard _, Proust _ et le tout du trésor d’ À la Recherche… _, Poe _ pour L’Enterrement prématuré et ses Histoires extraordinaires _, Kafka _ pour La Métamorphose _, Hugo _ pour Le Rhin, Lettres à un ami : un petit texte à propos de la ville (éminemment jonassienne) de Bacharach _, Diderot _ et son Jacques le fataliste _, Heine _ pour Le Rabbin de Bacharach _, auxquels s’ajoute ici _ pour son À l’Ouest rien de nouveau _ Erich Maria Remarque _ natif, comme certains des Jonas (dont Omi, la grand-mère Rosie, d’Hélène Cixous) d’Osnabrück ; mais aussi et encore Descartes (et son Discours de la Méthode), le poète John Donne, à propos du poème servant d’en-tête merveilleux au dépliant du restaurant du 107e étage (pages 24, 31 ou 39) de la tour Nord des Twin Towers, le bien nommé Windows on the World), etc. Et _ avec ces divers concours gentiment appelés à la rescousse _ le livre lui-même, celui qu’on est en train de lire, s’exprime _ de sa propre initiative : intempestive, disruptive, féconde en ses volte-faces et embardées surprises, qui sont autant de féeriques enrichissements permanents : c’est important.

On est surtout en pleine guerre _ du XXIe siècle. Les tours _ défiant spectaculairement le ciel ; et les défis, forcément, attirant irrésistiblement ceux qui aspirent à les relever ! _ s’effondrent : non pas celle _ impeccablement sereine, elle, et durablement solidement debout, même au pire de l’effroyable des fratricides guerres de religion _ de Montaigne, à laquelle l’écrivain rend sacralement, au moins une fois l’an _ visite _ depuis sa propre « tour » d’écriture, à l’étage de sa villa _ tous les étés, lorsqu’elle habite sa maison d’écriture _ réservée (et sévèrement !) à cela ! _ à Arcachon. Mais bien sûr, les Twin Towers. On est donc en 2001 ? Non, en 2000, un an avant l’attaque terroriste _ tiens, tiens ! Dont on aura eu alors le « pressentiment«  augural destinal. Voilà ! Mais Hélène Cixous joue sans cesse avec les diverses temporalités, qu’elle bouge, triture, malmène, renverse, fait surtout magnifiquement dialoguer entre elles. Et l’on n’est pas seulement _ voilà ! _ au sommet de la tour Nord _ de ces tours jumelles _, dans le restaurant bien nommé « Windows on the World », mais aussi _ en même temps ! mais pas forcément la même année : peut-être en 1990 cette fois, mais ce n’est surtout pas indiqué-précisé ; au contraire, c’est affirmé-évoqué, vaguement, comme concomitant _ dans le restaurant de l’Empire State Building, où Ève et Éri, la mère et la tante d’Hélène, partagent un repas dans la cantine _ mais ce peut être aussi la « cafeteria du Rockefeller building« , comme le mentionnait, à la page 102, Gare d’Osnabrück à Jérusalem _ avec leur cousin _ Richard _ Katz _ né le 23 février 1902 et décédé le 9 décembre 1991, le mari de Hilde Löwenstein (née à Gemen le 14 octobre 1901), l’une des trois filles, celle du milieu, entre Gerda, l’aînée (née le 17 octobre 1900), et Marga, la dernière (née le 30 décembre 1910) de Paula Jonas (l’épouse d’Oskar Löwenstein), elle-même, Paula, la troisième des quatre sœurs Jonas (après Jenny, épouse de Meyer Seehoff, et Hedwig-Hete, épouse de Meyer Max Stern, et avant Zophie : peut-être décédée, elle, à Theresienstadt, mais les divers livres successifs que j’ai lus demeurent muets sur sa geste singulière ; et si ce sont bien là les quatre sœurs Jonas de Rosie !..) de Rosalie-Rosie Jonas, épouse et veuve Klein, la grand-mère maternelle d’Hélène Cixous ; même si la liste de ces fratries-sororités Jonas d’Osnabrück n’est, à ma connaissance, tout au moins, nulle part clairement indiquée ! Cf plus haut… Mais on sait _ c’est-à-dire au premier chef Hélène et Isaac, et peut-être encore Ève et Éri ; mais nous aussi, lecteurs, à leur suite : saisis qu’avec eux nous sommes du très fort pressentiment-augure ! _, pendant ces repas _ d’altitude touresque new-yorkais  _, que bientôt _ quelque jour à-venir… _ les tours s’effondreront _ de fait ce sera le mardi 11 septembre de l’année suivante : 2001. Et pas seulement elles _ ces tours ! D’autres chutes-effondrements (et pas que de tours dressées vers le ciel) sont à-venir et suivre aussi. Tout vivant sexué (mortel) est passager et fragile, et destiné, seulement medium qu’il est biologiquement parlant, à laisser la place (bien forcément, et sans alternative !) à la descendance (s’il y a lieu). Une expression prononcée par Hamlet, « we defy augury » _ Hamlet, Acte V, scène 2 _, en réponse aux _ prudentes _ mises en garde d’Horatio, avant de se battre en duel _ à fleuret empoisonné (ce que Hamlet ignore et ne soupçonne probablement pas !) _ avec Laerte _ le frère d’Ophélie et fils de Polonius _, parcourt _ et ponctue, telle une ritournelle, en effet _ tout le livre. « Défions l’augure », c’est-à-dire n’écoutons pas la peur _ issue tout naturellement de l’avertissement du « pressentiment«  ; et le courage, ce n’est pas ne pas avoir peur, c’est ne pas se laisser abattre par cette peur, mais prendre sur soi d’oser la surmonter, cette peur bien naturelle _, de toute façon le destin suit son cours _ ici, je ne suis pas du tout sûr que Hélène Cixous soit fataliste, bien au contraire, même ! ; elle est seulement très consciente de l’importance très grande des rapports des forces en présence, ainsi que du jeu (et fréquences à envisager avec le plus grand réalisme, bien sûr) des probabilités impliquées par les divers déterminismes en jeu bien présents. Mais du jeu (et c’est fondamental !), et une liberté nôtre, demeure(-nt) aussi !.. Les signes annonciateurs d’une tragédie doivent d’autant plus être ignorés qu’ils ne peuvent _ du moins ces signes ! dès qu’ils sont perçus… _ être combattus _ même remarque de ma part que pour la phrase précédente. Fuir, et fuir à temps (« The readyness is all !« ), ce qui est pressenti dans l’augure, demeure tout de même sinon presque toujours, du moins assez souvent, possible ; la nasse comporte, et fort heureusement le plus souvent, quelque faille ; un bon exemple : la belle longévité trans-frontières d’Ève (plus experte en géographie qu’en histoire ! dit-elle…) , qui a su chaque fois fuir et échapper à l’emprise se resserrant sur elle de la nasse, à temps ! « Soyons les auteurs de nos fatalités« , ne manque pas ainsi de souligner face aux divers contextes et accidents possibles, l’auteure, page 61, en son éloge de la fondamentale décisive liberté ; et qui n’est donc pas seulement celle, littéraire et poïétique, de l’imageance ondoyante de l’écriture du livre…

Ici _ dans cet opus-ci _, Hélène Cixous a décidé de ne pas raconter une histoire : elle n’est pas _ mais l’est-elle souvent ? complètement immergée _ dans le temps _ chronologique _ des événements successifs _ son temps à elle, et celui du livre, étant celui que lui met à portée la puissance en acte et à l’œuvre (in progress) de sa propre imageance d’auteure constamment sur le vif du qui-vive ; et apte à saisir, dans les aspérités sensibles du temps même, l’éternité du Réel. Elle fait _ par l’acte et l’œuvre même du déploiement de cette imageance sienne _ revivre sa mère, elle suit _ à nouveau _ Ulysse dans son voyage chez les morts _ à la recherche d’un vrai tombeau de paroles, enfin, pour Elpénor, le noyé au corps abandonné aux poissons en Mer Tyrrhénienne _, elle remonte le temps et se rappelle aussi qu’elle a toujours anticipé _ auguralement _ l’avenir _ les deux, remonter en arrière et anticiper en avant ; et de ce temps (et dans-dedans le temps et les temps mêmes), l’intéresse la dimension a-chronologique (mais pas intemporelle ; dans-dedans le temps !) de l’éternité. Est-il question d’une histoire d’amour ? Oui, sans doute, mais elle n’appartient même _ probablement _ pas à ce qu’on appelle la mémoire _ capable de retrouver et dater l’événement et de le chroniquer. Même si elle rend, une fois de plus, hommage à Marcel Proust (« pilier vivant de tout ce que j’écris ») et à sa métaphysique du temps, elle ne suit pas la même voie _ d’essai de reviviscence (à teinture nostalgique de retrouvailles tentées avec quelque paradis perdu, enfui) du temps perdu-passé : qu’il faudrait, comme tel quel, « retrouver« … En cela, sa Poïesis a quelque chose de plus philosophique et emblématique et universel, via le plus singulier et charnel du concret, quoi que toujours et de part en part, cette Poïesis Cixous, intimement concrète et charnelle.

… 

Elle donne une bonne _ magnifique ! _ définition de sa démarche _ d’écrivante _  et de son rapport _ crucial et formidablement mobile-plastique _ au temps _ et là, quant à la démarche et au Livre lui-même, réside en effet le point fondamental _ : « Mes livres sont des autoconstructions _ voilà : étrangement autonomes, et pleinement assumées ainsi par elle, l’écrivante, qui s’y plienautiques, dis-je à ma fille, libres _ oui _ de leur mouvements et du choix _ entiers _ de leurs routes, ils peuvent prendre l’air ou l’eau _ oui _, couler, voler _ leurs flux varient _, se composer _ condenser, de manière ouverte _ de plusieurs histoires _ qui tirent concurremment dans des directions fort diverses, jamais parfaitement coordonnées, ni totalement unifiées : elles se frottent et rippent non sans grincements riches de musiques inouïes les unes contre les autres _, de plaisanteries _ l’humour n’est jamais très loin !, mais jamais gratuitement ; et toujours avec une vraie profondeur, en sa légèreté dansée _, de témoignages vrais comme faux _ à nous étourdir : lesquels privilégier ? Ils sont enrichis _ oui _ d’alluvions _ riches, voilà _ en provenance _ ouverte, là encore, sur ce réel qui leur pré-existe et demeure toujours en partie extérieur au récit et son auteure, jamais qu’il est, ce réel, complètement de part en part, assimilable ni réductible non plus, à ce qui pourrait être la vision-visée principale et unifiante (de l’auteure) de ce récitde tous les mondes _ cf Le Tour du jour en quatre-vingts mondes de son ami Julio Cortazar ; et pour Hélène Cixous, les mondes divers, ce sont d’abord des voix plurielles ! _, déposés en tel chapitre _ d’où le sentiment de débordement d’humus et végétation et effloresccnces, qui demeure. Contribution gracieuse des dieux _ toujours supérieurs à nos individuelles menées.  Ils sont produits par bien des faiseurs _ que soi-même, que la seule imageance de l’auteure (ou même l’imagination adventice du lecteur) _, rêvés _ en partie, au sortir juste de la nuit, en effet _, dictés _ d’ailleurs que soi _, rapiécés _ beaucoup ! de pièces déjà déchiquetées et forcément toujours partielles, bancales, mutilées _, augmentés de fantaisies _ aussi : éminemment ludiques ; mais sans arbitraire, ni absolue gratuité _, d’où la pluralité _ riche et généreuse, opulente même _ de leurs lieux de naissances. Si pour en noter _ au vol _ le voyage _ vivace et animal _ je suis à l’ancre dans mon bureau _ dunaire (hérité de la forêt d’Éden, en cette un peu excentrée zone d’Arcachon, aux Abatilles) _ d’Aquitaine _ d’Arcachon _, mes esprits _ toujours pluriels et mobiles : mixte d’Ariels et de Calibans, et encore mille autres _ vont et viennent dans les villes _ surtout,, rimbaldiennes _ et les temps _ successifs et en même temps co-présents _ qui habitent aux différents étages de ma librairie _ montanienne _ mentale » La phrase _ celle-ci, ainsi que pas mal d’autres _ n’est pas achevée par un point _ marquant le caractère forcément toujours partiel et lacunaire, en dépit de la saisie réussie du flux de ce réel, de ce que fut la notation au vol ; et ce qu’elle a pu saisir de ce qui se donnait, en voix, à entendre-recevoir-accueillir. Page 18, Hélène Cixous parle, merveilleusement !, de son « téléphone des oiseaux«  (l’expression est magnifique !) ; en voici l’élan du passage (sublime !), et d’une justesse absolue : « Quand j’écris tout est au présent _ voilà : égalisateur ; et c’est fondamental. Le temps me suit. Ce n’est pas Moi qui écris, c’est ma providence spéciale _ voilà : infiniment prévenante !, la Toute Puissance Écriture, c’est elle _ cette imageance généreusement pourvoyeuse _ qui me souvient quand j’oublie. Elle me réveille _ déjà _ avant l’heure, je n’ai même pas fini de lire mon rêve _ au tout petit matin sortant de la nuit _ que je l’entends chanter de tous ses oiseaux, chœur successif, à l’instant je suis ravie _ emportée, raptée _ et convaincue, je les crois _ oui ! _, ce sont mes guides _ voilà _, personne ne me fera changer d’avis, je dis oui au merle suivi du rouge-gorge suivi de la mésange, je vous suis, je viens _ et on entend siffler-vibrer-chanter tous ces V. À ce moment-là les morts sont relâchés _ de la pesanteur de leurs remords et chaînes les retenant au passé trépassé _, trêve _ alors _ de séparation, quel soulagement _ en ces retrouvailles impromptues _, et tout le monde va bien comme d’habitude, maman, mon père, l’éternel _ beethovénien _ bien-aimé, mes enfants, mes incarnations animales _ aussi _, certes notre régime d’exception a _ forcément : il est exceptionnel _ quelque fragilité _ il a bien sûr ses conditions exigeantes _ mais pour le moment _ et c’est bien ce qui importe ici _ nous resplendissons _ voilà ! _, et maman s’agite _ toujours _ en sa chambre en réalité _ pleine. La réalité, c’est ça, ce qui répond _ voilà ! _ en toutes circonstances au téléphone des oiseaux » _ soit la ligne la plus directe de l’essentiel ; en une affaire de branches et branchements, dans la ramure du vivant qui s’agite à la brise, parmi les frondaisons, et chante, chante. C’est l’entretien (ramelien, et jaccottien) des Muses. Il est temps de donner la parole à Ève _ toujours ressuscitée, plus vive et vivace vivante que jamais, par l’imageance auscultante ressuscitante de sa fille _, qui contestera _ malicieusement, et avec son pragmatisme nourricier de survie, comme à son habitude _ l’obscurité du livre, l’obscurité de ses livres, de ses interventions dans les colloques.

Cette voix intérieure _ voilà ! _, qui a nom Ève, est aussi une forme de mauvaise conscience _ oui, bien sûr _ qui hante ces pages _ comme les interventions intempestives et à contre-temps des bouffons pleins de vérité à la cour des rois de Shakespeare. Car les nombreuses énigmes dont elles sont pleines _ à plaisir à foisons _ sont posées sans être interprétées _ ce serait trop facile et très artificiel ; et gèlerait en leur propre ouverture les mouvements débutants du penser piqué au vif du lecteur. Alors que le livre tout entier est une tentative _ sans garantie préalable de réussir quoi que ce soit _ d’interprétation _ de la totalité du réel croisé à portée (plus ou moins proche) de soi.  Il y a des énigmes littéraires : par exemple, outre la phrase de Hamlet _ « We defy augury ! » (Hamlet, V, 2) _, quelques vers _ « The closest  / Some of us / will ever get / to heaven« , page 33 _ dont on ignore l’origine _ John Donne ? Son nom est proposé deux fois, page 34 (« Selon moi _ intervient ici la fille de Hélène Cixous _ Donne _ qui fut aussi prètre anglican à Saint-Paul et un prédicateur singulièrement merveilleux en ses MéditationsSermons _ se livre ici à une parodie de la logique du salut. On sent la reprise de la voie étroite« ) et page 35 (« Ça dépend de la charge connotative de Heaven à l’époque _ 1623 _ où Donne l’emploie, dit ma fille. Ce sont les âmes qui vont au Heaven. Les corps vont au Sky. En allemand Himmel c’est pour les deux, c’est plus pratique dit ma mère. Je crains qu’un jour le ciel comme la terre soit rempli _ jusqu’au débord ! _ de morts, on va finir par enterrer la lune « ) ; mais je ne sais rien du poème d’où ces vers sourdent, même si j’aime beaucoup John Donne (Londres, 22 janvier 1572 – Londres, 31 mars 1631) : je dois avoir quelque part tapi prêt à bondir en ma bibliothèque un volume de poche (Penguin ? ) de l’intégrale de ses poèmes _, et même l’authenticité : « The closest some of us will ever get to Heaven », «  le plus près du ciel où certains d’entre nous pourront jamais aller ». Il s’agit, en fait _ d’abord, au sein du récit _, du slogan publicitaire figurant sur une brochure touristique distribuée aux visiteurs des tours _ les Twin Tower ont été achevées de construire en 1973 , et le restaurant Windows on the World a ouvert le 19 avril 1976 _ dans les années 1980 _ 1990 serait une date possible, sinon présumée, du voyage à New-York d’Ève Cixous et sa sœur Érika Barmes (nées Klein) ; et où elles auraient rencontré leur cousin Richard Katz (1902-1991), l’époux (et déjà veuf alors : « Hilde était déjà morte« , page 45) de leur cousine Hilde, née Löwenstein (1901-1985) ; le cousin Richard Katz qui avait travaillé comme caissier (page 45) dans une banque située à l’intérieur de l’Empire State Building (page 25), bien que désormais retraité, bénéficiait toujours du droit de prendre ses repas à la cantine (ou cafeteria) de cette banque, au sein de l’Empire State Building (page 45) ; cantine-cafeteria où il avait donc invité ses cousines : la facétieuse Éri avait même, la chose est mémorable !, commandé une Côte de Porc : « Richard Katz _ qui est un juif « orthodoxe » ! est-il précisé… _ a baissé le nez et il n’a rien dit« , a raconté Ève (toujours page 45). Il y a  des énigmes familiales, comme toujours _ bien sûr ! telle l’adoption par le couple des Katz, justement, à New-York, du fils, Bruno (né à Karlsruhe le 27 mai 1924), de Gerta (la sœur aînée de Hilde) et Wilhelm Moch, décédés tous deux à Auschwitz le 17 août 1942 ; et le refus concomitant (assez énigmatique) des Katz d’adopter la sœur cadette de Bruno, Anneliese Moch (née à Karlsruhe le 22 janvier 1926) : « Je dis : après la guerre on a adopté le garçon et on a laissé la fille dans l’orphelinat ? C’est ça le sujet du Ruddeln ? Mais Ève _ gênée _ ne répond pas. Par définition Ruddeln se passe toujours sous une nappe de silence«  (page 47) _, et surtout énigmes historiques : l’événement du 11 septembre 2001 _ pour commencer ; mais bien d’autres aussi. Et le récit ne décrit rien de rien du détail des événements mêmes de ce 11 septembre-là ; l’événement signalé (et archi-connu de tous et chacun) est seulement emblématique de ce qui attend toute tour (ou presque : mais pas celle, par exemple, de Montaigne ; la tour-« librairie« -écritoire de Michel-le-Pacifique-et-Pacificateur-de-Bordeaux ; du moins, lui, à son échelle d’abord de Bordeaux et du Bordelais. Emblématique, donc, de ce qui attend universellement toute tour (La Tour, prends garde ! ) osant, par sa simple élévation, défier les foudres du ciel (et des envieux) ! Et de ces énigmes _ très rapidement évoquées, chaque fois : comme représentatives et symptômatiques de certains destins-devenirs, seulement, et cela suffit ! ; et par là, aussi, annonciatrices-augurales universellement d’autres destins-devenirs à venir similairement, peut-être, et même très probablement ; ou pas : pour ces quelques uns qui ayant osé défier les augures, auront réussi à relever victorieusement le défi, eux… _, aucune ne sera résolue _ en effet _ par le livre _ qui, de fait, n’est en rien de rien une enquête historique chronologique factuelle documentée ; et qui laisse très volontairement ouvertes, béantes, à la curiosité du lecteur nombre d’irrésolutions de ces énigmes esquissées… _, au point même _ en effet _ qu’une page blanche volontaire _ c’est souligné ! _ est laissée _ page 137 (« Voilà une pensée que je ne puis confier à personne au monde / Où la mettre ? / Seule entre la page 136 et la page 138. / Et non chiffrée.« , est-il en ces mots très clairement signalé au lecteur léger-inattentif-négligent, qui pourrait ne pas remarquer pareille anomalie, page 138) _, où l’auteur aurait inscrit une pensée _ laquelle donc ? _ sur la mort d’Isaac _ survenue  en 2007 ? Cf ce mot, page 17 : « J’ai quand même survécu dix ans à ma mort-Isaac _ sic : un deuil profond aux conséquences personnelles durables en profondeur. Sans plus de précision. Elle m’a pourtant mordue à la gorge, et traînée hors du monde » ; mais nous n’en saurons pas davantage ici _ et la destruction des tours _ associées, donc, « mort d’Isaac«  et « destruction des tours«  _, et qu’elle ne veut pas partager _ pour quelles secrètes raisons ? Elles ne seront même pas soupçonnées ; et c’est une autre forme de défi : au lecteur, cette fois… 

Ce que représentent des événements historiques considérables _ tels que les meurtres à très grande échelle génocidaire (de presque tout un continent, l’Europe) comme ceux de la Shoah _ pour _ et dans _ l’élaboration d’une œuvre littéraire qui en est contemporaine, est insondable _ lire par exemple, dans l’œuvre de Piotr Rawicz, Le Sang du ciel.; ou Sablier, dans celle de Danilo Kis.. Comme Waterloo pour Fabrice Del Dongo _ à l’ouverture de La Chartreuse, ou la bataille de la Moskowa pour le prince André Bolkonsky ou Pierre Bezoukhov dans La Guerre et la paix, de Tolstoï __, bien entendu. Et comment s’insèrent _ oui _ un destin individuel, des relations amoureuses, une mémoire familiale _ voilà : cahotés, malmenés, déchiquetés, en pièces, quand en demeure encore un minuscule quelque chose (voire seulement la trace d’un nom quelque part…) _ dans ce grand flux chaotique _ immense et surpuissant, lui _ qu’est l’Histoire ? Un mot pour _ dire ou résumer _ ce sentiment _ mêlé, emmêlé, très emmêlé même _ d’incohérence et de nécessité _ à la fois, qui en émane et triomphe-règne-écrase-broie. Pourquoi pas Bacharach, petite ville allemande de la vallée du Rhin, qui a inspiré un roman à Heine et un petit texte _ la lettre XVIII des Lettres à un ami, ou Le Rhin _ inspiré et ironique à Victor Hugo ? Bacharach, dit Hélène Cixous _ page 96 _, cela veut dire en hébreu « je suis quatre fois perdu » _ tiens, tiens ! C’est là, sur les bords mêmes du Rhin, un lieu de bref passage et fuite-course éperdue d’un des ancêtres Jonas (un Abraham Jonas, déjà, page 95), avant la halte provisoire en Hanovre, à Borken, puis Osnabrück, à partir de 1881, de quelques uns des descendants Jonas : en l’occurrence, et parmi ses déjà nombreux frères et sœurs, Abraham Jonas, l’arrière grand-père Jonas (né à Borken, le 18 août 1833 et décédé à Osnabrück le 7 mai 1915) de Hélène Cixous. Osnabrück : une halte bien provisoire au milieu de la course-fuite de cette lignée (issue de la baleine) des Jonas.

Au passage, je remarque que le bien connu philosophe Hans Jonas (Mönchengladbach, 10-5-1903 – New Rochelle, 5-2-1993) est le cousin au second degré d’Eve Klein-Cixous, la mère d’Hélène :

fils de Gustav Jonas (Borken, 5-1-1864 – Möndchengladbach, 7-1-1938) et petit-fils de Herz Benjamin Jonas (Borken, 29-7-1828 – Möndchengladbach, 25-3-1907), qui était un des frères de cet Abraham Jonas (Borken, 18-8-1833 – Osnabrück, 7-5-1915), qui lui-même est le père de Rosalie-Rosie (Osnabrück, 23-4-1882 – Paris, 2-8-1977), le grand-père d’Ève (Strasbourg, 14-10-1910 – Paris, 1-7-2013) et l’arrière grand-père d’Hélène Cixous (née à Oran le 5 juin 1937), le philosophe Hans Jonas est donc lui aussi un membre de ces fratries-sororités Jonas de Borken et Osnabrück..

Toutefois Hélène Cixous note aussi, page 96, sa propre exceptionnalité parmi ce destin-pour-la fuite de ces Jonas : « Quand je considère l’exceptionnelle longévité de mon existence dans le pays _ la France _ où j’écris, force m’est de reconnaître que je ne suis pas _ tout à fait _ une Jonas traditionnelle. Je ne sais pas ce qui me rend si triste. Ein Märchen aus alten Zeiten das Kommt mir nicht aus dem Sinn » _ soient ici en allemand les troisième et quatrième vers du poème Die Lorelei de Heinrich Heine, en 1824 (« Un conte venu du fond des âges Ne me sort pas de l’esprit« ) ; le poème a été mis en musique en 1837 par Friedrich Sächer, et il en existe au moins une version discographique, par Janet Baker ; puis en 1841 (et 1856, en une seconde version) par Franz Liszt, avec des interprétations au disque par Hildegarde Behrens et Kiri Te Kanawa ; puis en 1843 par Clara Schumann, avec au disque une interprétation par Nathalie Stutzmann ; ainsi que de très nombreuses mises en musique depuis…

Et la phrase de ce passage, page 96, conclu par cette citation des vers de Heine, est laissée sans point

René de Ceccatty

Le shakespearien Défions l’augure

représente

_ ainsi, relative pause méditative en un vaste et soutenu poursuivi corpus _

un maillon majeur de l’œuvre-continent Cixous,

en ce qu’il précise et éclaire merveilleusement _ en son apaisé recul, propice au réfléchir _

ces demandes-prières-devoirs-missions d’écriture

reçu(e)s et entendu(e)s des voix de quelques uns de ses morts aimés,

qu’a acceptées de bien vouloir écouter-accueillir et remplir,

en livres constitués de phrases,

Hélène Cixous,

et qui constituent pour elle,

se vouant à y répondre en ces livres, en ces phrases,

un décisif mode d’être et de faire _ vaillant, courageux, libre et magnifiquement festif, jubilatoire _

face au réel et dans sa vie,

de demandes-prières de disparus

agréées et commencées d’exaucer.

Á suivre avec la plus belle attention !!!

Ce dimanche 10 juin 2018, Titus Curiosus – Francis Lippa

A propos du « Défions l’augure » d’Hélène Cixous : un article et deux interviews

02mar

Hélène Cixous vient de faire paraître, aux Editions Galilée, Défions l’augure

_ le titre reprend un mot de Hamlet, avant son duel avec Laerte, à l’acte V de la pièce de Shakespeare.

Le supplément littéraire du Monde consacre sa dernière page à Hélène Cixous,

avec un bel article de Bertrand Leclair _ auteur de l’excellent La Guerre sans fin aux Éditions Maren Sell _

intitulé « La Digression est l’âme de la littérature« .

D’autre part,

on peut écouter la belle et si juste voix d’Hélène Cixous, à propos de ce même Défions l’augure,

dans deux entretiens radiophoniques :

l’un (de 31′), sur France-Inter, dans l’émission Boomerang, le 7 février,  avec Augustin Trapenard :

De bon augure 

_ à l’audition, je ne suis pas du tout sûr que l’interlocuteur ait vraiment lu le livre ;

il l’a probablement seulement survolé, comme le font les journalistes pressés… _ ;

l’autre (de 59′), sur France-Culture, dans l’émission Par les temps qui courent, le 19 février, avec Marie Richeux :

L’Amour ne survit pas dans la société, il faut le tenir secret, dans l’abri

_ la rencontre, là, cette fois-ci, est tout à fait passionnante ;

non seulement l’interlocutrice est véritablement entrée dans le livre, et pose de justes questions, ou propose de légitimes relances,

mais, surtout, la parole (parfaitement libre, et très inspirée) de l’auteur se déploie absolument merveilleusement !!! Un très, très beau moment…

En forme d’introduction à tout cela,

ce bel article, La Peau du temps, de René de Ceccatty, le 8 septembre 2006 dans Le Monde des livres,

à propos de ce que celui-ci qualifiait alors de « la limpidité de ses derniers livres parus« 

dans le livre Hyperrêve, en 2006 _ il y aura bientôt douze ans _ :

La peau du temps

Hélène Cixous explore les tragédies
de l’intime dans Hyperrêve, un récit habité par le vieillissement de sa mère
et le deuil du philosophe Jacques Derrida


Certains lecteurs ont perdu le sens musical _ remarque et expression justissimes ! _, celui qui leur permettrait de retrouver, chez un auteur, les tonalités familières _ immédiatement reconnues à l’oreille de la lecture _ qui leur donneraient le sentiment d’être en sécurité _ c’est-à-dire en terrain de reconnaissance ! mais pour aller bien plus loin que le déjà su… _, le temps de la lecture _ « Le style, c’est l’homme même« , avait excellemment compris Buffon, dès la fin du XVIIIe siècle. Les mélomanes connaissent bien cette sensation _ oui _ qui fait que, entendant pour la première fois une pièce musicale, ils l’attribuent sans difficulté _ avec amour (ou haine) : en tout cas par passion bien incarnée en eux _ à un compositeur. Hélène Cixous, pour être lue et aimée, demande que les lecteurs récupèrent cette faculté _ d’oreille musicale, donc. Elle a construit son œuvre, contrairement aux préjugés qui traînent encore et qui en ont interdit l’accès à ceux qui seraient prêts à y entrer, avec une parfaite liberté _ celle des vrais créateurs (et non des suiveurs, profiteurs de modes…).

Joyce, auquel elle a consacré sa thèse, lui a montré une voie. Puis Kafka, puis Proust. Et il y a l’ami « pour toujours » _ d’éternité, donc _, Jacques Derrida, avec lequel elle a entretenu un dialogue constant, qu’elle prolonge _ tout naturellement _ au-delà de la mort du philosophe _ un vrai dialogue ne s’interrompt jamais : il marche de plain-pied dans l’éternité de ce qui fait (et ouvre) nourricièrement sens : le plus essentiel parmi ce qui peut se rencontrer de vraiment substantiel en une vie… La mort, donc, n’y peut rien, tant que survit la mémoire de l’autre ; voire que vit et resplendit l’œuvre, pour qui sait apprendre à la lire, l’écouter, la regarder, se prêter, jour après jour, à sa lumière… Là est la puissance (et le critère implacable) de tout art vrai, au regard du public. Et le théâtre, pratiqué essentiellement avec Ariane Mnouchkine et parfois avec Daniel Mesguich, l’a incitée à adopter une autre forme de communication, se tournant vers d’autres mondes, sans se couper d’elle-même.

Depuis quelques livres, on dit qu’Hélène Cixous est devenue « plus facile ». Elle a rendu plus directe _ voilà _ une réflexion sur son père, sur sa mère, sur son fils né handicapé et disparu très petit, sur ses ascendances juive et allemande _ ses proches, auxquels elle est profondément reliée _, sur sa jeunesse algérienne. Mais les thèmes _ à variations à venir _ étaient tous là, dès les premiers livres. De même que demeure toujours ici l’usage très vif _ qui nous incombe aussi, à tous ! _ de la mythologie, de la psychanalyse, de la littérature aimée (Stendhal, Montaigne, Balzac et bien d’autres). Toujours, Hélène Cixous a parlé de sa vie familiale _ à la fois très ouverte et durement bousculée par l’Histoire (avec l’enjeu de la survie) _, de ses rencontres, du monde extérieur et intérieur – les guerres, les violences politiques, l’existence quotidienne, les liens affectifs, et quelques lieux _ mais oui : ceux où l’esprit souffle (et qu’on le ressent) ! _, près d’Oran, près d’Arcachon, dont la tour du château de Montaigne _ qui m’est viscéralement chère : de chez moi, dès ma petite enfance, je m’y rendais à pied _, au sens symbolique très fort – dans un monologue que suspendent parfois des saynètes oniriques ou que viennent tempérer des dialogues très simples, très vivants, très drôles : avec son frère qu’elle avait un peu prématurément décidé, dans un livre précédent, de réduire au silence, et avec sa mère.

Stupéfiante digression

Cette mère, Eve Klein, d’origine allemande, est le centre de ce récit. Disons plutôt que c’est un thème _ au sens musical, donc _ principal _ mais pas unique. Ce n’est pas la première fois, mais jamais il n’avait été traité avec autant de présence, de ferveur, de précision _ remarque puissante et cruciale pour le lecteur que nous allons être aussi : qu’attendons nous donc d’un livre, d’une œuvre, d’un chef d’œuvre ? Présence et ferveur ; via la plus grande précision. Elle est atteinte d’une maladie de peau, rarissime, auto-immune, qui n’affecte que les nonagénaires et exige des soins quotidiens (que sa fille, Hélène, lui prodigue). Cette intimité ne provoque chez le lecteur aucun sentiment de gêne. Pas plus que la réflexion de l’auteur, qui la sait « avant la fin », c’est-à-dire au seuil de la mort. Le lecteur n’est pas embarrassé, parce qu’il ne s’agit pas d’impudeur : tout est _ en effet ici, au fil superbe des divers flux du texte _ matière à approfondissement, à intériorisation, à connaissance de soi et de l’autre _ voilà : l’aventure risquée d’une connaissance exploratoire hyper-attentive de (et à) ce qui est là, rendant pleinement grâce, par dû, mais aussi pleine reconnaissance de ce dû, à ces vies. Ne sont gênants _ en effet _ en littérature que les allusions _ opaques _, les appels usurpés à une basse _ par sa vulgarité _ complicité, les demi-mesures. Le traitement frontal d’un sujet ne suscite aucun malaise _ c’est juste. « Je serai cette peau demain » _ voilà ! un augure… _, tranche l’auteur en oignant le corps de sa mère. Cela suffit à déchirer le voile de distance _ de notre part aussi _ que pourrait tendre une excessive crudité.

Le vieillissement d’un être cher ne peut être aussi que le nôtre _ en effet ! La peau d’Eve devient alors l’image visible _ et qui nous est commune, générale _ du temps. « Tu es le temps », répète Hélène à sa mère _ le temps si précieux (quans nous accédons à la grâce inespérée de moments, parfaitement sensibles, d’éternité) de la vie. Et le livre tout entier apparaît comme un chant lyrique _ une célébration _ adressé au temps _ même. « Quand je peins ma mère, je peins la peau du siècle. Ce vingtième siècle si grand vu de loin, si petit vu de l’intérieur quand on est dans son wagon archiplein à ramper pour trouver une couchette et qui n’a pas arrêté un instant de faire l’histoire de ma mère _ comme d’autres parmi nos proches : pour moi, au premier chef, mon père. Chaque fois qu’un ulcère cicatrise il y en a un autre qui prend la suite du pus. On ne peut pas guérir. » De ce temps circulaire _ si cruellement répétitif ! _ se détachent quelques dates, quelques événements. Non pas seulement l’année 1971 où Eve Klein a dû quitter l’Algérie où elle avait vécu, en exerçant le métier de sage-femme. Mais des dates qui appartiennent à un « patrimoine de l’humanité ». La particularité du « ton Cixous » est qu’avec le plus grand naturel _ voilà ; et ô combien poétique sans le moindre pathos ! _, l’écrivain passe de tableaux intimes et familiaux à des analyses politiques et culturelles. De la scène intime à la scène publique. C’est, du reste, une des leçons du Théâtre du Soleil, qui pour toute évocation d’un drame historique ou politique a, en général, préféré le langage individuel, de personnages obscurs à la représentation démonstrative des grands de ce monde.

Un événement familial très étrange (la récupération d’un sommier de Walter Benjamin, à la fin des années 1930 _ était-ce dans le quartorzième arrondissement, où vivait Benjamin ? _) est le point de départ d’une stupéfiante digression. « Ton livre est sur Benjamin ? dit mon frère. – Sur les astres du déménagement dis-je, sur les trous dans les murs du dernier refuge, sur l’état des tapisseries. – C’est étrange, dit mon frère. J’aimerais comprendre. »

Le deuil de Jacques Derrida envahit, bien sûr, ces pages. Mais d’une autre manière que dans les essais que l’écrivain lui a consacrés (Portrait de Jacques Derrida en Jeune Saint Juif, Voiles, ou, plus récemment, Insister). Le philosophe est là, avec quelques-unes de ses phrases qui résonnent encore douloureusement : « On peut toujours perdre encore plus. » Ou « Moi, je suis toujours et chaque fois en train de lui rappeler, de mon côté, qu’on meurt à la fin, trop vite. » Ou le commentaire de la phrase de saint Augustin « Sero te amavi » (« Je t’ai aimée trop tard »). Il faut lire ces pages comme des échos d’analyses plus discursives que l’on trouvera ailleurs. Comme des échos tremblants d’émotion _ voilà : « admirable tremblement du temps« , a dit Chateaubriand… _, dans cette zone intermédiaire entre les visions du sommeil et leur description éveillée. Hélène Cixous a rédigé son livre, ses livres, dans cette marge-là _ nourricière, inspiratrice, ô combien vivante en sa vibrante et douce intensité.

René de Ceccatty

….

Relire Hélène

Bien que l’on ait dit qu’Hélène Cixous avait « changé de style » avec Or, Les lettres de mon père, suivi par Osnabrück (éd. Des femmes, 1997 et 1999) et par Les Rêveries de la femme sauvage (Galilée, 2000) qui ouvre un véritable cycle autobiographique – Le Jour où je n’étais pas là (ibid. 2000), Benjamin à Montaigne (2001), etc. –, il n’est pas d’œuvre plus fidèle au projet initial, lancé par sa thèse sur Joyce, L’Exil de Joyce ou l’art du remplacement (Grasset, 1968). Si, depuis son premier recueil, paru chez Grasset en 1967 (Le Prénom de Dieu), suivi par son prix Médicis, Dedans (ibid. 1969), ses publications se sont divisées en « fictions », « théâtre » et « essais », croisant souvent son travail d’enseignante à l’université de Vincennes (qu’elle a cofondée), puis de Nanterre, poursuivi par son séminaire au Collège international de philosophie et ses activités de dramaturge dans la compagnie d’Ariane Mnouchkine, elles ne sont jamais fermées sur elles-mêmes, mais se renvoient l’une à l’autre.

Et l’on est en présence d’un ensemble d’une rare cohérence : chaque livre pouvant servir de filtre ou de clé aux précédents. La multiplication de ses éditeurs (outre ceux qui ont été cités, Gallimard, pour La, 1976, et Le Livre de Promothéa, 1983, le Seuil pour Tombe, 1973, Prénoms de personne, 1974, Révolution pour plus d’un Faust, 1975) est à l’image non de ses hésitations, mais des incertitudes éditoriales _ hélas _ et des influences internes _ tristement parasites _ aux grandes maisons. Il est temps de relire les premiers livres d’Hélène Cixous, Neutre, Illa, Souffles, Angst (disponibles pour la plupart aux éditions Des femmes), à la lumière limpide des derniers (parus chez Galilée).

R. de C.

 

Ce vendredi 2 mars, Titus Curiosus – Francis Lippa

 

 

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