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Sur la recollection dérangeante du « dossier » « Fumée humaine » : la contribution littéraire de Nicholson Baker à la curiosité historique sur la seconde guerre mondiale

25juin

Avant de me mettre à lire « Human smoke« 

que m’a chaleureusement recommandé dès sa parution, le 14 mai 2009, le toujours d’excellent conseil David Vincent,

voici, sur cet opus, un petit dossier d’articles mettant « l’eau à la bouche« …

En commençant, comme souvent, par un article d' »El Pais« , le 22 juin :

 « El mal estaba en todas partes« 


Nicholson Baker muestra en « Humo humano« 
_ qui vient de paraître aussi en traduction française (par les soins d’Éric Chedaille) aux Éditions Christian Bourgois le 14 mai dernier : le titre originel, « Human smoke« , a été conservé… _ cómo la pulsión destructiva de la II Guerra Mundial no era sólo de un bando _ El autor rinde homenaje al pacifismo

JOSÉ MARÍA RIDAO _ Madrid _ 22/06/2009

Desde que, con motivo de la conmemoración del medio siglo del final de la II Guerra Mundial, la investigación historiográfica empezó a confundirse con el denominado « trabajo de memoria« , la idea de que el conflicto más devastador de todos los tiempos revestía los caracteres de una lucha escatológica, de un combate contra el Mal Absoluto, ha ido ganando terreno. Poco a poco, la indagación sobre los procesos políticos, diplomáticos y económicos que condujeron a la guerra se fue abandonando en favor de una reflexión de otra naturaleza, a medio camino entre la filosofía y la teología, y en la que lo más relevante es responder a la pregunta de por qué el ser humano fue capaz de tantas atrocidades como tuvieron lugar entre 1939 y 1945. Podría tratarse, sin duda, de una reflexión interesante, incluso necesaria, pero a condición de que no parta del equívoco que Nicholson Baker denuncia en su ensayo _ sic ! _ « Humo humano« , que acaba de publicar en España Debate _ et en France les Éditions Christian Bourgois _ : ese genérico ser humano que se libró a la destrucción y el asesinato en masa no se encontraba únicamente en las filas del nazismo, sino también, en mayor o menor medida, en cada uno _ voilà... _ de los bandos enfrentados.

Churchill: « Estoy a favor de emplear gas tóxico contra tribus incivilizadas »

El abogado Roosevelt propuso reducir el número de judíos en la Universidad

El propósito declarado de Baker es saber si la II Guerra Mundial fue una « guerra buena » _ une « guerre juste« , disons-nous… _ y si, hechos todos los balances, « ayudó a alguien que necesitara ayuda« . Tal vez la sensación de que, al emprender esta tarea, se vería obligado a nadar a contracorriente de un relato historiográfico que consagra a Churchill y a Roosevelt como héroes haya llevado a Baker a plantear su obra, no como un volumen de historia al uso, sino como un texto coral _ polyphonique _ en el que son los protagonistas quienes toman la palabra. El autor, por su parte, se ha limitado a seleccionar _ en un dossier purement historiographique + un montage _ las declaraciones, los artículos de prensa, las cartas o los diarios en los que los protagonistas se expresan en primera persona, añadiendo de vez en cuando breves comentarios sobre el contexto y, siempre, la fecha de los documentos _ cf mon article du 14 avril 2009 sur le livre de Georges Didi Huberman, « Quand les images prennent position _ LŒil de l’Histoire 1« , à propos de l’extraordinaire (et trop méconnu encore !!!) montage de documents photographiques, principalement, par Brecht en son livre « L’ABC de la Guerre » : « L’apprendre à lire les images de Bertolt Brecht, selon Georges Didi-Huberman : un art du décalage (dé-montage-et-re-montage) avec les appoints forts et de la mémoire activée, et de la puissance d’imaginer«  El resultado es perturbador, como si, de pronto, hubieran sido convocados a escena todos los silencios _ oui ! cf sur ces silences, aussi, le plus que passionnant livre à paraître à la rentrée de Yannick Haenel, à propos du livre magnifique de Jan Karski : « Mon témoignage devant le monde (histoire d’un secret) » : « Jan Karski » !.. _, todos los equívocos imprescindibles para que la historia de la II Guerra Mundial se pueda seguir contando como hasta ahora.

Baker no expone una tesis, la ilustra _ par sa seule récollection (+ montage) de documents authentiques. Y para ello concentra la mirada _ le principal est dans la focalisation _ sobre dos de los dramas mayores del conflicto : el sistemático bombardeo de poblaciones civiles y las iniciativas, o mejor, la absoluta ausencia de iniciativas oficiales, para salvar a los judíos perseguidos por el nazismo. En realidad, la posición de Baker, la tesis que se propone ilustrar en « Humo humano« , sólo queda fijada en la dedicatoria con la que concluye un breve epílogo de apenas dos páginas : « Dedico este libro« , escribe Baker, « a la memoria de Clarence Pickett y otros pacifistas estadounidenses y británicos. Jamás han recibido realmente el reconocimiento que se merecen. Intentaron salvar refugiados judíos, alimentar a Europa, reconciliar a Estados Unidos y Japón e impedir que estallara la guerra _ cela, c’est sans doute une autre Histoire… Fracasaron, pero tenían razón« .

« Humo humano » establece un implícito paralelismo entre la guerra total que inspira la estrategia de todos los contendientes en la II Guerra Mundial y los ataques aéreos en los territorios coloniales. Es entonces cuando aparecen por primera vez protagonistas como el futuro jefe del Bombing Command, Arthur Harris, y el también futuro primer ministro británico, Winston Churchill. « Estoy decididamente a favor de emplear gas tóxico« , escribe Churchill al jefe de la Royal Air Force, « contra tribus incivilizadas« . La confianza del primer ministro en la eficacia del bombardeo contra civiles, aunque ya no con gas tóxico, que había sido prohibido, se mantiene intacta al iniciarse la II Guerra Mundial, sólo que ahora Churchill pretende que la lluvia de fuego que descarga sobre las ciudades de Alemania transmitan el mensaje de que los alemanes deben rebelarse contra Hitler. Con el implícito y aterrador corolario de que, si no lo hacen, se convierten en cómplices del dictador.

Los textos que reproduce Baker recuerdan que el antisemitismo no fue sólo un sentimiento alimentado por el nazismo, sino un clima general _ là-dessus, lire de Georges Bensoussan : « Europe, une passion génocidaire« , aux Éditions Mille et une nuits, en 2006… Cuando aún era un simple abogado, el futuro presidente Roosevelt se dirigió a la Junta de Supervisores de Harvard proponiendo que se redujera el número de judíos en la Universidad hasta que sólo representaran un 15%. Y Churchill, entretanto, publicaba en febrero de 1920 un artículo de prensa en el que decía que judíos « desleales » como Marx, Trotski, Béla Kun, Rosa Luxemburgo y Emma Goldman habían desarrollado « una conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización« . Creía, sin duda, en la existencia de « judíos leales« , a quienes exigía en ese mismo artículo que vindicasen « el honor del nombre de judío« , pero la obsesión antibolchevique le jugó la mala pasada de elogiar, también en la prensa, a Mussolini, de quien se declaró « encantado por el porte amable y sencillo » y « por su actitud serena e imparcial« . E incluso a Hitler, de quien, dejándose influir por los comentarios de los que lo conocían, estima que era « un funcionario harto competente, sereno y bien informado de porte agradable y sonrisa encantadora« . En contraposición, Trotski « era un judío. Seguía siendo un judío. Era imposible no tener en cuenta este detalle« .

Es probable que quienes defienden la interpretación de la II Guerra Mundial como una « guerra buena« , como una lucha escatológica contra el Mal Absoluto, reprochen a Baker la selección de los textos que ha incluido en su provocador « Humo humano » . Pero, aun así, esos textos seguirán estando donde están, y obligan, cuando menos, a repensar _ oui ! _ la relación entre la historia y el tan traído y llevado « trabajo de memoria« .

JOSÉ MARÍA RIDAO

A l’inverse de cet éloge,

voici, maintenant, une « critique » de « Human smoke » par l’excellent Philippe Lançon, dans le cahier « Livres » du « Libération » de ce jeudi 25 juin,

en un article intitulé « Updike dans la peau« 

en « contrepoint » à un éloge, il est vrai, d’un (vieil) hommage d’il y a maintenant vingt ans, à ce maître d’écriture que fut pour lui John Updike,

« Updike et moi« ,

de ce même Nicholson Baker à John Updike, donc _ lequel vient de disparaître le 27 janvier 2009 _,

mais un Nicholson Baker plus jeune, lui aussi (forcément !) de vingt ans (il avait trente deux ans en 1989) :

en effet, cet « Updike et moi » fut écrit en 1989-90 ;

et s’il a paru aux États-Unis en 1991, et fut traduit assez tôt, ensuite, en français (par Martin Winckler),

l’éditeur Julliard renonça cependant alors à le publier ;

ce livre devant surtout, ou du moins d’abord, sa parution actuelle, dix-huit ans plus tard, en traduction française (aux Éditions Christian Bourgois)

d’abord, et hélas, à l’événement du décès de John Updike, le 27 janvier dernier.

Le jeune Nicholson Bake, né le 7 janvier 1957, avait, en 1989, trente-deux ans …

Voici ce que dit Philippe Lançon, donc, de ce « Human smoke » :

Ecot. Le nouveau livre de Baker, « Human smoke« , est surprenant mais moins intéressant _ que « Updike et moi« , pour Philippe Lançon… C’est une elliptique et édifiante anthologie parfaitement écrite, et une performance : 500 pages de faits et déclarations réels, inventoriés puis miniaturisés sans commentaire, à la manière des « Crimes exemplaires » de Max Aub, qui permettent de suivre, de 1917 à 1941, non pas seulement la remontée vers la guerre, mais le spectacle du goût des Etats pour le crime et la guerre. Baker cherche à montrer, par ses microrécits, que tout se tenait : les méchants hitlériens et les vilains staliniens sont aussi les produits d’une enchère dans laquelle les démocraties ont versé leur écot. Il n’a pas tort, mais on ne peut pas dire qu’on l’ignorait, et la démonstration, bien que composée avec le sens du contraste et de la progression, tourne à l’amas d’anecdotes _ j’en jugerai en le lisant… Ses sources sont citées, page par page, en particulier les journaux de l’époque. On y verra que, si la presse attisa bien des passions tristes, elle fit d’abord son travail : de l’anticolonialisme, de l’antisémitisme et des expériences meurtrières les plus imaginatives, tout fut aussitôt dit, écrit et relaté. Mais le monde ne voulait, simplement, pas le savoir _ c’est un point certes dirimant!

Dont acte.

Quant au début de l’article, consacré à « Updike et moi« ,

c’est un bijou d’article ! Qu’on en juge aussi :

« Updike dans la peau »

Critique

Mélange. Un hommage de Nicholson Baker à l’auteur de «Rabbit».

Par PHILIPPE LANÇON

Nicholson Baker : « Updike et moi«  Traduit de l’anglais (Etats-Unis) par Martin Winckler Christian Bourgois, 194 pp., 17 euros.

« Human smoke«   Traduit par Éric Chedaille Christian Bourgois, 574 pp, 26 euros.

Quiconque est intéressé par la vie d’un écrivain _ oui ! _ plutôt que par sa biographie lira avec plaisir « Updike et moi« . Il découvrira quels liens, d’admiration et de jalousie, de gratitude et de complexes, peuvent unir un auteur _ lecteur _ aux aînés (vivants ou pas) qui l’ont justifié. Parce que c’était eux, parce que c’était moi _ en leur singularité se révélant dans l’œuvre ouverte d’écriture.

A l’été 1989, Nicholson Baker apprend la mort de l’écrivain Donald Barthelme (1). Il a suivi ses cours à Berkeley, l’admire, se sent incapable d’écrire le moindre texte sur lui. Un écrivain mort peut en cacher un autre, qui ne l’est pas forcément : réfléchissant sur cet exercice à perspective faussée qu’est l’hommage nécrologique, il se souvient de celui que John Updike publia sur Nabokov (un écrivain que Baker aime également par-dessus tout _ et si je puis m’insérer modestement en cette « chaîne«  d’admirations, à mon tour…). Ainsi en vient-il à écrire, de digression en digression, la manière dont Updike, cet «ami imaginaire», vit en lui _ et « travaille » ainsi sa propre écriture. Il parle de son idée au rédacteur en chef d’une revue. On lui répond que le résultat pourrait aussi bien être excellent que «tout à fait sinistre».

Le livre est publié aux Etats-Unis en 1991. Baker est un jeune romancier _ de trente quatre ans, maintenant _, auteur de nouvelles et de « la Mezzanine » _ à découvrir, pour qui ne l’a pas encore fait… Updike a encore dix-huit ans à vivre : on ignore si et comment il a réagi. Martin Winckler, l’auteur de « la Maladie de Sachs« , amateur de George Perec et de séries télévisées, explique dans la préface qu’il a traduit « Updike et moi«  sur proposition d’un éditeur, Julliard, qui renonça _ cependant _ à le publier. Il a fallu qu’Updike meure pour qu’il finisse par paraître _ en forme d’hommage non plus à un vivant, mais à un disparu. L’amour des livres est plus patient _ oui : chez quelques uns… _ que les regrets qu’ils inspirent.

Virus. John Updike, né en 1932, vit en Nicholson Baker, né en 1957, comme un virus enchanteur _ quelle belle formule ! On ne peut donc pas dire que Baker écrit sur Updike, mais plutôt sur lui-même révélé par Updike _ voilà ! le « génie », en plus de sa « singularité » atypique, a aussi la vertu d’une « exemplarité » forcément problématique : il ne se copie pas ! il « inspire » !!! L’envie concrète de le faire lui vient le jour où, «avec une stupéfaction jalouse», il voit sa mère se marrer en lisant la description par l’auteur de « Rabbit » d’un morceau décollé de gazon de golf : «Rien n’est plus impressionnant que le spectacle d’une personne complexe _ d’une grande capacité de sensibilité admirative _ éclatant de rire _ en ce que Baldine Saint-Girons appelle un « acte æsthétique« … _ à la lecture de quelques mots dans un livre ou un journal sérieux», surtout si cette personne est sa mère. Baker observe le virus que la sienne lui a peut-être refilé.

Son effet est permanent et sa victime, assez négligente. Permanence : «Au cours des treize dernières années écoulées, il ne s’est guère passé de jours sans qu’Updike occupe au moins une ou deux de mes pensées.» Négligence : quand Baker répertorie ses lectures d’Updike, il s’aperçoit qu’il n’a fini presque aucun de ses livres, et qu’il n’en a le plus souvent lu que quelques pages. C’est que l’écrivain est plus constant dans sa production que le lecteur dans ses assiduités : «De même que nous voyons rarement nos amis les plus proches parce que leur proximité nous ôte le pressant besoin de débarquer chez eux, de même la productivité constante de l’écrivain vivant émousse notre impatience de combler les lacunes de notre lecture» _ pas toujours, heureusement…

En revanche, Baker est intarissable lorsqu’il s’agit de se poser des questions comme : qu’aurait fait Updike à ma place dans ce Mac Donald’s où je m’humilie avec des centaines de pièces jaunes tout en lisant William Blake ? Comment aurait-il décrit cette histoire de bonbons passés au rayon X par peur des bombes pendant un Halloween ? Et quand l’écrivain Tim O’Brien lui apprend, l’air de rien, qu’il joue au golf avec Updike, mais qu’ils ne parlent jamais de livres, Baker n’en finit plus de décrire comment il jouerait, lui, au golf avec son héros. Il faut le consoler en pensant que, s’il l’avait fait réellement, jamais il n’aurait pu l’imaginer _ l’activité se déployant, à l’œuvre, de la faculté de « génie »…

Ce que Baker a lu d’Updike, des phrases, des bouts de phrases, un personnage par-ci, une manière de décrire par-là, tout cela vit en lui profondément et à tout moment _ l' »inspire », en toute légéreté… Il tient des fiches mais cite de mémoire, donc de travers, puis rétablit les vraies phrases entre crochets. Elles sont souvent moins bonnes que leurs déformations : Borges _ l’ami de mon cousin Adolfo (Bioy Casares) et de ma cousine Silvina (Ocampo) _ pensait qu’il fallait faire confiance aux torsions _ « inspirées », à leur tour _ de la mémoire ; et il avait raison _ la vertu se propage…

« Updike et moi » est une histoire d’amour et, comme toute histoire d’amour bien racontée, elle se suffit à elle-même : inutile d’avoir lu Baker ou Updike pour aimer ce que l’un dit sur l’autre. Julien Gracq se fichait des critiques comme étant ces animaux impossibles, des «experts en objet aimé». Un mérite secondaire d’« Updike et moi » est de montrer l’ineptie _ ouaf ! ouaf ! Gracq n’est pas très doué pour l’amour : cf son calamiteux « Les Sept collines » où il réussit le tour de force de s’insensibiliser à la beauté de Rome ! _ de cette affirmation : c’est justement _ et uniquement _ quand on aime un écrivain qu’on en devient l’expert, pas besoin de le lire entièrement pour ça _ l’amour (vrai) est tout le contraire d’aveugle : c’est lui la vraie (et unique) voie d’accès à la connaissance !.. Mais aujourd’hui on prend tout et n’importe quoi pour de l’amour authentique. Gare aux contrefaçons, chers lecteurs !

Baker finit par rencontrer Updike, dans un cocktail. Celui-ci se souvient d’avoir lu l’une de ses nouvelles, «une très jolie chose» _ dit-il alors _, et puis s’en va. Baker repart avec ces quatre mots comme une rosière déflorée par un chevalier. Plus tard, il croit retrouver une trace infime de sa nouvelle dans un texte postérieur d’Updike, un détail, la description du pouce d’un violoniste. Le meilleur hommage qu’on puisse rendre à un écrivain qu’on aime, c’est de l’avoir influencé» _ en retour…

John Updike est mort le 27 janvier 2009. Nicholson Baker n’aura plus à «trouver des preuves savantes _ universitaires, patentées _ de la grandeur d’Updike au lieu d’utiliser celles auxquelles je crois vraiment», les seules qui comptent, puisque ce sont _ plus « artistes », elles… _ des preuves d’amour.

(1) Dont Gallimard publie « La ville est triste » («l’Imaginaire», 184 pp., 6,50 euros)

Philippe Lançon

_ en un bien bel article, comme presque toujours : d’amour _ et désapprobation _ lucide(s)…

Nous irons y regarder d’un peu plus près…

Surtout sur la recommandation de David Vincent…

Cf aussi, de lui-même, le billet « Nicholson Baker n’est pas toujours drôle« , hier, 24 juin, sur le blog « Ces mots-là, c’est Mollat« …

Titus Curiosus, le 22 juin 2009

Quignard versus Simenon au schibboleth de la vraisemblance (du « monde » créé) : « Villa Amalia » / « La fuite de Monsieur Monde »

26avr

Je vais être forcément (très) injuste, pour n’avoir lu _ ce qui s’appelle lire : vraiment ; les livres (d’encre et de papier) _ ni le roman de Pascal Quignard « Villa Amalia » ; ni le roman de Georges Simenon « La fuite de Monsieur Monde » ;

mais seulement vu les réalisations filmiques tirées de ces deux romans-là.

Et encore pas dans les mêmes conditions :

le film « Villa Amalia » (sorti en avril 2008), dans une vaste salle de cinéma ;

le téléfilm « La Fuite de M. Monde » (tourné en 2003, diffusé pour la première fois le 24 novembre 2004), rediffusé hier soir sur France-3 ;


et, au passage, on voudra bien noter la transformation de la forme « Monsieur » (du titre du roman : « Monsieur Monde« ) en l’abrévation « M. » (du titre du téléfilm « M. Monde« )

_ là-dessus, consulter, et en urgence même (!), la belle acuité (et même magnifique ! :

cela ne se dit pas assez !!! autre phénomène d’époque (celle du nihilisme…), que l’oubli de l’essentiel au profit de misérables « leurres » médiatiques…)

de Renaud Camus, éminent « sondeur d’âme » derrière les épaisseurs de fard des « toiletteurs« , tant professionnels qu’amateurs, en tous genres : son « Répertoire des délicatesses du français contemporain« , paru en mars 2000 aux Éditions POL, vient d’être très opportunément réédité en février 2009 en format de poche, aux Éditions Points, en devenant « Répertoire des délicatesses du français contemporain : charme et difficultés de la langue du jour« ) _ fin de l’incise sur l’historicité de la langue (selon Renaud Camus, ou d’autres)… _

le téléfilm « La Fuite de M. Monde«  _ je reprends le fil et l’élan de ma phrase _ sur le petit écran de mon poste de télévision, hier soir, à 20 h 30, sur France 3 ;

soient les films _ éponymes _ des cinéastes (de grande qualité, tous deux) Benoît Jacquot et Claude Goretta.

Avec deux interprètes

(dans le « premier rôle« , chacun d’eux, et portant , également, tous deux, le film sur leurs « épaules«  : c’est-à-dire les « traits », comme un paysage, de leur visage frémissant _ en de nombreux tout à fait sobres (c’est un art ; et très français !) gros plans des cinéastes _ à toute la palette, ou gamme, vibrante d’infra-émotions !)

excellentissimes : Isabelle Huppert et Bernard Le Coq ;

lequel Bernard Le Coq a reçu pour ce rôle le « Prix d’interprétation masculine » au « Festival de la fiction TV » de Saint-Tropez, en 2004 ;

en attendant les récompenses qui ne manqueront _ très vraisemblablement pas _ de pleuvoir sur la (comme quasiment toujours) « parfaite » Isabelle Huppert : quel somptueux talent !..

Or, autant je me suis agacé à (et de) ce que « Villa Amalia« , le film de Benoît Jacquot, souffre en invraisemblance, de ce qu’il doit à l’ahurissant mépris de la vraisemblance du récit originaire de Pascal Quignard

quand il veut, à tout crin, endosser la « livrée » de « romancier« ,

qui lui convient comme une chasuble d’évêque à un cheval !!! ;

défaut assez endémique chez cet auteur :

autant sont admirables sa « Vie secrète » et ses « Petits traités » ;

autant sont (comme « romans« …) manqués (et comment !) ses romans ;

depuis « Le Salon du Wurtemberg » et « Les Escaliers de Chambord« 

_ et cela, en dépit de figures obsessionnelles de départ passionnantes (l’incapacité des personnages, issus de l’idiosyncrasie même de leur auteur, de nouer quelque vraie relation que ce soit, à commencer d’amitié comme d’amour, avec quelque autre : ce que figurent admirablement, en effet, les escaliers à double volée de marches qui se croisent sans pouvoir, ou vouloir, chercher à, se rencontrer jamais (!) au centre, névralgique, même du château de Chambord, sur une « idée« , et dessin, géniaux, de Léonard de Vinci _

jusqu’à ce difficultueux « Villa Amalia« -là _ bien que je ne l’ai, donc, pas (encore) lu… _, dont l’intrigue se déroule sur quatorze (infiniment) longues années (de la vie d' »Eliane« , « Ann« , ou « Anna« , sa protagoniste et « héroïne » principale) : de vide abyssal ;

« vide » (ou « abysse« ) qui rappellerait Moravia, « L’Ennui » ;

le célébrissime film de Godard, d’après le roman « Le Mépris » de ce même Alberto Moravia,

eut quelques scènes fameuses filmées dans l’île toute voisine (de celle d’Ischia ; où est sise la « Villa Amalia » du roman de Quignard ; dans la sublime « baie de Naples« ), je veux dire l’île de Capri : à la Villa « Come me » de Curzio Malaparte ;

Villa « Come me« , à propos de laquelle vient de paraître, aux excellentes Éditions _ bordelaises _ « Finitude« , un admirable récit du bordelais Raymond Guérin : « Du côté de chez Malaparte » ;

tellement impressionné, Raymond Guérin, par son séjour de trois semaines là-bas, en cette Villa « Come me« , en mars 1950, que, gravement malade, il écrivit, « le 7 mai 1955 dans son jounal (publié sous le titre « Le Pus de la Plaie« , Éditions « Le Tout sur le Tout », 1982) : « Si je meurs _ et il est mort le 12 septembre 1955, âgé de 50 ans, un mois et dix jours _, je voudrais non seulement être incinéré mais qu’on obtint par faveur spéciale que (Sonia _ son épouse _) pût disposer l’urne contenant mes cendres, l’emporter et aller disperser ces cendres dans la mer, en haut de la terrasse de Curzio Malaparte à Capri où j’ai passé, sans doute, les jours divins de mon existence » :

ce texte-là conclut, aux pages 117-118, ce magnifique (avec 23 photos de Raymond Guérin lui-même) « Du côté de chez Malaparte« …

Fin de l’incise « Villa Come me » / « Du côté de chez Malaparte » de Raymond Guérin _

jusqu’à ce difficultueux « Villa Amalia« -là, dont l’intrigue se déroule sur quatorze infiniment longues années : de vide abyssal

au moins le film de Benoît Jacquot ne semble pas, lui, probablement à la différence du roman,

_ la durée de ce qui y est cinématographiquement « narré » est, en effet, laissée dans le vague d’une sorte de « plage d’intemporalité«  ; mais assez vide ; et vaine (hélas, à mon goût, du moins !..) ; quasi « suicidaire« , me semble-t-il… _

se dérouler sur une aussi longue « durée » (de 14 ans !) : ce qui rendrait plus invraisemblable encore le « rien » auquel se contraint

_ masochistement ?.. pour se punir (?) elle, d’avoir été trahie par un partenaire veule, lâche, en tout médiocre : chercher l’erreur !.. ;

alors qu’elle se dérobe, par une fuite implacablement (et froidement) organisée, à toute « explication » avec le « traître » ; d’où le luxe de détail des « soins » (magnifiquement rendu à l’image !) apportés par la « fugueuse«  à détruire le moindre indice (données bancaires, carte bleue, téléphone portable, etc… jusqu’à ses bagages successifs…) qui permettrait de la re-pérer, re-trouver, re-joindre, re-nouer avec elle : c’est la partie « flamboyante de justesse » du film, déjà (il faudrait bien sûr lire aussi, afin de les comparer, l’art de le dire de Pascal Quignard dans le roman ! lui si habile, aussi, à la fermeture et pareil mutisme…) ; et le mutisme frondeur d’Isabelle Huppert (sur son visage, comme en sa gestique ; son art de bouger, se déplacer) y fait merveille, avec une gamme (ou palette) de nuances vraiment très belle (et juste)… _

ce qui rendrait plus invraisemblable encore le « rien » auquel se contraint _ je poursuis ma phrase _

à faire de sa vie l’héroïne, en son séjour prolongé à la « Villa Amalia » d’Ischia

(artiste _ musicienne : compositrice, qui plus est !!! hors de la parole ! _ créatrice d’œuvres jusqu’alors, pourtant !!! et qui arrête aussi TOUT cela !!!) ;

au point que l’on finit par se demander dans quelle mesure il n’y aurait pas, en cette figuration-là de ce personnage-là (= Éliane Hidelstein, devenant l’artiste Ann Hiden, puis Anna tout court, à la « Villa Amalia« , à Ischia, pour les Italiens qu’elle y fréquente ; et en changeant aussi de langue…), comme une transposition de la propre « dépression » _ au bord de la « mélancolie«  _ de l’auteur lui-même, soit Pascal Quignard en personne, si je puis dire, depuis quelque accident _ que j’ignore _ de sa vie privée _ telle que quelque « rupture« , d’avec une autre ; ou d’avec soi : je me livre ici à de pures conjectures…)…

autant je me suis agacé, donc

_ j’en ai enfin terminé de mes trop longues incises quignardesques _

à ce que « Villa Amalia« , le film de Benoît Jacquot, souffre en invraisemblance, de ce qu’il doit à l’ahurissant mépris de la vraisemblance du récit originaire de Pascal Quignard

quand il veut, à tout crin, endosser la « livrée » de romancier,

autant, a contrario, me suis -je délecté de ce que « La Fuite de M. Monde« , le téléfilm de Claude Goretta (adaptant pour les années de la décennie 2000 une intrigue et des décors d’il y a plus de cinquante ans : ceux du roman « La fuite de Monsieur Monde«  de Georges Simenon _ roman écrit à Saint-Mesmin, en Vendée _ ;

lequel roman fut achevé de rédiger le 1er avril 1944 ; et a paru l’année suivante, aux Éditions de la Jeune Parque, l »achevé d’imprimer » étant du 10 avril 1945, très précisément ;

et le prénom du « héros« , « M. Monde« , de « Norbert » qu’il était en 1944-45, pour Georges Simenon, devenant « Lionel » en 2003, pour Claude Goretta…)

autant me suis-je délecté, donc,

de ce que « La Fuite de M. Monde« , le téléfilm de Claude Goretta,

doit

à la justesse (= vérité !) du regard (de romancier) de Georges Simenon en sa « Fuite de Monsieur Monde« …

Telle est ici ma thèse !

Car Simenon a essentiellement le souci du « monde« 

de ses personnages,

ainsi que de l’intrigue de ce qui s’y produit, y survient ;

intrigue « romanesque« , voire intrigue de « roman policier » : mais ici l’enquête du commissaire est sans cadavre, et peut-être sans crime : la « disparition » (de Norbert-Lionel Monde, président-directeur général d’une grosse entreprise de transports, l’entreprise « Monde » : le nom « Monde » apparaissant bien en gras sur les carlingues des camions) ne résultant, ici, ni d’un meurtre, ni d’un suicide (avec cadavre restant sur la carreau ; ou, du moins, non « retrouvé« ) ; non, simplement on recherche un « disparu » ; quelqu’un qui vient de « disparaître«  le jour même de son quarante-huitième anniversaire (est-ce là un « détail » ? tout à fait « anodin » ?..) :

relire ici les admirables réflexions que prête Jean Giono à ses personnages (une cohorte de paysans du Trièves _ dans le Dauphiné _, et l’hiver, dans la décennie 40 du XIXème siècle) d’un « Roi sans divertissement« 

_ un des chefs d’œuvre majeurs de la littérature du XXème siècle (!) : écrit en 1945 (au printemps, de mars à juin, lors d’un séjour de quatre mois de Giono chez ses amis marseillais Pelous : à l’extrémité du Boulevard Baille ; il en fait le récit dans « Noé« …), écrit en 1945, justement, lui aussi !, je veux dire « Un Roi sans divertissement« , de même que « La fuite de Monsieur Monde« , le « Simenon« , paraît au mois d’avril 45…) ; fin de l’incise sur la concomittance _,

lors de la succession de disparitions de villageois, trois hivers durant (les hivers 1843-44-45) en un village du Trièves, donc, isolé sous la neige, et « sans cadavres« , avant la découverte, vers la fin de l’hiver 1845 (et dans la neige), et des cadavres, et de l’assassin (domicilié, lui _ et en « bourgeois » _, à Chichilianne) par le « héros« , lui-même merveilleusement complexe, le « capitaine de gendarmes » (puis « commandant de louveterie« ) Langlois…

Fin de l’incise de la « disparition« sous le regard très ironique et humoristique à la fois de Jean Giono ; et retour au « monde » simenonien !

Quant au « monde » quignardien,

il n’est tout bonnement pas « romanesque » ! Mais que veulent les lecteurs, sinon encore et toujours davantage de « romans » ? Et Pascal Quignard ne résiste, alors, pas assez aux sirénes

(sur les « Sirènes« , cf son « Boutès » ; et mon article du 19 novembre 2008 sur ce livre : « Ce vers quoi s’élance Boutès ; et la difficulté d’harmoniser les agendas« ) ;

aux sirènes éditoriales ; et succès promis des chiffres de vente de « romans » en librairie s’ensuivant…

Le « monde » de Georges Simenon _ m’y voici !!! _,

et en l’occurrence (très précise !), le « monde » de « La fuite de Monsieur Monde« ,

est très précisément (et « réalistement » : pour nos imaginaires, du moins) dessiné par l’écriture de « romancier » de Georges Simenon ;

ainsi, aussi, que parfaitement adapté, de 1945 (ou avant) à 2003, à son tour, « filmiquement« , par l’excellent « cinéaste » Claude Goretta :

ainsi la transformation du « personnage » de « Norbert _ ou plutôt « Lionel«  dans le film…  _ Monde » en « Simon » X

est-elle magnifiquement rendue _ d’autant plus remarquablement que c’est en une admirable sobriété (dépourvue du moindre maniérisme) _ par la caméra à la fois ultra-légère et ultra-sensible de Claude Goretta ;

comme par le jeu, « au quart de poil » (!), de celui qui l’incarne si excellemment, Bernard Le Coq.

Par exemple, peu après l’ouverture du film consacrée à la phase d’inquiétude exaspérée de la « disparition » de son mari pour son épouse Séverine

(= la « seconde épouse« , interprétée par Nathalie Nell ; Norbert (Lionel) Monde a dû, lors d’un scandale, « monté » ou « amplifié » par des « concurrents« , se séparer, « à son corps défendant« , de sa première épouse, Sophie, interprétée par Sylvie Milhaud)

auprès du commissaire de police (interprété par Frédéric Pierrot),

peu après l’ouverture (angoissée) du film, donc,

dans la succession des séquences du départ de son bureau, le jour de son quarante-huitième anniversaire (on dirait un vieillard !), du pdg de l’entreprise de transports « Monde« , Norbert (Lionel) Monde, dont Bernard Le Coq fait ressentir toute la pesanteur ;

puis avec l’image (fugitive, mais très clairement perceptible cependant) de son allure, immédiatement, beaucoup plus juvénile l’image d’après !

suivie des séquences du « rasage de la moustache » ;

puis du changement de toute la panoplie des vêtements ;

juste après la séquence(-pivot) du poivrot, au zinc d’un bar parisien, s’autorisant à palper l’étoffe _ belle _ du veston de costume du président-directeur général d’une entreprise cossue et florissante que, le voisin de comptoir de bar, Norbert-Lionel, pas tout à fait encore « Simon« , continuait de porter, au sortir de son entreprise ; en prenant un troisième café de la matinée…

« Simon« , après passage-éclair en « boutiques de mode » pour hommes,

étant, lui, « Norbert » (« Lionel« …) est déjà presque « oublié« .., désormais vêtu, ainsi que coiffé _ le réalisateur nous a fait grâce de la séquence du passage chez le coiffeur _, à la mode (davantage « couleur de muraille« , ou « passe-partout« ) de 2003… Le personnage de « M. Monde«  qu’incarne avec une superbe finesse de sobriété Bernard Le Coq prenant alors (2003 – 1945 =) 58 ans de moins d’un coup…

Et la Marseille et la Nice où le nouveau « Simon » se retrouve par hasard

_ il s’enquiert auprès du contrôleur du train dans lequel il vient de s’engouffrer très précipitamment sans passer par le guichet de la gare (et donc sans billet), de la destination terminale du train : « Marseille !«  ; va donc pour Marseille !.. Pétaouchnok ou Tataouine seraient pareil ! _,

sont,

pour la première,

la Marseille d’aujourd’hui ;

je me suis trouvé moi-même récemment à quatre reprises, l’année 2008 (en juillet en en décembre), sur le parvis de la gare Saint-Charles où débarque _ de nulle part _ « Simon » ; et du haut duquel il découvre la ville, tout en contre-bas, au pied de hauts et longs escaliers ;

de même que je suis passé par l’Estaque ce beau dimanche de juillet, quand mes amis Michèle Cohen et François Cervantès m’ont « présenté » panoramiquement « leur » Marseille, le long de la corniche, via le Vieux Port et Endoumes ; de l’Estaque, précisément (de cézanienne mémoire aussi !) au restaurant des Goudes où nous avons merveilleusement déjeuné, en la (festive) compagnie de Patrick Sainton et Laure Lerallut. Fin de l’incise marseillaise ;

..

Soit parfaitement et exclusivement la ville d’aujourd’hui, pour Marseille ;

et un mélange un peu plus subtil de l’ancienne (des années trente et quarante ; avec ses mondialement célèbres grands-hôtels et casinos et boîtes de nuit plus ou moins « de luxe » qui en demeurent) et de l’actuelle Nice,

pour la seconde (Nice-la-belle) de ces destinations de hasard…

Mais c’est là tout un monde précis qui,

et par la plume de Georges Simenon, et par la caméra de Claude Goretta,

nous est alors détaillé :

par exemple dans le contraste des petites pensions et hôtels pour touristes moyennement fortunés dans le Vieux-Nice ; et les résidences des « grand-fortunés » sur la « Promenade des Anglais » _ où résidait la richissime et « fêtarde » protectrice (qui vient d’être retrouvée morte d’une overdose en sa suite de « palace« ) de Sophie, la première épouse de Norbert (Lionel) ;

Sophie, par un bien complexe concours de hasards, « retrouvée« -là (et en bien piètre état !), sur les galets de la plage que vient rouler la mer, par « Simon » ; à moins qu’alors ce ne soit, dès à présent, et à nouveau, « Norbert«  (ou « Lionel« )

Voilà ces « mondes« 

et d’un « Simon« , « en fuite » durant trois mois et demi, très exactement (et pas quatorze ans !) : en un pays « étranger » à son « monde _ grand-bourgeois _ d’origine » (où il rencontre ; et suit, en ses « errances« , la jeune Leïla, qu’incarne Nozha Khouadra ; qu’il n’aurait jamais croisée sinon…) ;

et d’un « Norbert (Lionel) Monde« , qui va revenir « changé » chez lui (en sa riche demeure _ à étages _, des beaux quartiers de l’Ouest parisien) ;

après cette parenthèse probablement formatrice : la fin du téléfilm est « ouverte« , pour d’abord s’occuper comme il vient (= faire soigner comme il se peut) sa première épouse en clinique ad hoc : la « fugue » (de « Simon« ) a porté des fruits ; rien ne va plus être tout à fait comme avant, ni avec sa seconde épouse, Séverine Monde ; ni avec chacun de ses enfants, Stéphane et Agathe (et leurs « problèmes » respectifs)… _,

que nous font vraiment découvrir, en « artistes » justes » (dans les détails sobres et efficaces de leur art respectif…),

et Georges Simenon,

et Claude Goretta

(ainsi que, au tout premier chef, l’interprète magnifiquement « humain » que sait être Bernard Le Coq, pour ce « Monsieur Monde« , qui un moment s’est quitté (de « Norbert« , ou plutôt « Lionel« , dans le film ; et s’est métamorphosé, si peu que ce soit,  en « Simon » ; sinon « Simon-Pierre« …) ;

et ce qu’a sans doute manqué, pour l’essentiel, du moins, Benoît Jacquot, en « Villa Amalia« ,

en prenant trop vite une « option cinématographique » sur un roman de Pascal Quignard qui n’était même pas encore fini d’écrire (!) ;

à la seule « idée » d’un excellent rôle

pour Isabelle Huppert, avec laquelle il désirait beaucoup « tourner » à nouveau, a-t-il dit à maintes reprises dans les médias,

de femme « en fuite« , de femme « rompant » (sur trahison) _ du moins le croit-elle _ avec TOUT le « monde » de son passé ;

qui la rattrape quand même, mais en une « explication » déterministe un peu trop lourde, en la figure du « personnage » de son propre père, lui-même musicien (même si c’est à un niveau pas aussi « haut » que le sien : le niveau de la « création« ) : « La musique permet de mangeoter partout. Il y a toujours des funérailles et des noces. Moi je fais de la muzak, toi tu fais de la musique« , page 258) ; mais surtout, juif (roumain) ; et « être de fuite » : « S’en sortir, c’est partir. Toute ma vie je fus ainsi. Je suis ainsi. Je m’enfuis« , (même page) ; lors de la cérémonie des obsèques en Bretagne, à Erquy, de la mère d’Éliane, bretonne et catholique, et épouse il y a bien longtemps abandonnée ; et qui vient, à cette ocasion-là, des obsèques, parler à sa fille _ au chapitre premier de la quatrième (et dernière partie) du roman, pages 257 à 263…

Le vieux père a plus de quatre-ving-dix ans ; et vit à Los Angeles : « C’est vrai que je vis à Los Angeles, que je suis riche, que je fais de la muzik-muzak-muzok, que maintenant que ta mère est partie je vais pouvoir me remarier mais, en ce temps-là, les morts _ comprends-moi, je parle des vrais morts _, je les avais affreusement trahis en épousant ta mère. Ce n’était pas sa faute. J’avais grâce à elle des papiers. Je vivais. J’avais chaud. Je mangeais. J’enseignais la musique. Je luttais contre le vent sur ma bicyclette, la casquette enfoncée jusqu’aux yeux, pour donner de-ci, de là, des cours de piano aux Bretons. Et tout le monde criait sur moi« , page 262)…


Titus Curiosus, ce 26 avril 1009


Post-scriptum :


Sur la place du détail (et des « détails« ) en Art ; et comment ils font « vraiment » (ou pas !) « monde » !

je viens de découvrir de remarquables analyses, et qui concernent, justement, la place du détail (et des détails) dans le « roman moderne » (= des XIXème et XXmes siècles)

dans le chapitre d’introduction, intitulé « L’Exposition de l’intime dans le roman moderne« , du dernier opus « La Conscience au grand jour« , qui vient tout juste de paraître le 25 ; il y a trois jours) du très perspicace et fin Jean-Louis Chrétien, premier volet d’un opus « Conscience et roman » : « Conscience et roman, 1 _ La Conscience au grand jour » :

je cite, page 31 : « Il y a aussi le détail en régime d’omnisignifiance, le détail révélateur, le détail qui n’a rien de contingent, lequel soulève la question de savoir s’il a vraiment quelque chose comme des détails. C’est lui _ précise alors Jean-Louis Chrétien _ qui hérite de l’omnisignifiance chrétienne en la métamorphosant : dans la lumière de l’humain, il n’est rien qui ne fasse sens. (…) Mais il y a des récits qui posent que tout fait sens dans le monde, et d’autres qui le nient. » En prenant cet exemple-ci : « Ceux qui se lassent des descriptions balzaciennes méconnaissent que voir une demeure et les choses qui s’y trouvent, c’est déjà explorer _ oui, activement _ l’âme et l’histoire de ceux qui l’habitent. L’importance croissant du concept de « milieu », si bien étudié par Léo Spitzer et par Eric Auerbach, va dans le sens de cette omnisignifiance. Tout étant signifiant, il n’y a plus de détails« … A l’artiste, au romancier, d’abord, en l’occurrence de choisir des focalisations plus et mieux perspicaces que d’autres ; et qui, en « montrant » (et avec son « génie« ), aident à mieux faire voir (= à vraiment regarder et à vraiment comprendre) …

Ici un excellent exemple civilisationnel : « Un lieu réel d’omnisignifiance est la ville, et plus particulièrement la grande ville«  _ et je renvoie au très important « Mégapolis » de Régine Robin (ainsi qu’à mon article de présentation de ce livre le 16 février 2009 : « Aimer les villes-monstres (New-York, Los Angeles, Tokyo, Buenos Aires, Londres); ou vers la fin de la flânerie, selon Régine Robin« )…« Tous les historiens du roman ont montré son rôle essentiel dans le développement du roman, de sa production, de sa diffusion, et elle en est aussi, dans la modernité, un des grands thèmes » _ pages 31-32 : certes ; lire ici Walter Benjamin pour commencer… « C’est que se promener dans une ville, c’est se livrer à l’interprétation infinie d’un livre dont ce sont nos pas qui tournent les pages. D’où _ aussi ! _ notre saisissement devant l’inintentionnel, de l’herbe qui pousse entre les pavés, un oiseau qui niche dans le trou d’un mur » _ page 32. Avec cette arrivée : « Une ville est un lieu de saturation du sens, même si les formes de cette saturation et la nature de ce sens varient selon les temps » _ le concept de saturation intéressant aussi, à d’autres titres, Régine Robin : cf son étude « La Mémoire saturée« , aux Éditions Stock, en 2003… A nous d’apprendre à « défaire« , à « désaturer » (en apprenant à nous en « libérer« ), cette « saturation du sens« -là…  « C’est aussi le lieu de la prolifération des détails signifiants.«  Et « c’est aussi le lieu qui, par excellence, dans le croisement perpétuel des regards et des vies, me révèle la finitude et la solitude de mon point de vue, me montre sans cesse que je ne vois midi qu’à ma porte, et la rue que depuis ma fenêtre«  _ page 32. D’où la nécessité d’apprendre à se décentrer _ par un magnifique lapsus sur le clavier, j’avais écrit « déventrer«  ! c’est tout à fait de cela qu’il s’agit ; sortir de sa bulle, de son cocon, de la poche ventrale du kangourou ! qui ne permettent pas la clarté perspicace de l’intellection _ ; apprendre à se décentrer de soi-même, à mieux se faire attentif vraiment à l’altérité (de ce qui n’est pas nous, ni notre angle de vue (ou point de vue), notre focale : changer de « focales«  et de  « focalisation«  afin de mieux comprendre _ et sans mépris _, et l’altérité profonde de l’autre, et l’altérité profonde du réel).

Sur l' »intime« , cf déjà « La Privation de l’intime » de Michaël Foessel (ainsi que mon article du 11 novembre 2008 : « la pulvérisation maintenant de l’intime : une menace envers la réalité de la démocratie  » ; et aussi « Les Tyrannies de l’intimité » et « La Conscience de l’œil » de Richard Sennett (ainsi que mon article du 21 avril 2009 : « Du devenir des villes, dans la “globalisation”, et de leur poésie : Saskia Sassen « .


En appendice, enfin,

j’ai plaisir à citer

_ et sans commentaire de ma part (du moins limité au maximum), j’ai assez exprimé ma « thèse » sur le travail de ce film-ci (= celui de Benoît Jacquot), _

cette « critique » de Jean-Michel Frodon, « Le Grand arbre de la réduction« ,

moins négative que la mienne, sur le rapport entre le film « Villa Amalia » de Benoît Jacquot, et le roman de Pascal Quignard, « Villa Amalia » :

C’est la nuit, la pluie. Les phares des voitures aveuglent et s’évanouissent. Elle conduit, elle est comme dans un état second. Tout à l’heure Georges parlera de fantômes, on dirait un rêve. Tout le film est-il un rêve, un rêve d’Ann ? Ou Ann elle-même est-elle le rêve d’Anne-Éliane, comme elle s’appelait avant ? Elle découvre comme en songe son compagnon depuis quinze ans dans les bras d’une autre ; aussitôt après tombe sur Georges, l’ami d’enfance perdu de vue depuis des lustres. Il y a une apesanteur, une manière pour les images et les sons, les situations et les personnages, de se manifester à la limite de la réalité. C’est le « prologue« , qui annonce un des motifs du film à venir. La mère de Georges vient de mourir. Sur un parking, seule, enclose dans sa voiture, Ann hurle. On ne l’entend pas. Fin du « prologue« .

Le premier mouvement, qui dure une heure _ soit les deux tiers du film entier _, est lui tout entier porté par un élan décidé, irrésistible. Ann Hidden, pianiste et compositrice renommée, a décidé de tout quitter. Son Thomas, son travail, son appartement… Elle s’en va, elle disparaît sans laisser de trace. La découverte de l’infidélité de Thomas a été le détonateur, bientôt il est clair que c’est avec toute sa vie qu’elle rompt. Situation romanesque s’il en est, qu’il serait possible de traiter en quelques minutes, on aurait compris. Mais non. Ce sera, pour ce qui est du temps consacré, l’essentiel de « Villa Amalia« . Elle dit : « Je veux éteindre ma vie d’avant », coup de force narratif qui devient étude technique des procédures de disparition dans le monde contemporain.

Ann, et le film avec elle, s’appliquent avec méthode à effacer les traces, à détruire les pistes, à semer les possibles poursuivants. C’est une folie. Il y a de la folie chez Ann, Georges embauché comme assistant pour cette opération d’évanouissement ne manquera pas de lui dire. Il y a surtout de la folie dans le film lui-même, dans sa construction, ses surplaces, son attention _ magnifique _ aux sacs-poubelle remplis des habits qu’on abandonne, aux formulaires de procuration, aux procédures bancaires et douanières, au déménagement des pianos, aux changements de serrures, de trains, d’habits, d’hôtels. D’abord il semble que ce soit une erreur de « construction dramatique » comme on dit ; bientôt il est évident que c’est au contraire le projet même du film. Et qu’ainsi il invente étrange espace, un espace à trois faces, à la fois très réaliste, très romanesque et très onirique. Le film se tient là, invente ça. Tout le cinéma, si varié et inégal pourtant, de Benoît Jacquot tend à ça : cohérence et hétérogénéité d’un cinéaste qui croit très fort au réel, très fort à la littérature, et très fort à l’inconscient. Et qui croit précisément que le cinéma se situe là, dans ce triangle qui serait à la fois celui des Bermudes et celui du démiurge _ disparition et apparition.

Cette déroutante machine descriptive, narrative et invocatrice trouve à fonctionner à la perfection en embrayant sur un autre dispositif magique, d’une tout autre nature. Il s’appelle Isabelle Huppert. Isabelle Huppert est une excellente actrice ; elle a joué remarquablement dans plus de grands films qu’aucune autre actrice européenne de sa génération _ peut-être même aussi des autres générations. On ne va pas faire semblant de découvrir Huppert maintenant. Mais ce qu’elle fait, ou en tout cas ce qui se passe avec elle dans ce film-là, elle ne l’avait encore jamais fait ; ni personne d’autre d’ailleurs. Disparition et apparition d’elle-même et de son personnage, la voici qui d’une séquence à l’autre mute littéralement, change de visage et de corps. Ce n’est pas la virtuosité technique d’une comédienne chevronnée, c’est autre chose qui fait écho à la folie du film et du personnage, lui donne très simplement son apparence. Terrorisée, volontaire, manipulatrice amusée, inquiète, triste, musicienne, petite fille, épanouie, noyée, habitée de voix qui ne sont pas la sienne, amoureuse mais de personne et puis _ enfin _ de la maison qu’annonce le titre. Ce ne sont pas des états psychologiques qu’elle jouerait, ce sont des états physiques où elle est tout entière. Étrange anamorphose où vingt visages paraissent, qui sont tous les siens. Dès lors, les images de Caroline Champetier et le montage de Luc Barnier concourent à l’élaboration de ce dispositif à fabriquer de la présence avec les mouvements de l’absence _ belle et forte analyse : mais quelle présence ? et pour en faire quoi  donc ?.. L’enchaînement de plans très brefs, comme des notes griffonnées sur un geste, un son, un changement d’humeur, compose un univers à la fois très précis et très fluide, qui en dit beaucoup en montrant peu, qui suggère davantage _ ou du vide ? Il faudrait faire une part singulière à l’écriture des dialogues, qui joue en savants agencements sur deux registres contradictoires, quasi dissonants. Certaines répliques sont écrites comme des aphorismes et proclamées comme des devises ou des slogans (« du beurre breton, tiens ! », « il n’y a pas de pourquoi », « pas les secrets, le secret », « c’est comme ça maintenant  : je dis non »…) ; beaucoup d’autres phrases sont à peine prononcées, à demi entendues, comme les plans ultracourts elles entrent dans un assemblage sans s’y distinguer _ comme un kaléidoscope aux figures aléatoires… Tout cela, et le film dans sa totalité, est comme habité par cette musique _ syncopée ? s’interrompant brusquement ? heurtée, car stochastique ? _ qu’est supposée composer Ann Hidden. Musique qu’on la voit jouer brièvement en concert avant de fuir son piano et la scène à la première toux dans le public. Musique qu’on dit « contemporaine« , comme l’est le cinéma joué ici, où l’expressivité des sentiments ne recule pas devant les ruptures de ton, les assonances inhabituelles, les longs silences ou les cataractes de notes _ en effet ! Très belle _ oui ! _, et utilisée avec une judicieuse parcimonie, la bande musicale écrite pour le film par Bruno Coulais en dessine à sa manière le code, moins le sens que les règles de style. On songe alors à un film que firent ensemble il y a dix ans Benoît Jacquot et Isabelle Huppert, « L’École de la chair«  : c’était tout le contraire : l’histoire, l’actrice, l’image, le montage, tout convergeait vers un seul point, tout s’additionnait et semblait finir par s’abolir dans cette surenchère, intensification éperdue et autodestructrice. Ici, en totale connivence, règnent à l’inverse la diffraction, le fragment, l’indice et l’esquisse. Et le film ainsi respire et bouge _ pour quel résultat autre qu’une recherche du vide (ou du hasard) ?..

Enfin, dans une île italienne, Ann trouva sa maison, la « Villa Amalia » : toute rouge devant la mer toute bleue, au sommet d’une montagne comme un lieu mythique ; et elle la conquit de haute lutte affectueuse avec celle qui en avait non les clés, mais la mémoire. Elle s’y installa. Elle mourut, noyée. Puis fut sauvée. Et alors naquit un autre personnage, une autre femme qui est pourtant toujours Ann Hidden, née Anne-Éliane Hidelstein : un autre film commence, qui serait comme les branches, ramifications et feuilles d’un arbre _ probablement zen, en quelque « jardin de pierres«  ; peut-être japonais… _ dont la première et principale partie aurait été le tronc.

On aura jusqu’alors parlé du film « Villa Amalia » comme s’il n’existait pas un livre « Villa Amalia« , paru chez Gallimard en 2006. C’est que, jusqu’alors, si le fil narratif et tous les éléments dramatiques sont bien empruntés au roman de Pascal Quignard, leur élaboration ne suit que les besoins et les enjeux propres au film, dessine ses propres horizons _ en effet… Et puis, entre ciel et eau, ces horizons se rejoignent. Dans son livre, Quignard prêtait à la pianiste et compositrice un génie particulier dans l’art de la réduction musicale. C’est cet art même qui préside à l’écriture de la fin du scénario. La rencontre amoureuse avec Giulia, les mésaventures de Georges, la mort de la mère, le retour du père, l’ami qui va mourir. Bien d’autres choses encore pourraient être contées, grandes ou petites, qui se trouvent ou non dans le livre, cela n’importe guère. Sans doute Benoît Jacquot a surtout fait le film pour sa première heure _ hélas : et la critique est forte ! _ ; il s’y met en place une telle force germinative _ germes de fiction, mais aussi de sensation du monde, et de captation des vibrations intimes, inconscientes et indicibles _ que toute péripétie romanesque comme toute considération plus générale (sur les pères, les Juifs, la musique, la mort…) _ quelle qu’elle soit ? indifféremment ? sans davantage de nécessité que cette force de « germination« -là ?.. _ devient _ vraiment ?.. _ à la fois légitime, concrète et touchante. Cela s’arrête là _ n’est-ce pas aussi, et d’abord, là l’effet du texte (mélancolique) quignardien ?.. A quoi bon une telle « force germinative » pour rien que ces « contiguïtés« -aléatoires-là ?..

Des bouffées de souvenir : « Alabama Song » _ ou Brecht par The Doors _ et Edward Hall, « La Dimension cachée » : la « mine » que sont les « notes » de Bernard Plossu…

01avr

Une brassée de souvenirs (excellents) en remontée du (joyeux) passé,

en cet échange de courriels avec Bernard Plossu : voici…

Le 29 mars 09 à 22:51, Bernard Plossu a écrit :

des petites notes (dans le train : « en route vers Carcassonne« …)

plo

De : Bernard Plossu

A : Amicus X

Envoyé le : Dimanche, 29 Mars 2009 22:48
Sujet : notes

Dans le livre « Quinze hommes splendides » de Yvonne Baby, Bresson parle de « bizarre mélange de hasard et de prédestination« , ça me fait un peu penser à ma lubie de parler de « rencontre de sagesse et de délire » en photographie…

Page 60, Robert Bresson cite Corot : « il ne faut pas chercher mais attendre« , citation que je cite toujours, tout le temps…

Robert Bresson parle, tourne, réfléchit autour du silence, de son rôle, sa présence plus forte que le bruit (que la musique), le non-bruit… Et même on pourrait dire que sa musique est une forme de silence, non ? elle ne dit pas quoi penser (grossière erreur de penser que Bresson est moral, on le disait janséniste, je dirais plutôt « puriste », comme Dreyer dans « Ordet » : chef d’œuvre d’image avant tout).

De son côté, Edward Hall (mon maître et ami) a analysé, décortiqué, le rôle des odeurs dans la société américaine, qui mourra un jour de ne plus en avoir.

Etc… Je passe les notes qui suivent…

Ma réponse (à ce passage-là ; qui « me retient » tout spécialement…) :

—–E-mail d’origine—–
De : Titus Curiosus

A : Bernard Plossu

Envoyé le : Lundi, 30 Mars 2009 6:24
Sujet : Re: notes : Kairos + Edward Hall + Brecht par Didi-Hubermann

La « rencontre » me passionne, comme tu le sais (notamment par ce que j’ai pu aussi en écrire :
« Pour célébrer la rencontre« , que publia sur son site (« Ars Industrialis« , en mars 2007) Bernard Stiegler ;
« Cinéma de la rencontre : à la ferraraise _ ou un jeu de halo et focales sur fond de brouillard(s) : à la Antonioni« , ce gros essai inédit).

Sur le hasard, et sa réception, le concept (grec) de « kairos » va très loin…
Je n’aime pas beaucoup, en revanche, le mot (de Bresson) de « prédestination« .
Je préfère plutôt ton cocktail à toi de « sagesse et délire« 
; même si « délire » n’est peut-être pas le terme (un peu trop « mode » ; « jeune »…) le plus adéquat à mes yeux, du moins…
Mais l’oxymore est parlant…

Sur le silence, oui… : un espace où peut _ et où seulement peut _ se déployer le jeu de la créativité
pour un artiste…


Le livre que je suis en train de lire, de Georges Didi-Huberman, « Quand les images prennent position _ l’œil de l’Histoire 1« ,
traite pleinement de cela
à travers le montage photos/légendes/épigrammes poétiques
que Brecht a élaboré en son « Kriegsfibel« 
(« ABC de la guerre«  ) qui ne put être publié qu’en 1955…

« Le livre se vendit très médiocrement, laissant à Brecht, peu avant sa mort, l’impression douloureuse que le public allemand cultivait un « refoulement insensé de tous les faits et jugements concernant la période hitlérienne et la guerre » (selon une expression de Brecht lui-même, citée par Klaus Schuffels, en une présentation intitulée « Genèse et historique« , de l’édition française, traduite par Philippe Ivernel, de cet « ABC de la guerre« , aux Presses Universitaires de Grenoble, en 1985)…

Ce livre (rare) de Brecht devrait te passionner.

Je ne crois pas, cependant, qu’on en trouve facilement des exemplaires, que ce soit en allemand, ou en français (cf la note page 30 du livre de Didi-Hubermen, pour toutes les précisions : Brecht ne put publier »Kriegsfibel« , et encore pas comme il le voulait _ il dut y opérer des « coupures » ; ainsi que promettre un second volume (qui aurait été) plus « positif », lui… _, qu’en 1955

_ né le 10 février 1898 à Augsbourg, en Bavière, Bertolt Brecht est mort très vite après cette publication de novembre 1955 : le 14 août 1956, à Berlin-Est, pour être précis : il n’a donc pas eu le temps d’écrire cette « suite »…)…

J’en suis page 198 de ce (très beau !) livre de Didi-Huberman ; et il me reste 60 pages.
J’écrirai bien sûr mon prochain article sur lui…


Le concept central, à partir de celui de « montage/démontage »
étant celui de « rythme« …
C’est fondamental.


« Ne pas chercher, mais attendre« , dis-tu : oui ; et encore, sans traquer ; seulement être prêt à recevoir,
et sans crispation, forcément… « Kairos » dit ici l’essentiel…

Se reporter à ce que j’ai pu en écrire
et en mon (petit) article (de mars 2007), et en mon (gros) essai (terminé en janvier 2008)…

Que tu parles de Edward Hall
comme ton « maître et ami« 
  est assez extraordinaire, pour moi : je parle de ses livres (« La Dimension cachée« , « Le langage silencieux » ; et « Au-delà de la culture« , « La danse de la vie _ temps culturel, temps vécu« , etc…) à mes élèves chaque année…

Il faudra que tu me racontes un peu
comment vous vous connaissez…


Edward Hall est un maître génial de l’attention !!!


Titus

La réponse de Bernard, enfin :

De :   Bernard Plossu

Objet : Re : notes : Kairos + Edward Hall + Brecht par Didi-Hubermann
Date : 31 mars 2009 10:22:34 HAEC
À :   Titus Curiosus

Je voyais très souvent Hall à Santa Fe !
(il m’a même cité plusieurs fois dans ses articles !)


Il a écrit un petit texte d’intro aussi à mon livre « Bernard Plossu’s New Mexico » publié il y a pas longtemps aux USA à University of New Mexico Press, on le trouve pas cher sur Abebooks ….

et je commence le texte de mon livre  » The African desert » publié à University of Arizona Press (Usa aussi) par une citation de « La Dimension cachée »
(on le trouve aussi pas cher sur Abebooks, mais le problème des livres américains est l’envoi postal qui peut être plus cher que le livre !)

Sa théorie de la proxémie s’applique totalement à la distance juste que la focale du 50 mm me permet en photo !

J’ai passé du temps voici 10 jours avec David Lebreton

_ cf mon article du 7 août sur le superbe « Éloge de la marche«  de David Lebreton, en mai 2000 : « Continuer d’apprendre à marcher«  _,

à Digne ensemble : il est à 100 % le successeur de Hall !

plo

Jamais lu encore Didi-Huberman, mais on me le conseille de toutes parts !

Merci de m’en parler si bien

b

ps :

à propos  de Brecht, un de mes « 33 tours » préféré a toujours été Lotte Lenya chantant « Surabaya Johnny » de « L’Opéra de 4 sous« , tu connais surement : sublime ! ! !

Oui !!! je le vénère aussi ;

et je collectionne même les chansons (et interprétations) de Brecht/Weil : outre Lotte Lenya, bien sûr _ plusieurs disques !!! _, Gisela May, Marianne Faithfull, Cathy Berberian, Milva _ j’aime tout particulièrement sa voix si chaude ! _, Teresa Stratas, Ute Lemper, etc… J’ai aussi un album de 2 CDs passionnants d’enregistrements des années trente et quarante, intitulé « From Berlin to Broadway« , édité par Pearl : GEMM CDS 9189 ; plus un autre d’extraits de cette compilation-là… Et encore un étonnant (et remuant les tripes) « September songs _ the music of Kurt Weill« , avec, parmi bien d’autres, Nick Cave, P. J. Harvey, David Johansen, Elvis Costello, Charlie Haden, Betty Carter, Lou Reed; et même Bertolt Brecht lui-même _ en 1930 : ne pas manquer !!! _ ; et Kurt Weil _ le charme ! _ ; et Lotte Lenya (en 1955) ; et encore William B. Burroughs : un CD Sony SK63046, en 1997… Le temps va son train… J’aime aussi, un peu à part _ quelle féminité ! _ le « Speak low« , particulièrement raffiné (= « sofistiqué » !), d’Anne Sofie Von Otter, en 1994 (CD Deutsche Grammophon 439 894-2) ; pour compléter cette somptueuse et fort variée palette d’interprétations…


Ainsi, l’autre jour, n’ai-je pas pu résister à l’écoute, au rayon Musique de la Librairie Mollat, juste à l’instant où j’y effectuais mon petit tour, presque de routine (pour jeter un œil _ ou une oreille _ aux derniers arrivages), à une interprétation par Les Doors _ ou par la voix sublime de Jim Morrisson ? mais les autres aussi y sont très bien ! _ d' »Alabama Song« , sur un Live (de mars 1967) « At the Matrix« , à San Francisco (double CD DMC 8122-79884-8 : une merveille !) : j’ai acheté l’exemplaire unique ; et me le repasse en boucle… C’est renversant de beauté…

Cela m’a rappelé, en outre, mon copain Pierre Géraud _ qui vit depuis longtemps à l’île de La Réunion _, chez lequel passait si souvent la musique des disques-vinyle _ je revois les pochettes ; comme je ré-entends les chansons ; et la voix si prenante de Jim Morrisson ! _ des Doors : ce devait être cette extraordinaire année 1969, l’été de laquelle notre groupe (de philosophie) auto-intitulé (!) « Freud » _ sur l’œuvre duquel nous « planchions » passionnément dans les sous-sols de la Fac des Lettres, Cours Pasteur, à Bordeaux _, avons, suite à la vision du film de Buñuel, « La Voie Lactée« , entrepris notre « pélerinage » à Compostelle : en fait l’aller-retour Bordeaux-Santander en vélo (un peu plus de 1000 kilomètres ; et camping sauvage : il pleuvait aussi pas mal) ! Quel merveilleux voyage de plus de cinq semaines… Dira-t-on jamais assez le charme des (rudes !) côtes des (ultra-vertes !!!) montagnes basques, et des ventas où se désaltérer, et se restaurer : tortillas, o huevos con jamón : le vélo creuse passablement l’appétit ! Un soir à Deva, nous avons même dîné deux fois _ la seconde rien que pour tenir compagnie à d’autres (joyeux !) convives de l’auberge… C’est (assez) beau, la jeunesse (= la décennie des « vingt ans »…) !

Et tout cela « revient » magnifiquement _ les « bouffées de souvenirs »… _ en écoutant Brecht et Les Doors ;

comme en me souvenant de ce que dit si finement Edward Hall, dans cette « Dimension cachée« …

Merci donc de tes « notes« , envoyées _ comme il se doit _ « au débotté« .., Bernard…

Titus Curiosus, le 1er avril 2009

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